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La ocupación del corazón de Oriente Medio
por las tropas de EEUU y la destrucción de museos y bibliotecas
que atestiguaban no sólo el nacimiento de una de las civilizaciones
más importantes de la historia de la humanidad, sino también
el surgimiento de uno de las más transcendentales descubrimientos
de la especie humana la escritura- testimonian el surgimiento o
resurgimiento de una nueva modalidad de imperialismo.
La dominación por parte de las grandes potencias sobre aquellas
que están en la periferia del capitalismo data de cuando se instaló
el tipo de sociedad fundada en el lucro y en la explotación del
trabajo ajeno. Fue inicialmente lo que se llamó colonialismo. Potencias
como Inglaterra, Francia, España, Portugal
ocupaban esos
países y regiones del mundo menos desarrolladas o menos preparadas
militarmente- y las explotaban para su propio enriquecimientto y desarrollo.
Inglaterra, por ejemplo, destruyó la industria textil de India,
transfirió la tecnología para la metrópoli colonial,
pasó a producir tejidos y a venderlos a la propia India. Todo ello
garantizado por la ocupación y la dominación militar de
la colonia. Así ocurrió también en América
Latina, donde, utilizando el trabajo esclavo, explotaron las riquezas
de todos los países de nuestro Continente, para enriquecer a las
potencias colonizadoras europeas.
Al final del siglo XIX el mundo ya estaba totalmente repartido entre las
grandes potencias coloniales, que incluso se sentaron a la mesa en Berlín
y como se puede ver en el mapa de África- dividieron el Continente
y se lo repartieron con una regla. A partir de entonces, cada una de ellas
sólo podría expandirse tomando territorios de otras potencias.
Fue en ese momento cuando el capitalismo pasó de su fase de explotación
colonial a la fase imperialista. Lenín constató esa transformación
y alertó de que se entraba en una época de grandes conflictos
entre las potencias imperialistas, que guerrearían entre sí.
Eso fue lo que ocurrió en la primera y en la segunda guerra mundial.
Las mayores masacres de la historia de la humanidad se dieron en los países
que se consideraban los más civilizados, y que dominaban el mundo,
en su lucha por tomar colonias unos de los otros. Fueron guerras interimperialistas,
aunque la mayor parte de los que murieron en los campos de batalla eran
trabajadores, llevados por sus burguesías como carne de cañón
para luchar por los intereses expansionistas de las grandes empresas imperialistas.
La dominación imperialista que caracteriza la forma de dominación
estadounidense- se lleva a cabo principalmente a través de la explotación
económica, que puede convivir con Estados nacionales independientes.
Esa fue una de las ventajas de la dominación estadounidense y uno
de los factores que le permitió desplazar a Inglaterra y asumir
la hegemonía en el mundo imperialista a lo largo del siglo XX y
en este comienzo del siglo XXI.
Pero la dominación imperial estadounidense nunca ahorró
las intervenciones militares, principalmente cuando había gobiernos
que se oponían a sus formas de imposición de sus intereses.
Países como Guatemala, República Dominicana, Cuba, Haití,
Nicaragua, El Salvador, Panamá
entre otros, fueron invadidos
varias veces, para garantizar el interés de las empresas estadounidenses
de seguir explotando al pueblo de esos países y sus recursos naturales.
Otras veces la intervención estadounidense se hacía a través
de sus aliados locales, como cuando patrocinó golpes militares
como los realizados en Brasil, en Bolivia, en Uruguay, Chile, Argentina
donde la participación de los gobiernos de EEUU quedó claramente
comprobada por investigaciones llevadas a cabo por el propio Congreso
estadounidense. Hoy mismo, un ex-secretario de Estado estadounidense,
Henry Kissinger, no puede viajar a varias regiones del mundo, por la existencia
de órdenes de prisión o llamados judiciales para que testimonie
ante los tribunales sobre los genocidios en que EEUU tuvo participación
activa, como fueron los de Vietnam, Chile, Timor Este, Argentina
Sin embargo, las intervenciones estadounidenses, aunque en algunos caso
duraron mucho tiempo, no eran la regla, y a partir de un cierto momento
pasaron a ser limitadas en el tiempo y a actuar mucho más a través
de aliados locales. Fue a partir del fin de la bipolaridad mundial y de
la emergencia de EEUU como única superpotencia mundial cuando las
formas de actuación estadounidenses fueron cambiando y volviendo
a asumir aspectos de dominación colonial, así como formas
específicamente imperialistas.
Antes incluso de los atentados de septiembre de 2001, EEUU ya había
dirigido la primera guerra contra Irak y la guerra contra Yugoslavia,
aprovechándose de la situación de única superpotencia.
