A manera de introducción fraterna
Pedro Casaldáliga
La globalización en su vertiente perversa es sencillamente
un modo nuevo de imperialismo. Bajo el imperio estamos. Y hablar hoy de
imperio es de la más rabiosa actualidad. Basta leer la larga lista
de libros dedicados al tema y los repetidos comentarios que vienen apareciendo
en periódicos y revistas de alto prestigio y difusión. Esta actualidad del imperialismo nos ha movido a dedicarle
la Agenda 2005. Para ayudar a conocer la entraña del nuevo imperialismo,
para desnudarlo críticamente. Los bobos y los interesados, como
en el cuento de Andersen, siguen viendo en el sistema colores e hilos
maravillosos. Necesitamos volver a la pureza de los niños, a la
coherencia de la ética y a la mirada libre de la verdad, para ver
claramente cómo el emperador está desnudo de toda racionalidad
humana y de toda justicia social. Podríamos hacernos una pregunta mayor: ¿Ha
dejado de existir el imperialismo desde que el mundo es mundo civilizado? Hablamos del nuevo imperio, del neoimperialismo.
Tan inicuo como el imperialismo viejo, pero más poderoso, más
omnímodo, global. Domeñando la economía y la cultura,
la información y las armas, la política y hasta la religión.
El pensamiento único es el pensamiento del poder único,
convertido en un megapoder de carácter político-militar
en el que los Estados Nacionales renuncian al interés público.
(Declaración final del Encuentro Internacional En defensa
de la Humanidad, Ciudad de México, octubre de 2003). Se trata del primer imperio verdaderamente mundial. La revista
Caros Amigos dedicaba un número (junio, 2003) a El
nuevo imperialismo y, en su editorial, sintetizaba así: El
imperialismo ejercido actualmente por EEUU no encuentra similar en ningún
otro a lo largo de la historia. Entre otras razones, porque no tiene rival
en el campo militar y, a lo que parece, tampoco en términos de
voracidad: pretende la dominación de todo el mundo. De ahí
que sea considerado un nuevo tipo de imperialismo, el superimperialismo.
No por acaso las bases militares americanas se esparcen por los cinco
continentes y ocupan posiciones estratégicas con relación
a potenciales adversarios. Pero es más el neoimperialismo. Es el dominio universalizado
de un sistema -el capitalismo neoliberal- a través del capital
financiero, por los tentáculos omnipresentes de las multinacionales;
aunque siendo unos países, un país sobretodo, la plataforma
del nuevo imperio, su cuartel general. Y por este motivo hay mucha verdad
y derecho cuando desde el Sur dominado miramos con indignación
hacia el Norte dominador y, más concretamente, hacia EEUU. La globalización neoliberal ya ha sido calificada
llanamente de americanización global, de imperialismo
estadounidense. Y un político lacayo de la vieja Europa ha
piropeado públicamente a Bush con el título supremo de emperador.
(¡Muchos muertos por bloqueo o por guerra han tenido que saludar
fatalmente a ese emperador absurdo como los que iban a morir saludaban
al césar romano!). De todos modos, Samir Naïr insiste en la necesidad
de diferenciar los conceptos de imperialismo y de imperio. El imperio
es el sistema-mundo, y el imperialismo es un comportamiento político-económico-militar.
El imperio es el sistema, neoliberal, que hoy domina el mundo; el imperialismo
es su mal espíritu, a través de la hegemonía de EEUU. Es muy indignante recordar que, durante los 20 años
de neoliberalismo, los países del tercer mundo han enviado a Estados
Unidos un billón de dólares en remesas de capital líquido.
¡Los países pobres exportando capital hacia los países
ricos! Ese billón es empleado en EEUU para mantener su poder militar
y sojuzgar a esos países bajo la férula del imperio. Y
así se cierra el círculo vicioso de dominación económico-política
y militar de EEUU sobre el mundo. (Luis Nassif - João Pedro
Stédile). Llamémosle como le llamemos, imperialismo,
neoliberalismo o fundamentalismo del libre mercado, estamos ante la misma
realidad: un mundo injusto y unas relaciones injustas, concluía
Juan Somavía, de la Organización Internacional del Trabajo,
en el FSM de 2004. Esta Agenda 2005 ofrece la colaboración de varios
especialistas, para la tarea de analizar el nuevo imperio, sus raíces,
sus mecanismos, su proyecto. Para que descubramos, quizás espantados,
hasta qué punto estamos siendo, nosotras, nosotros, también,
zarandeados por ese nuevo imperio, que se nos mete en casa por la televisión,
que nos acecha en el supermercado, que nos pervierte con la información
y la desinformación dirigidas por el imperio mediático,
que nos barbariza el idioma materno y que aspiramos constantemente como
una contaminación ambiental. Conocer el enemigo y desnudarlo es para enfrentarlo lúcidamente.
