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Otra América Latina es posible, podría ser
una consigna que recupere una aspiración, un sueño, una
utopía; pero también puede ser el título de un programa
de acción que no iniciamos hoy, que está en marcha, y que
parte del reconocimiento de nosotros mismos, de nuestra cultura, de nuestra
identidad, de nuestras potencialidades, de nuestra historia, de nuestras
creaciones.
Desde la raíz
América Latina es como tal, como latina, resultado
de una sucesión de invasiones y genocidios que instauraron a sangre
y fuego el capitalismo, entendido no sólo como proyecto económico,
sino como cultura de dominación. Al hacerse latina,
negó su ser inka, mapuche, maya,
kuna, misquita, coya, tojolabal,
tehuelche, es decir: multicultural, como los hijos
de esta tierra.
Reconocer este sello de nacimiento, obliga a pensar que una América
Latina que sea otra, requiere mirar más abajo de la tierra que
pisamos, hasta visualizar las raíces que pretendieron suprimir.
Mirar los ríos de sangre que riegan nuestra identidad. Escuchar
las diferentes formas de nombrar el maíz, el sol, la luna, el amor.
Recuperar el lugar de las culturas resistentes, que aún continúan
peleando por su existencia, como parte fundante de esta América.
Me refiero como primer paso, al respeto por las lenguas, por las historias,
por las cosmovisiones de los pueblos originarios; y un paso más
allá, establecer el diálogo necesario para un encuentro
de nuestros pueblos, que no implique sometimiento, subordinación,
sino la posibilidad de establecer los desafíos comunes a todos
los oprimidos del Continente.
La unidad antiimperialista de Nuestra América
Un programa posible para otra América Latina, requiere comprender
que el proyecto neoliberal pretende que avancemos en un tipo de fragmentación
que nos presenta como una suma de regiones económicas (MERCOSUR,
Región Andina, etc), que serían todas a su vez tuteladas
por los Estados Unidos, en los marcos del ALCA.
Frente a ese programa que nos fragmenta, urge rescatar colectivamente
el sueño martiano de Nuestra América, el programa bolivariano
que decía que Patria es América, el proyecto continental
de Guevara.
América Latina es un Continente con historia, con memoria. Las
lecciones que nacen de las gestas emancipatorias de Bolívar, de
San Martín, de Artigas, de Sandino, de Farabundo Martí,
de José Martí, no son parte de un pasado a glorificar, sino
de un presente a construir: la unidad de América Latina. Unidad
como proyecto antiimperialista, que a su vez reconozca la diversidad de
historias, de experiencias y de identidades que la habitan. Que sepa tocar
la clave de lo nacional, como parte de una sinfonía continental.
Unidad que requiere identificar al imperialismo norteamericano -concepto
que han querido poner en desuso, pero que la brutalidad de la dominación
y de la política guerrera de sus gobiernos reinstalan una y otra
vez-, como enemigo de la humanidad. No se trata de una consigna. Se trata
de conocer los elementos con los que se ejerce la dominación: el
FMI, el Banco Mundial, la militarización, el proyecto del TLC,
el Plan Colombia, el Plan Puebla Panamá, el bloqueo a Cuba, y cuando
les es necesario, la guerra y la invasión.
Es imprescindible tomar conciencia de la barbarie civilizatoria a la que
empujan a toda la humanidad las políticas imperialistas, y establecer
un plan de acción común de los pueblos de América
Latina contra la guerra, el militarismo, el ALCA, y las distintas formas
de dominación político-cultural en curso. Un plan latinoamericano
de resistencia, que tienda también lazos hacia los latinoamericanos
y tercermundistas que habitan en las entrañas del monstruo,
y hacia todas las fuerzas políticas y sociales que emergen en el
mundo, desafiando la lógica de una globalización que se
hace sobre la base del exterminio de pueblos completos.
La unidad de América Latina puede ser, en esta perspectiva, un
proyecto de integración político, económico, social,
cultural, construido desde los movimientos populares en lucha, que permita
resistir las políticas imperialistas con mayor eficacia, e integrarnos
con identidad y proyecto en una perspectiva de globalización de
las esperanzas.
