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Tratando de mostrar que otro mundo es posible,
quizás hay que inventar e imaginar diseños para el campo
de la economía. Pero en los campos de la política y del
derecho esos diseños existen ya. Lo único que ocu-rrió
es que luego de aceptarlos, no se quiso ponerlos en práctica.
Esos diseños buscaban que el mundo funcione tal como sabemos que
funcionan los países que (pese a mil deficiencias) funcionan mejor,
es decir: de una manera democrática y no tiránica ni dictatorial.
Y con una mínima Constitución aceptada y aprobada
por una gran mayoría y, por ello, modificable, sí, pero
inviolable mientras esté en vigor.
Buscaban pues que no hubiera en el mundo imperios, que son a nivel global
lo que los dictadores a niveles locales. Buscaban también que el
mundo funcionase como una democracia la cual, para ser verdaderamente
tal, tiene que ser limpia: sin que determinados poderes económicos
compren votos como ocurrió tantas veces en los orígenes
de las democracias. Esos poderes tácitos fueron antaño los
terratenientes y hoy, a nivel mundial, serían las multinacionales
y los intereses petroleros.
Ese otro mundo posible es sencillamente un mundo en el que
se ha democratizado la estructura internacio-nal del planeta. Y ese otro
mundo no sólo es posible sino, en el campo que ahora nos
ocupa, necesario. El mundo necesita una autoridad mundial. Y esa autoridad
sólo será posible si es democráticamente elegida
y no debe su legitimación ni al dinero ni a las armas.
Pues bien: la creación de la ONU, hecha al acabar la segunda guerra
mundial, y con bastante buena voluntad ante el impacto de la tragedia
que los humanos había-mos producido en el planeta, intentaba salir
al encuentro de este problema. Pero ya entonces, y a pesar de la seriedad
de la cuestión, las inevitables luchas humanas de poder, impidieron
dar a las Naciones Unidas una estructura auténticamente democrática
y justa. Se aceptaron determinadas limitaciones pensando que más
vale esto que nada y que, aun con sus defectos, la nacida ONU podría
ser un primer paso.
Hoy aquel primer paso se ha convertido en parálisis. Por tanto:
para una aldea global con unos mínimos globales de libertad de
justicia y de paz, nada más necesario que una profunda reforma
de la estructura de las Naciones Unidas. Necesitamos una ONU que
a) sea una verdadera autoridad mundial con funcionamiento democrático
(sin que se limite a ser manipulada para justificar veleidades del imperio).
Y
b) tenga reservado todo o casi todo el ejercicio de la fuerza defensiva.
Es decir: que sea verdaderamente una Organización de Naciones Unidas
y no una organización de Naciones sometidas (ONS, que es como debería
llamarse la ONU actual).
Ello supone que los países pertenecientes a la ONU aceptan unos
mínimos pactos relativos a los derechos humanos y aceptan también
una autoridad mundial distinta de la propia.
Ello supone también que se cumple el artículo 25 de la Carta
actual de Naciones Unidas por el que los miem-bros de la ONU convienen
en aceptar y cumplir las decisiones del Consejo de Seguridad (=
CS). ¿Quién diría que eso forma ya parte de nuestro
derecho internacional actual?.
Para que eso sea posible hay que
* modificar la composición del CS haciéndola más
consonante con la realidad demográfica del planeta;
* suprimir el derecho de veto de los vencedores, que es una vergüenza
democrática;
* y poner unas condiciones mínimas para ser miem-bro del CS. Por
ejemplo: haber suscrito los convenios de desarme y derechos humanos, acatar
las decisiones de la Corte Suprema de Justicia, no tener deudas con la
ONU(1); quizás también tener unos gastos militares inferiores
al 3% del PIB propio...
Todo esto es posible. No son cosas de ésas de las que se dice que
no sabemos cómo funcionarán. Sólo hace falta voluntad
para ponerlo en práctica. Hasta ahora el trabajo de Naciones Unidas
ha estado siempre bloqueado y manipulado por los países más
poderosos que, además, suelen ser los más morosos en el
pago de sus cuotas y (en el caso de EEUU) no aceptan someterse a ninguna
tribunal mundial distinto de los propios(2). ¡Ésos son los
que luego se muestran dispuestos a bombardear cuando un país que
no les gusta incumple una determinada resolución de NNUU!
Una ONU así, sería la verdadera responsable de la solución
de conflictos. Para ello bastaría con comenzar por cumplir muchas
cosas ya legisladas en la antigua, y que han sido letra muerta, o derecho
muerto. En concreto, el articulo 26 de la Carta actual de la ONU dice
que los miembros del Consejo de Seguridad son los encargados de elaborar
planes para establecer un sistema de regulación de armamentos,
tratando de que vayan a las armas los mínimos recursos económicos
y humanos. Todo esto es precioso, pero resulta letra muerta cuando ¡los
miembros permanentes del CS son precisamente las potencias nucleares y
los que más gastan en armamentos! Es la falta de voluntad humana
lo que convierte la letra válida en derecho muerto.
