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El ALCA no es un acuerdo comercial, sino un proyecto estratégico
de anexión del Continente al territorio estadounidense. Nadie mejor
que Colin Powel para definir los objetivos reales del ALCA: «Nuestro
objetivo con el ALCA es garantizar para las empresas estadounidenses el
control del territorio que va del Polo Ártico hasta la Antártida,
y el libre acceso de nuestros productos, servicios, tecnología
y capital a todo el hemisferio, sin el menor obstáculo».
Para garantizar esto, debe ser eliminada cualquier barrera, como leyes
laborales, movimientos huelguistas, y toda política pública
que impida a sus empresas concurrir libremente, en los más variados
sectores, incluso en la educación y la salud. Hasta el punto de
que podrán -según el capítulo 11 del ALCA- enjuiciar
a los gobiernos que les pongan el menor obstáculo.
¿Qué es el ALCA?
Área de Libre Comercio es aquella en la que los países que
la componen eliminan los obstáculos al libre comercio en por lo
menos un 85% de su intercambio. Cada país podrá proteger
en apenas un 15% su comercio. En el tratado no hay ningún tratamiento
preferencial para las empresas de los países en desarrollo, siendo
por tanto todavía más favorables a los intereses de las
megaempresas multinacionales estadounidenses en todos los sectores. Además,
EEUU quiere proteger 300 productos «sensibles», productos
suyos.
En los 34 países que formarían el ALCA, hay una población
de 800 millones de personas con un PIB de 11’3 billones (un billón
es un millón de millones) de dólares. La distribución
de este PIB es totalmente dispareja: el PIB de EEUU representa el 79%
del total; Canadá 5’9%; México 4’2% y Argentina
2’5%. Las economías de los demás países son
insignificantes en relación a EEUU. ¿Podrán competir
estos países?
En las negociaciones internacionales, EEUU quiere obtener para sus productos
los mismos patrones de producción que están en vigor en
EEUU. En el caso del jugo de naranja y del tabaco, por ejemplo, la protección
llega al 300%. Desde la aprobación del TPA (negociación
rápida) el gobierno estadounidense tiene autoridad para imponer
salvaguardas. El presidente Bush sancionó la Ley Agrícola,
liberando un subsidio de 180 mmd (mil millones de dólares) para
la agricultura. Un aumento de 180 mmd para su agricultura. O sea, un aumento
del 75% en los subsidios que EEUU da a sus productores y que no quiere
que demos a nuestros productos agrícolas. Nuestras exportaciones
de frutas y vegetales sufren con la burocracia en la tramitación
de procesos fito-sanitarios. Hay estudios que revelan que sobre los 15
principales productos que importa, por ejemplo, Brasil, inciden tasas
de apenas 14’3%. La lógica que vale es la de EEUU. EEUU quiere
que el ALCA vaya más allá de la OMC en lo que le interesa.
Cuando, por el contrario, los países latinoamericanos quieren ir
más allá de la OMC, para derribar las protecciones estadounidenses
a los produc-tos agrícolas, ahí EEUU alega que no cabe discutir
eso en el ámbito del ALCA.
Si el tratado es implantado tal como está, especialmente como está
ese capítulo 11, nuestros países perderán su autonomía
y quedarán imposibilitados para hacer políticas públicas.
Será renunciar a la posibilidad de que nuestros países puedan
tener un proyecto nacional.
Hay muchas razones para estar contra el ALCA:
El ALCA va a concentrar más renta y poder en manos de las transnacionales
estadounidenses. Va a retirar los derechos laborales y a precarizar las
condiciones de trabajo. Desintegrará la cultura propia de cada
pueblo por la presión homogeneizadora de los medios de comunicación
unificados bajo la presión del ALCA. Afectará a la agricultura
familiar y la seguridad alimentaria de los pueblos. Destruirá el
medio ambiente. La biodiversidad de la Amazonia será monopolizada
por las empresas estadounidenses. Los países perderán su
soberanía nacional y su autodeterminación, y se impondrá
el dólar como moneda única.
Para el capital no habrá fronteras, y para el trabajador no habrá
posibilidades de movilización. Las mercancías, producidas
con salarios de hambre, circularán, pero los trabajadores no. Prueba
de ello es el muro construido entre México y EEUU, de más
de 3.000 kilómetros.
De 60 mmd, las exportaciones estadounidenses para A.L. pasarán
a 200 mmd. Algunos estudios revelan que el 80% de los empresarios brasileños
no tendrán capacidad para competir con las empresas estadounidenses.
Por otra parte, sectores vitales como educación, salud, medio ambiente,
bancos comerciales y de inversión, seguros, y hasta la seguridad
social, serán dominados por los monopolios estadounidenses.
Si abrimos nuestras fronteras a los productos altamente subsidiados por
el gobierno estadounidense, nuestros pequeños y medianos productores
resultarán perjudicados una vez más, acentuando más
aún el éxodo rural y la emigración hacia el exterior.