Por todos los medios que la ética y la solidaridad sugieran, desde
todas las trincheras de la Humanidad en pie de Justicia, de Libertad y
de Paz. El imperio no es omnipotente ni es eterno. El imperio
sólo es de Dios rezaba la inscripción musulmana en
el califato de Córdoba. Y la sabiduría griega ya advertía
que la prepotencia pierde a los hombres y a las naciones. Emmanuel Todd ha vislumbrado y descrito, en su libro Después
del imperio, la descomposición del sistema americano.
Y el escarmentado ex-presidente de la Unión Soviética, Mihail
Gorbachov, aseguraba, a raíz de la guerra contra Irak, que la comunidad
internacional no permitirá que los Estados Unidos gobiernen, solitos,
el mundo. Ni EEUU ni otro país. Está cada vez más
próximo el fin de todo imperio, porque la Humanidad se siente cada
día más una y, a pesar de tantas apariencias y realidades
nefastas, la Humanidad quiere, exige, ser cada vez más humana.
Sin dominaciones, sin exclusiones, sin votos ni vetos privilegiados. Respetando
siempre las identidades complementarias, porque hasta la utopía
de un gobierno mundial -llegado el caso- podría acabar haciéndole
el juego a un imperialismo real. El desafío sigue siendo siempre
conjugar la identidad-alteridad localizada con la globalidad intersolidaria. El otro mundo posible se va postulando, siempre
más, como necesario y urgente. Como un sueño que vamos decantando
en realidad diaria creciente, futuro adentro, con una terca esperanza.
En nuestros sueños -profesan utópicamente y denodadamente
los zapatistas- hemos visto otro mundo. Un mundo verdadero, más
justo, en el que no eran necesarios los ejércitos. En este mundo
era razón y voluntad el gobierno de los más y eran los que
mandaban gente de bien, que mandaban obedeciendo. La Agenda, después de describir el imperialismo y
más concretamente el neoimperialismo y las ramificaciones de su
perversidad en los diferentes sectores de la vida y del medio ambiente,
recoge varias manifestaciones alternativas y propuestas de antiimperialismo,
constructivas, de solidaridad y complementariedad: sea en los organismos
mundiales, sea en experiencias de base. No sin antes iluminar críticamente
el fenómeno nuevo imperio. Ver, juzgar y actuar continúan
siendo los tres tiempos de nuestra praxis. Como enfrentar al imperio se titulaba la conferencia
de Arundhati Roy, en el Foro Social Mundial de 2003. Nosotros, decía
la líder india, todos nosotros aquí reunidos, cada cual
a su propia manera, tenemos sitiado al imperio. Puede que no lo hayamos
detenido -todavía- pero lo hemos desnudado, desenmascarado. Lo
hemos forzado a salir a campo abierto. Ahora está delante de nosotros,
en el escenario del mundo, en toda su brutal e inicua desnudez. Se trata de seguir librando la gran batalla del siglo. Uniéndonos
todas las fuerzas alternativas. Aprovechando estratégicamente las
brechas que irá dejando el imperio desnudo. Actuando día
a día localmente y globalmente: la glocalización en acto.
En intersolidaridad. Siendo coherencia y esperanza. Cristianamente hablando, la consigna es muy diáfana
(y muy exigente) y Jesús de Nazaret nos la ha dado, hecha mensaje
y vida y muerte y resurrección: Contra la política opresora
de cualquier imperio, la política liberadora del Reino. Ese Reino
del Dios vivo, que es de los pobres y de todos aquellos y aquellas que
tienen hambre y sed de justicia. Contra la agenda del imperio, la agenda del Reino. |
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