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1. La naturaleza
Nuestro planeta está en peligro, nos alertan los científicos
y filósofos. El capitalismo estadounidense está imponiendo
un modo de vida consumista que inviabiliza la renovación de los
recursos naturales del planeta. Menos del 10% de los más ricos
del mundo, del Norte, se han dado el derecho de adueñarse de todos
los recursos, y los utilizan a su capricho. Si seguimos así, no
habrá otro mundo para nadie.
Por eso, es urgente que defendamos la biodiversidad de nuestro planeta,
lo que incluye todos los bienes de la naturaleza, los ecosistemas y las
culturas de los pueblos. La biodiversidad incluye todas las diferentes
formas de vida vegetal y animal, las relaciones humanas y económicas,
los hábitos y culturas de las personas, las formas de gobierno.
La diversidad es nuestra propia forma de vida. Y debemos defenderla. Debemos
respetar y proteger para las generaciones futuras, todos los recursos
naturales de nuestro planeta: tierra, agua, fauna y flora. Y utilizar
técnicas de cultivos agrícolas que produzcan alimentos sanos
y respeten el medio ambiente.
Es preciso reducir los niveles estúpidos de consumo de los países
llamados desarrollados, y usar de forma más igual los recursos,
para que todos los seres vivos de nuestro planeta los humanos, animales
y vegetales- tengamos una vida más saludable y larga.
2. El uso de la tierra
La tierra es un bien de la naturaleza y debe servir en primer lugar
para atender la vida en beneficio de la Sociedad. Por eso defendemos la
democratización de su propiedad y de su uso. Estamos contra la
concentración de la propiedad de la tierra y su uso para explotar
a otras personas u otros pueblos. Defendemos una reforma agraria que garantice
a todos el derecho de trabajar la tierra y democratice su propiedad, priorizando
las formas familiares, sociales y cooperativas. Defendemos el derecho
de los campesinos a organizarse de las más diferentes formas en
sus comunidades y locales de vivienda. Defendemos la necesidad de que
los gobiernos y Estados protejan y estimulen la agricultura familiar,
campesina y cooperativa, con políticas agrícolas adecuadas
de precios, asistencia técnica, seguro, y garantía de comercio,
como forma de producir alimentos y preservar la cultura.
Y sobre la propiedad y uso de la tierra pesa una responsabilidad social:
debemos usarla para producir alimentos y materias primas en beneficio
de todos, con respeto a la renovación de los recursos naturales,
como dice el dicho hindú: «No heredamos la tierra de nuestros
padres: la tenemos prestada por nuestros hijos».
3. Soberanía alimentaria
Hay 900 millones de seres humanos que pasan hambre todos los días.
Especialmente mujeres y niños, que viven en el hemisferio Sur del
planeta. Y su número, en vez de disminuir, como nos prometían
los gobiernos cada vez más gordos de los países ricos y
sus organismos internacionales, aumenta cada año. Cerca de 80 millones
de personas pasan a ser hambrientos cada año.
Todas las doctrinas y teorías nos han enseñado que un pueblo
solamente es libre, soberano y digno si tiene el derecho y la capacidad
de producir sus propios alimentos. ¿Cómo imaginar una comunidad,
un pueblo, una nación, que para alimentarse y sobrevivir depende
de otros? A lo largo de la historia de la Humanidad todos los pueblos
y comunidades han aplicado este principio. Pero ahora, en el capitaliksmo,
la saña monopólica de las empresas transnacionales quiere
imponernos el control sobre nuestros alimentos para que el pueblo se haga
esclavo de los lucros de ellas.
Defendemos la soberanía alimentaria como un derecho que cada pueblo
tiene de producir, de forma independiente, sus propios alimentos, sanos,
con calidad, para atender a toda la Sociedad. Los alimentos no son mercancías.
Su producción y distribu-ción no deben quedar sometidas
a las reglas del mercado capitalista.
4. Simientes: patrimonio de la Humanidad
La Humanidad llegó a donde estamos gracias a la forma democrática
de producción y uso de las simientes. Pero estamos enfrentando
un grave riesgo. Cerca de 8 grandes empresas transnacionales, como la
Cargill, la Monsanto, la Du Pont, las Bungi, la Sygenta, etc., quieren
controlar e impedir que los campesinos produzcan sus propias simientes.
Para eso quieren imponer las semillas transgénicas. Hacen mutaciones
genéticas en laboratorios y campos experimentales, para vincular
la productividad con el uso intensivo del agrotóxico, cuyo único
objetivo es el lucro. Ya han desarrollado incluso dos técnicas
satánicas: la primera, incorporar a las simientes el efecto «Terminator»,
que esteriliza el fruto de la simiente transgénica y con eso obliga
al agricultor a comprar cada año, nuevamente, las simientes a la
empresa. La segunda es el componente «traitor», que condiciona
el crecimiento de la planta a la aplicación de determinado agrotóxico,
vendido por la misma empresa.