Cuando pudieron, obtuvieron el apoyo de la ONU, como en el caso de la
primera guerra contra Irak. Cuando no lo consiguieron, actuaron en nombre
de la OTAN, como en el caso de la guerra contra Yugoslavia. Cuando se
ven solos, actúan con sus aliados incondicionales, como Inglaterra
y España, en la segunda guerra contra Irak. O bien actúan
por su cuenta, como en la guerra contra Afganistán.
La nueva doctrina militar estadounidense busca legitimar esas acciones
dando por supuesto que varias zonas del mundo no tienen condiciones de
autogobernarse y que necesitan por tanto ser tuteladas desde afuera. Serían
los casos de Afganistán, Irak y, eventualmente, otros países
que el gobierno de EEUU así los juzgue. Esos países requieren
la intervención constante de un imperio en este caso, tenido
por «imperio del bien»- que los rescate. Esta posibilidad
se apoya en la incuestionada superioridad militar de EEUU, que pasa a
fungir como argumento, y transforma la fuerza en un instrumento abierto
de dominación.
EEUU relega así a segundo plano sus hasta ahora instrumentos de
dominación ideológica, apoyando su acción prioritariamente
en el poderío militar. Los valores de la sociedad estadounidense
continúan siendo difundidos por la poderosa máquina informativa
y de entretenimiento diseminada por todo el mundo, pero la acción
unilateral que el gobierno de EEUU se arroga necesita independencia de
actuación, sin aprobación siquiera de sus aliados. La imposición
de la forma estadounidense de vivir pasa a ser vehiculada a punta de bayoneta.
Por otro lado, el derecho de intervención unilateral que la nueva
doctrina estadounidense reclama y que puso abiertamente en práctica
en la segunda guerra contra Irak- impide la existencia de cualquier legalidad
e institución internacional que pueda regir las relaciones entre
los países, porque la acción unilateral define un poder
autónomo de quien tenga fuerza para ello, independientemente de
cualquier legitimidad internacional.
La ocupación de Irak define una nueva forma de imperialismo lo
que algunos llaman «neoimperialismo»-. EEUU ha invadido y
se ha establecido en el corazón de Oriente Medio, pretendiendo
exportar a una civilización muy diferente de la suya, sus valores
y modos de vida, comenzando por la economía de mercado y el liberalismo
político. Pretende así un objetivo que Occidente nunca antes
había intentado, en un proyecto de transformación civilizatoria
de proporciones tan descomunales que, si es llevado en serio hasta sus
últimas consecuencias, significará incluso cristianizar
el conjunto de la región, atacando las profundas creencias musulmanas
allí existentes.
El gobierno Bush pretende realizar en Oriente Medio un proyecto similar
al que pretende haber realizado en Japón. Este país fue
derrotado en la segunda guerra mundial -incluso con las bombas atómicas
sobre Hirosima y Nagasaki-, y allí fueron impuestas transformaciones
económicas y sociales durante los años de ocupación
norteamericana, que hicieron de Japón un aliado de EEUU en la región,
como nueva potencia económica capitalista.
Para eso se han instalado en Irak, y no saldrán tan pronto de allí.
EEUU tiene sus tropas prácticamente cercando a Irán, Arabia
Saudita, Siria y Jordania, y no necesita ya aliados como Turquía
para una nueva intervención militar, pudiendo ahora partir de Irak
para nuevas agresiones a otros países. La propia ocupación
de Irak sirve como advertencia de hasta dónde EEUU están
dispuestos a actuar en la puesta en práctica de su nueva doctrina
y de su proyecto de exportación de su modo de vida.
Hasta la misma Cuba pasa a correr nuevos riesgos, con el embajador de
EEUU en Dominicana advirtiendo que Cuba debe sacar las consecuencias de
la invasión de Irak, pudiendo ser uno de los próximos blancos
de la nueva ofensiva militar estadounidense. Sabiendo que Bush terminó
saliendo victorioso en las fraudulentas elecciones estadounidenses por
los votos cubanos de Florida, y que su hermano consiguió reelegirse
contando igualmente con el apoyo de estos sectores de la ultraderecha,
podemos dar cuenta de la dependencia del gobierno estadounidense respecto
a los grupos más radicales del exilio cubano en EEUU, y de cómo
eso eleva el riesgo de una nueva aventura militar contra Cuba.
Lo cierto es que el mundo ha entrado en una nueva fase de turbulencia,
en la que se combinan peligrosamente recesión económica
y agresividad militar imperial. Un nuevo imperialismo asola el mundo y
coloca el tema de la lucha contra la guerra y por una paz duradera y justa
como una condición fundamental para que otro mundo sea posible.
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