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La lógica del capital, como modo de
producción y como cultura, es ésta: producir acumulación
mediante la explotación -de la fuerza del trabajo de las personas,
por la dominación de clases, por el sometimiento de los pueblos
y finalmente por el pillaje contra la naturaleza-.
Un análisis incluso superficial entre ecología y capitalismo
identifica una contradicción básica. Donde impera la práctica
capitalista se envía al exilio o al limbo la preocupación
ecológica. Ecología y capitalismo se niegan frontalmente.
No hay acuerdo posible. Si, a pesar de ello, la lógica del capital
asume el discurso ecológico... o es para obtener lucro, o para
espiritualizarlo y así vaciarlo, o simplemente para imposibilitarlo
y, por tanto, para destruirlo. El capitalismo no sólo quiere dominar
la naturaleza, sino arrancar todo de ella, depredarla.
Hoy, por la unificación del espacio económico mundial en
los moldes capitalistas, el saqueo sistemático del proceso industrial
contra la naturaleza y contra la humanidad, hace al capitalismo claramente
incompatible con la vida. Se plantea así una bifurcación:
o el capitalismo triunfa al ocupar todos los espacios como pretende, y
entonces acaba con la ecología y pone en riesgo el sistema-Tierra,
o triunfa la ecología y destruye al capitalismo, o lo somete a
tales transformaciones y reconversiones que no pueda ya ser reconocible
como tal. Esta vez no va a haber un arca de Noé que nos salve a
algunos y deje perecer a los demás. O nos salvamos todos o pereceremos
todos.
El capitalismo produjo también una cultura, derivada de su modo
de producción, asentado en la exportación y el pillaje.
Sin una cultura capitalista que vehicula las mil razones justificadoras
del orden del capital, el capitalismo no sobrevivirá. La cultura
capitalista exalta el valor del individuo, le garantiza la apropiación
privada de la riqueza, hecha por el trabajo de todos, coloca como quicio
de su dinamismo la competencia de todos contra todos, intenta maximizar
las ganancias con la mínima inversión posible, procura transformar
todo en mercancía para tener siempre beneficios, instaura el mercado,
hoy mundializado, como el mecanismo articulador de todos los procesos
de producción, de competencia y de distribución...
Si alguien busca solidaridad, respeto a las alteridades, compasión
y veneración frente a la vida y al misterio del mundo... que no
los busque en la cultura del capital. George Soros, uno de los mayores
especuladores de las finanzas mundiales y profundo conocedor de la lógica
de la acumulación sin piedad (vive de eso), afirma claramente en
su libro La crisis del Capital que el capitalismo mundialmente integrado
amenaza a todos los valores societarios democráticos, poniendo
en riesgo el futuro de las sociedades humanas.
Queremos mostrar cómo el capitalismo, en cuanto modo de producción
y en cuanto cultura, inviabiliza la ecología tanto ambiental como
social.
Comencemos con la ecología ambiental. A este respecto, las hipótesis
acerca del futuro de la Tierra son dramáticas. Grandes analistas
confiesan que el tiempo actual se asemeja mucho a las épocas de
gran ruptura en el proceso de evolución, épocas caracterizadas
por extinciones en masa. Efectivamente, la humanidad se encuentra ante
una situación inaudita. Debe decidir si quiere continuar viviendo,
o si prefiere su propia autodestrucción. Por primera vez en el
proceso conocido como hominización, el ser humano se ha dado a
sí mismo los instrumentos de su propia destrucción. Se creó
el principio de autodestrucción que tiene en el principio de responsabilidad
y de cuidado su contrapartida. De ahora en adelante la existencia de la
biosfera estará a merced de la decisión humana. Para continuar
viviendo el ser humano deberá quererlo positivamente.
Los indicadores son alarmantes. Dejan poco margen de tiempo para los cambios
necesarios. Estimaciones optimistas establecen la fecha límite
del año 2030-2034. A partir de ahí, si no se toman medidas
urgentes y eficaces, la sostenibilidad de sistema-Tierra, ya no estará
garantizada.
Entre otros, tres son los nudos problemáticos creados por el orden
del capital, que deben ser desatados: el nudo del agotamiento de los recursos,
el de la sostenibilidad de la Tierra y el de la injusticia social mundial.
1. El nudo de la extinción de los recursos
naturales.
Cada día desaparecen para siempre 10 especies de seres vivos. Desde
la época de la desaparición de los dinosaurios, 65 millones
de años atrás, nunca se ha visto un exterminio tan rápido.
Con esos seres vivos desaparece para siempre una biblioteca de conocimientos
que la naturaleza sabiamente había acumulado.
A partir de 1972 la desertificación en el mundo creció igual
al tamaño de todas las tierras cultivadas de China y de Nigeria
juntas. Se perdieron cerca de 480 millones de toneladas de suelo fértil,
una superficie equivalente a las tierras cultivables de India y Francia
juntas. El 65% de las tierras que un día fueron cultivables, hoy
ya no lo son. La mitad de las selvas existentes en el mundo en 1950 han
sido tumbadas. Sólo en los últimos 30 años han sido
derribados 600 mil km2 de selva amazónica brasileña, el
equivalente a la Alemania unida, o a dos veces el Zaire.