La agricultura quedará dominada por las empresas de simientes transgénicas,
dado que dentro de la legislación del ALCA no se podrá rechazar
productos genéticamente modificados.
La posibilidad de que empresas multinacionales irrespeten las leyes de
los países latinoamericanos es enorme: el ALCA les dará
derecho a procesar a los gobiernos en caso de que sus lucros sean amenazados
por cualquier legislación nacional. Esas empresas podrán
incluso llevar a los tribunales a los gobiernos nacionales si se sienten
perjudicadas, o por lucros futuros no obtenidos, debido a cláusulas
no cumplidas (como energía, huelgas, materia prima...), etc.
Un botón de muestra: México
En los primeros 8 años de vigencia del NAFTA, Méxi-co ha
presentado datos de sorprendente crecimiento, datos que son usados para
abogar por los posibles beneficios del ALCA. Las inversiones extranjeras
pasaron de 3 a 11 mmd anuales. En la implantación de nuevas industrias,
fueron creados 6.200.000 nuevos empleos. Las exportaciones mexicanas se
triplicaron en este período, haciendo de México la octava
potencia exportadora. El precio interno de los granos, especialmente del
maíz, disminuyó en un 45%, y a lo largo de estos años
se produjo un aumento anual del 1’74% del PIB. Según estos
datos, podríamos concluir que el NAFTA ha sido un maná caído
del cielo, que ha venido a traer la salvación a la economía
y al pueblo mexicanos.
Pero existe el otro lado de la moneda, que revela que el tratado que fue
hecho para favorecer los intereses de las grandes corporaciones, que instalan
filiales en México para «maquilar» sus productos aprovechando
los bajos salarios, y lucrando con las exportaciones.
Si es verdad que fueron creados 6 millones de nuevos empleos en las maquilas,
es mayor el número de empleos perdidos por la quiebra de muchas
pequeñas industrias o por la disminución drástica
de los componentes fabricados en México, dado que las maquilas
importan casi todos sus implementos del extranjero.
El 48% de los nuevos empleos no cumplen las obligaciones legales, como
consecuencia de la flexibilización de las leyes laborales impuestas
por el NAFTA.
En este tiempo se ha dado una violenta desnacionalización de la
industria mexicana. Antes, los productos exportados tenían un índice
de 91% de nacionalización. Ahora bajó a un 37%. Algunas
industrias maquiladoras sólo tienen un 2‘8% de componentes
nacionales. Lo que México exporta es muy poco mexicano. Por esto,
aun habiendo triplicado las exportaciones, México acumuló
un déficit de 38 mmd en importaciones. O sea: a costa de México,
las corporaciones se lucran bien, tanto con las exportaciones de sus productos
como con la importación de los componentes, sin que les importe
la situación del pueblo mexicano.
Pero la situación peor es la vivida por los agricultores, que han
visto cómo su mercado se ha inundado con el maíz de EEUU
a precio inferior al costo de la producción local, a causa de los
grandes subsidios del gobierno estadounidense a sus productores. De modo
que México, que se alimenta de «tortillas», ya no produce
el maíz con que las hace. No pudiendo competir con EEUU, el precio
del maíz ha ido cayendo: en 1985 el maíz valía 1239
pesos/tonelada; en 1993, 513, y en 1999, 429. Por otro lado, los insumos
(simientes por ejemplo), pasaron a costar 63% más, en el mismo
período.
Perdió México su soberanía alimentaria. Hasta para
comer depende de EEUU. Y los agricultores mexicanos van a engrosar la
fila de los miserables de las ciudades. Lo que salta a la vista en México
es el evidente empobrecimiento de la población, mientras las multinacionales
facturan alto con el trabajo barato de los mexicanos.
El PIB per cápita de EEUU es de 30.600 dólares, el de México,
de sólo 4.400; son 179 millones de hectáreas cultivables
contra 27 millones; 1.484 tractores por cada mil trabajadores del campo,
contra 20; una producción de maíz de 8’55 toneladas/hectárea,
contra otra de 2’5; el 2† país en competitividad, contra
51†. Toda esta disparidad ha tenido consecuencias para México en
la agricultura, en la industria y en la migración.
Antes del NAFTA, la agricultura ocupaba 14 millones de hectáreas.
Según el FMI el país deberá dejar de plantar 10 millones
de ha. en los próximos años. Las áreas de tierra
cultivada con menos de 5 ha generan empleo para 2’5 millones de
personas.
Los trabajadores del campo son los que más sienten las consecuencias,
ya que, sin capacidad de competir, sin alternativas de sobrevivencia,
y sin trabajo, se ven obligados a emigrar, en este caso hacia EEUU. El
número de emigrantes mexicanos indocumentados pasó de 200
a cerca de 300 mil por año. En 5 años cerca de 600.000 nicaragüenses
emigraron a Costa Rica. Si el ALCA se implanta, aumentarán mucho
más las migraciones.
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