Creer posible lo necesario. Realizar lo posible
¿Es posible, en tiempos de fragmentación, construir una
propuesta de este tipo? No sólo entiendo que existen condiciones
subjetivas para avanzar en esta dirección, sino que hay esfuerzos
que ya se están realizando. No es un dato menor el hecho de que
el Foro Social Mundial haya realizado ya su tercer encuentro en este Continente.
Esto no es una casualidad, sino que es producto de las acumulaciones de
resistencias y de búsquedas comunes realizadas. En este Continente
existen diversas articulaciones políticas, sociales y culturales
de los movimientos populares. Fortalecer estos espacios con acciones comunes
que construyan identidad, resistencias y alternativas, alrededor de ejes
temáticos que nos unifican, es un camino hacia nuestro mutuo reconocimiento,
y en la forja de una posibilidad de propuesta mayor y más desafiante.
En 1973, el golpe de estado de Chile inauguró un tiempo de reflujo
de los movimientos populares en América Latina. El terrorismo de
Estado en cada país, financiado y asesorado por las políticas
norteamericanas, realizó un verdadero genocidio, sólo comparable
con el exterminio que abrió paso a la conquista de
América, a fin de instaurar de manera homogénea el nuevo
orden mundial del neoliberalismo.
Pero esta etapa comienza a revertirse. A pesar de que Estados Unidos incrementa
su agresividad y su ofensiva en el terreno militar, es evidente que las
políticas neoliberales han llevado a nuestros pueblos a un estado
de desesperación y cansancio, que se revierte en crisis de gobernabilidad,
y en la oportunidad de ensayar propuestas alternativas. Podemos analizar,
en esta perpectiva, la potencialidad de los movimientos populares que
inauguraron el enfrentamiento al TLC desde los confines de la Selva Lacandona,
de los que llevaron a Lula al gobierno en Brasil, de quienes sostienen
una perspectiva socialista en Cuba, o de los que derrotaron el golpe imperialista
contra Chávez en Venezuela. Podemos sentir esta fuerza en las batallas
que libra el movimiento popular en Bolivia, en Ecuador, en Argentina,
en Colombia, en Centro América. Es responsabilidad y un desafío
para estos movimientos, sostener el rumbo del proyecto alternativo, a
partir de la intensa movilización y el crecimiento de sus fuerzas
en la base social, agredida y golpeada por décadas de neoliberalismo.
Decía Che Guevara que las condiciones subjetivas son la conciencia
de que el cambio no sólo es necesario, sino que es posible. Hoy
lo que los pueblos empiezan a percibir, precisamente, es que es posible
generar, autónomamente, un proyecto popular. Existe un nuevo espacio
en la subjetividad de los movimientos populares, que permite comenzar
a realizar estas posibilidades.
La batalla cultural
El reconocimiento de este hecho requirió superar la derrota producida
por las dictaduras, y también ejercer caminos de reconstrucción
de los movimientos populares, de ejercicio de su autonomía, de
recreación de un pensamiento revolucionario, que no fuera tributario
de las miradas eurocéntricas o de las imposiciones que surgen de
la hegemonía conservadora mundial, sino que, recogiendo las diferentes
vertientes teóricas y culturales del Continente, fuera elaborando
un camino propio, que integrara de manera sistemática las experiencias
producidas en la resistencia cultural, política y social a todas
las formas de explotación y dominación.
Un desafío para que otra América Latina sea posible, es
aportar a la creación de una cultura latinoamericana cuyos valores,
ideas, pensamientos, símbolos, sean opuestos a los de la cultura
que sostiene y reproduce la dominación capitalista. La sistematización
de las experiencias de los movimientos populares, como camino para el
desarrollo del pensamiento crítico, revolucionario, para la creación
teórica colectiva, para la forja de los movimientos populares como
intelectuales colectivos, para la formación política e ideológica
de una nueva generación de intelectuales orgánicos, es parte
de los desafíos a asumir, en los que la educación popular
puede auxiliarnos, en diálogo con el pensamiento social, con las
culturas originarias, con los aportes que provienen del feminismo, y de
otras búsquedas emancipatorias.