Las empresas capitalistas quieren transformar la agricultura en productora
de dólares, simplemente eso. Pero nosotros, ¡lo que necesitamos
es una agricultura que produzca alimentos! Lucro versus alimentos. Explotación
versus vida. Ésa es nuestra batalla actual.
Por eso defendemos el principio de que los agricultores y sus comunidades
tienen el derecho y el deber de producir las simientes. Defendemos la
biotecnología como un proceso permanente de mejora de variedades
y razas de animales, respetando siempre la naturaleza. Estamos contra
la utilización del simientes transgénicas sobre las cuales
no haya seguridad para la salud de los agricultores, de los consumidores
y del medio ambiente. Estamos contra el monopolio del comercio de simientes
por empresas transnacionales.
5. Agroindustria
El proceso de urbanización de nuestro planeta ha llevado a
la necesidad de la industrialización de los alimentos. Es el progreso
técnico aplicado a la conservación de los alimentos para
garantizar su transporte a grandes distancias y garantizar el abastecimiento
de la población que vive amontonada en las ciudades, así
como el almacenamiento por largos períodos, ya que los productos
del período de la cosecha no consiguen ya alimentar a toda la población.
Pero la agroindustria viene siendo utilizada por las grandes empresas
como una forma de explotación de los trabajadores, concentración
de poder económicos y poder político. Proponemos que las
agroindustrias sean distribuidas por el interior de los países
y estén organizadas en formas asociativas y cooperativas, para
que sus trabajadores y agricultores se beneficien de su progreso técnico.
La agroindustria puede ser un instrumento para distribuir el progreso
territorialmente en nuestros países, para dar trabajo a la numerosa
población joven del inte-rior que desea empleos más calificados
y quiere seguir perfeccionando sus conocimientos. Las agroindustrias pueden
ser un instrumento de distribución de riqueza, de renta, para que
el valor agregado en los alimentos sea distribuido a los verdaderos productores
de la riqueza, y no a los intermediarios, y mucho menos a los grandes
grupos multinacionales que quieren controlar el comercio de los alimentos
en todo el mundo. No es casualidad que durante el año 2003, encabezando
el elenco de las mayores empresas del mundo, no esté ya una empresa
automovilística o petrolera, sino ¡la red de supermercados
estadounidenses Wal-Mart!
6. Comercio agrícola.
En India no había hambre cuando el Estado compra-ba las cose-chas,
almacenaba y vendía a la población en el tiempo entre cosechas.
Ahora el hambre ha vuelto a la India, después de que el gobierno
neoliberal quitó al Estado el comercio agrícola y lo entregó
a las empresas transna-cionales de origen estadounidense, que van a la
India no para combatir el hambre y la pobreza, sino sólo para aumentar
sus lucros. ¿Cómo hacen? Durante la zafra, compran las cosechas
de los agricultores hindúes y las exportan a los países
que están en la entrezafra, y así obtienen lucros. Cuando
llega la entre-zafra en la India, compran a precios bajos en los vecinos
que están en la zafra y los revenden a los hindús a precios
altos. Así, el hambre ha vuelto a los campos de la India, por ese
progreso que dicen que es la globalización del comercio agrícola
manipulado por algunas empresas transnacionales.
El comercio agrícola no puede ser instrumento de explotación
de los agricultores, de los consumidores o de un país por otro.
Debe estar basado en relaciones de igualdad y de intercambio justo entre
los pueblos. Los alimentos no pueden ser comercializados como mera mercadería
para obtener ventajas económicas y políticas.
Los alimentos no son mercancías. ¡Son alimentos!, y la regla
de compra y venta debe estar subordinada la seguridad social de las poblaciones.
7. Los valores humanistas y socialistas
El capitalismo está imponiendo falsos valores. Predi-ca y practica
el individualismo, el egoísmo y el consu-mismo como si fuesen valores.
No son valores, son desvíos burgueses de superindividualismo antisocial
que impide el desarrollo armónico de cualquier sociedad. Por eso
traen dentro de sí la violencia, la desigualdad, la injusticia,
la rebelión, el crimen.
Las relaciones sociales en nuestras sociedades, deben estar basadas en
el cultivo de los valores, que la Humanidad viene construyendo a lo largo
de milenios, como solidaridad, justicia social e igualdad. No son sólo
declaraciones de principios: deben orientar nuestro comportamiento cotidiano,
en nuestros movimientos, organizaciones, regímenes políticos
y Estados.
La sociedad sólo tendrá futuro si cultiva los valores históricos,
humanistas y socialistas. Todas las demás sociedades basadas en
el individualismo están condenadas al fracaso. ¡Más
pronto que tarde!
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