Otra ONU y otro Derecho Internacional es posible

ALDEA GLOBAL, DEMOCRACIA GLOBAL, DERECHO GLOBAL

José Ignacio González Faus

 

   
 

Tratando de mostrar que “otro mundo es posible”, quizás hay que inventar e imaginar diseños para el campo de la economía. Pero en los campos de la política y del derecho esos diseños existen ya. Lo único que ocu-rrió es que luego de aceptarlos, no se quiso ponerlos en práctica.
Esos diseños buscaban que el mundo funcione tal como sabemos que funcionan los países que (pese a mil deficiencias) funcionan mejor, es decir: de una manera democrática y no tiránica ni dictatorial. Y con una mínima “Constitución” aceptada y aprobada por una gran mayoría y, por ello, modificable, sí, pero inviolable mientras esté en vigor.
Buscaban pues que no hubiera en el mundo imperios, que son a nivel global lo que los dictadores a niveles locales. Buscaban también que el mundo funcionase como una democracia la cual, para ser verdaderamente tal, tiene que ser limpia: sin que determinados poderes económicos compren votos como ocurrió tantas veces en los orígenes de las democracias. Esos poderes tácitos fueron antaño los terratenientes y hoy, a nivel mundial, serían las multinacionales y los intereses petroleros.
Ese “otro mundo posible” es sencillamente un mundo en el que se ha democratizado la estructura internacio-nal del planeta. Y ese “otro mundo” no sólo es posible sino, en el campo que ahora nos ocupa, necesario. El mundo necesita una autoridad mundial. Y esa autoridad sólo será posible si es democráticamente elegida y no debe su legitimación ni al dinero ni a las armas.
Pues bien: la creación de la ONU, hecha al acabar la segunda guerra mundial, y con bastante buena voluntad ante el impacto de la tragedia que los humanos había-mos producido en el planeta, intentaba salir al encuentro de este problema. Pero ya entonces, y a pesar de la seriedad de la cuestión, las inevitables luchas humanas de poder, impidieron dar a las Naciones Unidas una estructura auténticamente democrática y justa. Se aceptaron determinadas limitaciones pensando que “más vale esto que nada” y que, aun con sus defectos, la nacida ONU podría ser “un primer paso”.
Hoy aquel primer paso se ha convertido en parálisis. Por tanto: para una aldea global con unos mínimos globales de libertad de justicia y de paz, nada más necesario que una profunda reforma de la estructura de las Naciones Unidas. Necesitamos una ONU que
a) sea una verdadera autoridad mundial con funcionamiento democrático (sin que se limite a ser manipulada para justificar veleidades del imperio). Y
b) tenga reservado todo o casi todo el ejercicio de la fuerza defensiva. Es decir: que sea verdaderamente una Organización de Naciones Unidas y no una organización de Naciones sometidas (ONS, que es como debería llamarse la ONU actual).
Ello supone que los países pertenecientes a la ONU aceptan unos mínimos pactos relativos a los derechos humanos y aceptan también una autoridad mundial distinta de la propia.
Ello supone también que se cumple el artículo 25 de la Carta actual de Naciones Unidas por el que los miem-bros de la ONU “convienen en aceptar y cumplir las decisiones del Consejo de Seguridad” (= CS). ¿Quién diría que eso forma ya parte de nuestro derecho internacional actual?.
Para que eso sea posible hay que
* modificar la composición del CS haciéndola más consonante con la realidad demográfica del planeta;
* suprimir el derecho de veto de los vencedores, que es una vergüenza democrática;
* y poner unas condiciones mínimas para ser miem-bro del CS. Por ejemplo: haber suscrito los convenios de desarme y derechos humanos, acatar las decisiones de la Corte Suprema de Justicia, no tener deudas con la ONU(1); quizás también tener unos gastos militares inferiores al 3% del PIB propio...
Todo esto es posible. No son cosas de ésas de las que se dice que no sabemos cómo funcionarán. Sólo hace falta voluntad para ponerlo en práctica. Hasta ahora el trabajo de Naciones Unidas ha estado siempre bloqueado y manipulado por los países más poderosos que, además, suelen ser los más morosos en el pago de sus cuotas y (en el caso de EEUU) no aceptan someterse a ninguna tribunal mundial distinto de los propios(2). ¡Ésos son los que luego se muestran dispuestos a bombardear cuando un país que no les gusta incumple una determinada resolución de NNUU!
