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Cada vez más gente va siendo invitada a participar
en el Foro Social Mundial (FSM), nuevo frente de lucha contra el neoliberalismo
imperial. Sus encuentros han tenido una participación creciente:
desde las 20.000 personas que vinieron a Porto Alegre en el primer FSM
en 2001, hasta las más de 100.000 de los dos últimos, en
Porto Alegre y en Mumbai, India. Además de su despliegue en Foros
regionales, nacionales y temáticos, está la invitación
para que luchemos por la superación del neoliberalismo organizando
el máximo número posible de Foros Sociales Locales, en todas
las localidades en las que vivimos, en todos los rincones del planeta.
¿Por qué la propuesta del FSM está atrayendo y movilizando
a tanta gente en todo el mundo? Procurar entender las razones de este
éxito ayuda a entender mejor lo que es el Foro. Y si lo entendemos
mejor, podremos asegurar la realización de todas sus potencialidades,
en este inmenso esfuerzo colectivo por un mundo más justo y fraterno.
Sin duda, el éxito del FSM se debe por un lado a la oportunidad
de su propuesta, en el momento en que se acumulaban frustraciones y decepciones
entre los comprometidos en acciones políticas transformadoras;
y, por otro lado, al llamado que nos hace para que experimentemos una
nueva estrategia de transformación del mundo.
Hace bastante más de un siglo que viene siendo denunciada la lógica
malsana del sistema capitalista, que somete a la economía todas
las dimensiones de la vida humana, y que hoy parece haber alcanzado su
clímax de dominación en la globalización neoliberal,
dominada por el imperialismo estadounidense, y en la brutalidad de su
militarización. Desde mucho antes ya era profetizada tanto la necesidad
como la posibilidad de construir un sistema económico -y un mundo-
en el que todos los hombres y mujeres que lo pueblan pudieran liberarse
de toda dominación y humanizarse plenamente.
En la búsqueda de la superación del sistema capitalista,
se fueron experimentando diferentes caminos, y fueron siendo propuestos
modelos nuevos de sociedad. Los modos de actuar y de organizarse políticamente
también fueron cambiando. A veces parecía que avanzábamos,
otras veces surgían dinámicas perversas conducentes a caminos
sin salida.
En efecto, las frustraciones y decepciones comenzaron a acumularse al
final del siglo pasado. Con la caída del muro de Berlín
pareció que se alejaba el sueño del socialismo. La lucha
por el cambio a través de las armas -en continuidad de las guerras
de liberación y de las revoluciones que habían derribado
regímenes coloniales y gobernantes opresores y corruptos- mostró
sus límites, al mismo tiempo en que aumentaron los lucros de los
fabricantes y comerciantes de armas. La democracia fue afirmándose
como el mejor camino para la búsqueda de alternativas, pero su
modelo básico -la democracia representativa- se fue también
pervirtiendo, cuando era característico de la mayor parte de los
representantes elegidos el actuar en provecho propio. Se vio igualmente
cuán ilusoria era la sustitución de líderes sometidos
a los intereses del capital por dirigentes políticos comprometidos
con las aspiraciones de los explotados: los nuevos dirigentes, elegidos
democráticamente, se dejaban casi siempre aprisionar por la administración
de las crisis del sistema capitalista -cuando la corrupción no
deterioraba sus gobiernos, por dentro-. A su vez, los partidos, como instrumentos
únicos de acción política, se encerraron en dinámicas
competitivas, entre ellos y dentro de ellos mismos, haciendo que se olvidaran
de sus objetivos y se separaran de los ciudadanos, cuyas aspiraciones
pretendían expresar.
El FSM surgió por tanto cuando más necesario se estaba haciendo
recuperar la utopía y el entusiasmo para actuar políticamente.
Frente al agotamiento de las formas tradicionales de acción política
y hasta de las manifestaciones de pura resistencia que comenzaban a multiplicarse
por el mundo, él fue original, apuntando a la necesidad de que
se buscara salidas y a la posibilidad de construcción de una nueva
cultura política. Optando por las estructuras horizontales no directivas
de las redes, experimentadas en propuestas de organización política
que la humanidad ya venía conociendo, abrió nuevos caminos
para superar los bloqueos y desvíos que estaba haciendo ineficaz
la lucha contra el sistema dominante.
Su propuesta fue oportuna también por el hecho de que esta experimentación
de la humanidad había madurado sólo en este inicio del nuevo
siglo. Las redes, como estructuración organizativa alternativa
a las tradicionales pirámides de poder, habían aparecido
en los años 70, inmediatamente después de las grandes manifestaciones
de 1968 en todo el mundo contra los diferentes tipos de autoritarismo.
Incluso en 1976 la misma Iglesia Católica brasileña, a través
de su Conferencia Episcopal, había participado de esa búsqueda
a nivel mundial, lanzando un proyecto cuyo nombre era todo un programa:
«Jornadas internacionales por una sociedad superadora de las dominaciones».
El método adoptado para preparar esas Jornadas -la intercomunicación
horizontal y libre entre los que luchaban en todo el mundo contra los
diferentes tipos de dominación- las sitúa entre las muchas
iniciativas precursoras del FSM.