Creando poder popular
Estos nuevos pensamientos y prácticas, irán forjando de
manera colectiva los proyectos de poder popular, de creación de
autonomía, de acumulación de experiencias de confrontación
con los opresores. Aprendiendo a ocupar las tierras para hacerlas trabajar,
como hace el MST del Brasil, aprendiendo a ocupar las empresas para hacerlas
producir sin patrones, como los trabajadores de fábricas recuperadas
en Argentina, aprendiendo a ocupar las conciencias y los sentimientos
con sueños que merezcan ser vividos y no con propagandas que estimulan
el consumismo y la alienación, como hacen los zapatistas, aprendiendo
a transformar la memoria en fuego ardiente, como las Madres de la Plaza
de Mayo, aprendiendo la pelea de la dignidad contra el dinero, que realiza
cotidianamente el pueblo cubano. Espacios de poder popular, que multiplican
la experiencia en la que se ensaya, como en un gigantesco laboratorio,
la posibilidad de una nueva sociedad.
Una comunicación alternativa y popular
Otra batalla esencial, es la disputa de la información y de la
comunicación entre los movimientos populares y la creación
de sentidos e ideas que disputen con el sentido común conservador.
Las articulaciones existentes, redes de medios de comunicación,
la utilización eficaz de las posibilidades que ofrece Internet,
las agencias informativas de los movimientos populares, las redes de comunicación
de las organizaciones campesinas, o de los movimientos de mujeres, son
una dimensión de esta pelea. Simultáneamente, es necesaria
la denuncia de la manipulación informativa que realizan los grandes
medios de comunicación de masas. El control de los grandes monopolios
de la comunicación (hay proyectos en marcha existentes en esa dirección),
los esfuerzos en dirección a la democratización de la comunicación,
son aspectos estratégicos para la multiplicación de miradas
que se acerquen a la realidad de lucha de los movimientos populares.
La articulación de un proyecto que enfrente a todas las formas
de opresión
Las batallas anticapitalistas necesitan reunir las demandas económicas
y sociales por el trabajo, la vivienda, la tierra, la educación,
la salud, con las batallas contra todas las opresiones. Es necesario que
las demandas de género, que la lucha contra las discriminaciones
por la opción sexual, religiosa, por razones étnicas, que
las denuncias de los ecologistas, sean parte -y no secundaria- de un programa
que permita unir en un bloque político social a quienes sufren
diferentes opresiones, y al mismo tiempo ir creando en los movimientos
populares nuevas relaciones, construidas sobre la base del humanismo,
del respeto, de la ternura, de la solidaridad. Relaciones que comiencen
a anticipar, en nuestras experiencias de poder popular, de forja de autonomía
y autoconciencia, el tipo de sociedad por el cual luchamos.
La opción por el socialismo
La opción por el socialismo parece ser la perspectiva necesaria
a construir como proyecto civilizatorio, en el imaginario de millones
de víctimas del capitalismo que fueron considerados descartables
por el sistema de opresión. La opción por el socialismo
no puede ser, en ningún caso, la repetición de modelos o
dogmas; sino constituir en la perspectiva mariateguiana, creación
heroica de los pueblos; o desde la mirada de la teología de la
liberación, la realización de la opción por los pobres.
Socialismo. Opción por los oprimidos. Experiencia emancipatoria.
Creación de hombres nuevos y mujeres nuevas. Memoria de los caídos
que fertiliza nuestra creación.
Opción por el socialismo, no como consigna, sino como pedagogía
de liberación. En palabras de Paulo Freire, maestro del siglo 21,
pedagogía de la indignación, de la rabia, de la autonomía
y de la esperanza. Pedagogía que multiplica pasiones y enciende
el deseo. Opción de lucha no sólo contra la explotación,
sino contra la alienación. Pedagogía que invita a luchar
con alegría, con imaginación, con convicciones. Pedagogía
que en estos tiempos nos invita a endurecernos, sin perder la ternura
jamás, como nos pedía el Che, aquel Guevara que nos sonríe
desde la tierra boliviana fertilizada con su sangre, floreciendo en rebeldías
por el Continente, que dice, que anuncia, que cree, que otra América
Latina es posible.
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