Las inmensas reservas naturales de agua, formadas a lo largo de millones
y millones de años, en este siglo pasado han sido sistemáticamente
bombeados y están próximos a agotarse. El agua potable ya
es uno de los recursos naturales más escasos, pues solamente el
0’7% de toda el agua dulce es accesible al uso humano. Va a haber
guerras por las fuentes de agua potable.
Tras este proceso de pillaje, se oculta una imagen reduccionista de la
Tierra. Es vista sólo como un almacén muerto de recursos
a explotar. No es respetada en su alteridad y autonomía ni se le
reconoce ninguna sacralidad. Mucho menos todavía es amada como
un superorganismo vivo, la Gran Madre de los antiguos, la Pacha Mama de
nuestros indígenas y la Gaia de los cosmólogos.
2. El nudo de la sostenibilidad de la Tierra.
¿Cuánta agresión aguanta la Tierra sin desestructu-rarse?
Las 60 mil armas nucleares construidas, si explotaran podrían causar
un invierno nuclear. Las finas partículas del humo de los grandes
incendios por ellas producidos, junto con los elementos radioactivos inyectados
en la atmósfera, oscurecerían y enfriarían la Tierra
de forma más intensa que en las eras glaciales del pleistoceno.
Habría un colapso de la humanidad y de todo el sistema de vida,
consecuencias perversas siempre descuidadas por las potencias militaristas.
Otra amenaza importante es representada por el calentamiento creciente
de la Tierra. Es el así llamado efecto invernadero. La quema de
petróleo, de carbón y de las selvas, libera el dióxido
de carbono que calienta la atmósfera. En el último siglo
la temperatura de la tierra ha aumentado entre 0’3 y 0’6†
C. Para los próximos 100 años se calcula un aumento de entre
1’5† a 5’5† C. Tales cambios provocarán desastres descomunales,
como sequías y deshielo de los cascotes polares. Las inundaciones
de las costas marítimas, donde vive el 60% de la población
mundial, causarían millones de víctimas.
¿Qué capacidad tiene la tierra frente a tantas agresiones
producidas primordialmente por el modo de producción capitalista?
Se teme que el efecto acumulativo de las agresiones llegue a un punto
crítico tal que quiebre el equilibro físico-químico-biológico
de la Tierra.
3. El nudo de la injusticia social mundial.
Pasemos a la ecología social: ¿Cuánta injusticia
y violencia aguanta el espíritu humano? Es injusto y sin piedad
que, en el actual orden del capital mundializado, el 20% de la humanidad
detente el 83% de los medios de vida (en 1970 era el 70%) y el 20% más
pobre tiene que contentarse con sólo 1’4% (en 1960 era 2’3%)
de los recursos. Este cataclismo social no es inocente ni natural. Es
resultado directo de un tipo de desarrollo que no mide las consecuencias
sobre la naturaleza y sobre las relaciones sociales. Por eso constituye
una trampa del sistema capitalista el llamado «desarrollo sostenible»,
que evidencia una contradicción en su mismo nombre.
La categoría «desarrollo» está tomada del área
de la economía capitalista. El desarrollo capitalista (deberíamos
decir el crecimiento) es profundamente desigual: crea acumulación
apropiada por unos pocos a costa de la explotación y del perjuicio
de las grandes mayorías. Ese crecimiento pretende ser lineal y
siempre creciente.
La categoría «sostenibilidad» proviene de otro ámbito:
de la biología y la ecología. Significa capacidad que un
ecosistema tiene de incluir a todos, de mantener un equilibrio dinámico
que permita la subsistencia de la mayor biodiversidad posible, sin explotar
ni excluir.
Como se ve, sostenibilidad y desarrollo capitalista se niegan mutuamente;
no combinan los intereses de la producción humana con los intereses
de la conservación ecológica; al contrario, se niegan y
destruyen. Lo que se necesita es una sociedad sostenible que se dé
a sí un desarrollo que satisfaga las necesidades de todos, y del
entorno biótico. Que el planeta sea sostenible y pueda mantener
su equilibrio dinámico, rehacer sus pérdidas y mantenerse
abierto a ulteriores formas de desarrollo.
Además de haber sido, en el pasado, suicidas, homicidas y etnocidas,
ahora comenzamos a ser ecocidas. El capitalismo ¿nos llevará
a ser, pronto, también geocidas?
Pero una esperanza nos acompaña: en su historia, la Tierra pasó
por cerca de 15 grandes exterminios. Siempre salió con más
energía y biodiversidad. Ahora no será diferente. Superaremos
la enfermedad del capitalismo con la solidaridad, la cooperación
y las interdependencias asumidas, pues ellas garantizaron el futuro de
la Tierra. Y garantizarán también nuestro futuro.
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