Una ONU así, sería la verdadera responsable de la solución de conflictos. Para ello bastaría con comenzar por cumplir muchas cosas ya legisladas en la antigua, y que han sido letra muerta, o derecho muerto. En concreto, el articulo 26 de la Carta actual de la ONU dice que los miembros del Consejo de Seguridad son los encargados de elaborar planes para establecer un sistema de regulación de armamentos, tratando de que vayan a las armas los mínimos recursos económicos y humanos. Todo esto es precioso, pero resulta letra muerta cuando ¡los miembros permanentes del CS son precisamente las potencias nucleares y los que más gastan en armamentos! Es la falta de voluntad humana lo que convierte la letra válida en derecho muerto.
Además, y sólo par ir comenzando, se ha hablado de que cada país aporte una parte de sus gastos militares (vg. el 1 ó 2%) a las Fuerzas de Mantenimiento de Paz (esos inútiles cascos azules que hoy dan risa). Se propone establecer un impuesto sobre el valor de las exportaciones de armas, mientras éstas pervivan, y algunos hablan de crear un Servicio Civil Internacional sustitutorio (?). También esto sería posible si hubiera voluntad: pero hoy por hoy ésta no existe: y ¿cómo va a existir si cerca del 90% de las armas vendidas en el mundo, son vendidas por los países miembros perma-nen-tes del CS? Pero al menos quede claro que se trata de falta de voluntad, no de imposibilidad objetiva.
Cuando no hay voluntad las cosas son mucho mas difíciles que cuando hay verdadera voluntad y no se ven los caminos: pues en éste último caso, esos caminos acaban encontrándose. Nuestra mayor fuerza es que la guerra es increíblemente cara y la paz resulta mucho más barata, de modo que, en el futuro, y en un mundo (bien o mal) globalizado la prosperidad tan anhelada no va a ser posible para nadie si no hay paz.
Como ejemplo, ahí están los grandes absurdos de nuestro mundo: los grandes problemas de salud, alimentación y educación tienen en la actual ONU un coste anual que es la centésima parte de lo que gastan anualmente los estados en cuestiones militares. El presupuesto global de toda la ONU equivale más o menos al de un bombardero B2. Y el absurdo mayor: en 1995, cuando el cincuenta aniversario de la carta de NNUU, existían en el mundo (prescindiendo ahora de las bombas atómicas) 45.000 aviones de combate; 172.000 carros; 155.000 piezas de artillería; más de 1000 grandes buques de guerra, 700 submarinos y millones de rifles, morteros y otros artefactos. Todos los poderosos que se declaran “amantes de la paz” coincidirán en que su deseo es no tener que utilizar esas amenazas atroces. ¿Qué sentido tiene pues gastar tanto en producirlas, cuando, cada minuto mueren de hambre más de cien niños?
Pues tiene desgraciadamente un único sentido y es aquello que Nietzsche llamó “la voluntad de poder”.
En este contexto resulta indignante, y es un crimen contra la humanidad, que precisamente los países más culpables de que la ONU no haya funcionado, sean los que luego pretenden amparar sus bombardeos y sus terrorismos nacionales, en resoluciones de la ONU: ¡ellos que en toda su historia no han hecho caso de la ONU ni una sola vez! Las palabras de aquel que dijo: “ay de vosotros hipócritas...” nunca han tenido más aplicación... ¡Como si no supiéramos que Francia, el Reino Unido y Estados Unidos son los países que vetan o votan negativamente la mayoría de las propuestas de desarme que se plantean a votación en la Asamblea General! Un único ejemplo: Estados Unidos votó negativamente 8 de las 9 resoluciones sobre desarme nuclear propuestas a votación(3). Irán y Corea de Norte no votaron negativamente a ninguna de ellas. ¿Dónde está pues “el eje del mal”?
Como colofón añadiremos que sólo unas Naciones Unidas así podrían arreglar el hasta hoy (y quien sabe si para siempre) insoluble problema de Israel y Palestina: una de las mayores vergüenzas de nuestro siglo. Hay que comenzar a proclamar que los mayores y más aborrecibles antisemitistas son todos aquellos que utilizan el holocausto como argumento para cometer ellos sus pequeños holocaustos, los que, desde 1968, han incumplido 32 resoluciones de la ONU sobre el estatus de Jerusalén (sin que la ONU tenga ningún poder coercitivo sobre ellos).
En resumen: en el campo de lo político y del derecho internacional “otro mundo es muy posible” objetivamente. Es además necesario. Y si no existe es tan sólo por la resistencia y la negativa de los poderosos de la tierra y por la ambición de los que sólo aspiran a sentarse a la mesa con ellos.

NOTAS:
(1) Olof Palme proponía además que ningún país por rico que sea cotice más del 15% para evitar dependencia de la ONU respecto de los grandes.
(2) Aquí hay que evocar siempre la barbarie norteamericana cuando el tribunal de La Haya falló contra el minado de puertos a Nicaragua.
(3) Pero es que el gasto militar de USA supera todo el gasto mundial en enseñanza universitaria y es 40 veces superior a lo que USA dedica a Ayuda Oficial al desarrollo.

   
   


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