Pero en esa época, todavía se creía mucho en la eficacia
de los instrumentos de acción política hasta entonces utilizados.
En Brasil, por ejemplo, donde en 1980 apenas estábamos saliendo
de una dictadura y de intentos frustrados de afrontarla con las armas,
acababa de surgir el Partido de los Trabajadores, innovador y cargado
de esperanzas. Sólo hoy, con los impases que afronta, agravados
por el desafío de haber alcanzado la presidencia de la República,
aparece el precio que pagará por haber optado por la organización
piramidal tradicional y re-centrado su actuación en la conquista
del poder político.
La «nueva forma de hacer política» que el FSM propone
resulta de la observancia de su Carta de Principios, redactada a partir
del éxito de su primera edición, consolidando las opciones
tomadas al organizarlo (www.forumsocialmundial.org.br).
La Carta dice, por ejemplo, que el FSM no es sino un espacio, una gran
plaza abierta a todos los que están volcados a la superación
del capitalismo, para que en actividades de diferentes tipos, organizadas
por ellos mismos, intercambien experiencias, se reconozcan y se ayuden
mutuamente, aprendan unos de otros, se articulen, rompan barreras que
vienen separando los diferentes tipos, opciones y objetivos de lucha,
lancen nuevas iniciativas de acción... Establece que en este encuentro
marcadamente horizontal no hay jerarquías de importancia entre
lo que en él es presentado y discutido, ni son redactados «documentos
finales» que pretendan orientar a los participantes hacia determinados
tipos de lucha, empobreciendo la infinidad de propuestas que surgen en
el FSM. Por eso mismo, nadie está autorizado a hablar en nombre
del FSM, así como el Foro no tiene dirigentes, como sería
necesario que los tuviese si fuese un movimiento. En su organización
y funcionamiento, la regla de oro es el respeto a la diversidad -que asegurará
la pluralidad cultural, política y de ritmos que la humanidad va
exigiendo como característica básica del mundo que todos
soñamos-.
La simple participación en este tipo de encuentro ya es una práctica
política que nos reeduca, ayudándonos a des-aprender lo
que nos fue enseñado durante un siglo -o mucho más de un
siglo...-. Cuando de ahí derivan acciones en red, sin enfrentamientos
competitivos -como las grandes manifestaciones por la paz que el mundo
conoció en febrero de 2003-, los que participan en ellas ya no
necesitan esperar consignas de las vanguardias iluminadas o de líderes
carismáticos.
Ahora bien, es esa práctica nueva de ciudadanos y ciudadanas co-responsables,
sujetos protagonistas de sus propios destinos, la que la Carta de Principios
del FSM propone que sea vivida también en los Foros Sociales Locales,
por medio de los cuales ella puede ahora enraizarse en la base de la sociedad.
Lo cual, entre otros efectos, podrá incluso aumentar el número
de los que se nieguen a ser soldados...
Pero la propuesta del FSM no se limita al modo de hacer política.
En toda la propuesta concretizada en la Carta de Principios está
también incluida una nueva visión del modo mismo por el
que se cree hoy, cada vez más, que el mundo podrá efectivamente
cambiar y el capitalismo podrá ser superado. O sea, el Foro propone
una estrategia diferente -lo que corresponde a una de las razones que
explican su éxito, como fue dicho al inicio de este texto-.
En la propuesta horizontalizante del FSM está subyacente que el
cambio no vendrá automáticamente con la conquista del poder,
y mucho menos solamente con la conquista del poder político -como
si ese cambio fuese una consecuencia natural de la toma de «Palacios
de invierno». Esa toma puede llegar a ser necesaria. Pero el cambio
efectivo y duradero depende, de hecho, -más allá de las
también necesarias acciones de resistencia y de creación
de nuevos mecanismos de control y contrapoder social- de una acción
transformadora que venga de abajo hacia arriba y de dentro hacia afuera,
con nuevas prácticas solidarias más respetuosas de la naturaleza
y del propio ser humano, en todos los niveles y tipos de acción,
que hagan surgir, en el tejido mismo del mundo actual, cada vez más
elementos del mundo nuevo que queremos.
Y será la acumulación de esos espacios y victorias -desde
la pequeña experiencia de economía solidaria hasta la reforma
de los organismos internacionales- la que provocará las rupturas
necesarias para la superación de la lógica del lucro y de
la dominación del dinero sobre la humanidad. Será de esa
forma como podremos construir una nueva cultura de ciudadanía,
cultura que la lógica capitalista destruye por la transformación
de los ciudadanos en consumidores y mediante la sustitución de
la cooperación por la competitividad. Todavía más:
será participando en esa lucha como conseguiremos cambiarnos a
nosotros mismos, interiormente, rumbo a una cada vez más plena
conciencia de fraternidad, condición imprescindible para que se
construya efectivamente el otro mundo posible.
Estamos todos invitados a esparcir por el mundo esa red de esperanza,
organizando urgentemente en todas partes Foros Sociales Locales, con la
Carta de Principios del FSM en la mano. Es necesario interrumpir la monstruosa
carrera al absurdo -al propio suicidio de la humanidad- que el capitalismo
imperial actual quiere imponernos.
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