Además, y sólo par ir comenzando, se ha hablado de que cada
país aporte una parte de sus gastos militares (vg. el 1 ó
2%) a las Fuerzas de Mantenimiento de Paz (esos inútiles cascos
azules que hoy dan risa). Se propone establecer un impuesto sobre el valor
de las exportaciones de armas, mientras éstas pervivan, y algunos
hablan de crear un Servicio Civil Internacional sustitutorio (?). También
esto sería posible si hubiera voluntad: pero hoy por hoy ésta
no existe: y ¿cómo va a existir si cerca del 90% de las
armas vendidas en el mundo, son vendidas por los países miembros
perma-nen-tes del CS? Pero al menos quede claro que se trata de falta
de voluntad, no de imposibilidad objetiva.
Cuando no hay voluntad las cosas son mucho mas difíciles que cuando
hay verdadera voluntad y no se ven los caminos: pues en éste último
caso, esos caminos acaban encontrándose. Nuestra mayor fuerza es
que la guerra es increíblemente cara y la paz resulta mucho más
barata, de modo que, en el futuro, y en un mundo (bien o mal) globalizado
la prosperidad tan anhelada no va a ser posible para nadie si no hay paz.
Como ejemplo, ahí están los grandes absurdos de nuestro
mundo: los grandes problemas de salud, alimentación y educación
tienen en la actual ONU un coste anual que es la centésima parte
de lo que gastan anualmente los estados en cuestiones militares. El presupuesto
global de toda la ONU equivale más o menos al de un bombardero
B2. Y el absurdo mayor: en 1995, cuando el cincuenta aniversario de la
carta de NNUU, existían en el mundo (prescindiendo ahora de las
bombas atómicas) 45.000 aviones de combate; 172.000 carros; 155.000
piezas de artillería; más de 1000 grandes buques de guerra,
700 submarinos y millones de rifles, morteros y otros artefactos. Todos
los poderosos que se declaran amantes de la paz coincidirán
en que su deseo es no tener que utilizar esas amenazas atroces. ¿Qué
sentido tiene pues gastar tanto en producirlas, cuando, cada minuto mueren
de hambre más de cien niños?
Pues tiene desgraciadamente un único sentido y es aquello que Nietzsche
llamó la voluntad de poder.
En este contexto resulta indignante, y es un crimen contra la humanidad,
que precisamente los países más culpables de que la ONU
no haya funcionado, sean los que luego pretenden amparar sus bombardeos
y sus terrorismos nacionales, en resoluciones de la ONU: ¡ellos
que en toda su historia no han hecho caso de la ONU ni una sola vez! Las
palabras de aquel que dijo: ay de vosotros hipócritas...
nunca han tenido más aplicación... ¡Como si no supiéramos
que Francia, el Reino Unido y Estados Unidos son los países que
vetan o votan negativamente la mayoría de las propuestas de desarme
que se plantean a votación en la Asamblea General! Un único
ejemplo: Estados Unidos votó negativamente 8 de las 9 resoluciones
sobre desarme nuclear propuestas a votación(3). Irán y Corea
de Norte no votaron negativamente a ninguna de ellas. ¿Dónde
está pues el eje del mal?
Como colofón añadiremos que sólo unas Naciones Unidas
así podrían arreglar el hasta hoy (y quien sabe si para
siempre) insoluble problema de Israel y Palestina: una de las mayores
vergüenzas de nuestro siglo. Hay que comenzar a proclamar que los
mayores y más aborrecibles antisemitistas son todos aquellos que
utilizan el holocausto como argumento para cometer ellos sus pequeños
holocaustos, los que, desde 1968, han incumplido 32 resoluciones de la
ONU sobre el estatus de Jerusalén (sin que la ONU tenga ningún
poder coercitivo sobre ellos).
En resumen: en el campo de lo político y del derecho internacional
otro mundo es muy posible objetivamente. Es además
necesario. Y si no existe es tan sólo por la resistencia y la negativa
de los poderosos de la tierra y por la ambición de los que sólo
aspiran a sentarse a la mesa con ellos.
NOTAS:
(1) Olof Palme proponía además que ningún país
por rico que sea cotice más del 15% para evitar dependencia de
la ONU respecto de los grandes.
(2) Aquí hay que evocar siempre la barbarie norteamericana cuando
el tribunal de La Haya falló contra el minado de puertos a Nicaragua.
(3) Pero es que el gasto militar de USA supera todo el gasto mundial en
enseñanza universitaria y es 40 veces superior a lo que USA dedica
a Ayuda Oficial al desarrollo.
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