El imperio del dólar

Jean LAMBERT

 

   
 

Imaginemos una economía sin contacto con el mundo exterior, que produce 10 pirulís por año. Una fábrica, un empresario y un obrero. Diez dulces montados en palitos representan el Producto Interno Bruto (PIB), y algunos niños felices forman el mercado consumidor. Más: hay 10 unidades monetarias en circulación, de forma que cada una de ellas tiene su equivalencia en forma de un pirulí. Los niños, por eso, entran en la dulcería con su dinerito y tienen la certeza de salir con un pirulí porque hay oferta real en contrapartida. Mientras dure ese equilibrio, la moneda está a salvo, y cualquiera puede aceptarla con la seguridad de que podrá cambiarla por el producto cuando quiera. Pero, he ahí que a las autoridades se les ocurre emitir más monedas, para un producto constante de 10 pirulís (!).
En un espacio económico cerrado, por hipótesis, y con tendencia a un consumo del 100%, no hay otra opción que no sea convertir todo ese dinero en las mercancías efectivamente disponibles... y no se necesita ser adivino para saber el resultado: la proporción de cambio reflejará la quiebra del equilibrio entre el volumen monetario y la masa producida, generando una inflación de 10, 20, 30%... hasta que los niños, desconfíen de la existencia de pirulís y se desinteresen de una moneda sin respaldo real, pues un papel sin respaldo se convierte en una abstracción que nadie quiere.
El mayor problema de la Federal Reserve de EEUU consiste precisamente en mantener el aludido equilibrio entre el dólar y el PIB mundial... Me explico.
La moneda estadounidense no ocupa todo el espacio financiero internacional, pero no le disgustaría hacerlo... y ha avanzado mucho en los 50 años en que, al amparo de las reglas de Bretton Woods, el Banco Central estadounidense ha funcionado como Casa Mundial de la Moneda, emitiendo el equivalente universal de la riqueza planetaria, comprando el mundo con cheques y garantizando su cobertura con el sudor de la humanidad.
Hay que tener en cuenta que el papel moneda no es sólo papel: es ley, ordenamiento jurídico. Y el dólar es el vehículo de una forma perversa de colonización moneta-ria en la que cada retroceso de la soberanía nacional corresponde a un avance de la autoridad estadouniden-se... con el resultado final de arrollar el mundo en un proyecto global de engorde de la moneda acuñada en Washington en perjuicio de las demás.
Oí hablar de un pajarillo perezoso que no cuida de sus propios huevos: los pone en nido ajeno, tercerizando su incubación. Siempre escoge padres de alquiler de menor estatura, de forma que sus crías biológicas no tengan dificultad en expulsar del nido a sus hermanos de nido y monopolizar así el esfuerzo alimentario de la desapercibida pareja.
La Federal Reserve tiene comportamientos parecidos: pone una moneda parásita en un banco central ajeno, con miras a desalojar a la moneda local, y a extorsionar la producción de pirulís del nido mediante tareas domésticas dictadas por órganos disciplinarios como el FMI y criaturas semejantes.
Sadam Hussein conocía esta trampa... y decidió tirar del tapete del dólar. Tenía poder para hacerlo, porque controlaba un montón de pirulís que le servían de respaldo: el petróleo. Una enorme proporción de la moneda estadounidense en circulación, en efecto, se apoya en la compra y venta del oro negro. Son los llamados «petrodólares», gigantescos volúmenes financieros que quedarían al descubierto sin contrapartida petrolífera.
Con esa intención, el líder iraquí cambió sus dólares por euros, decretando que, a partir de entonces, ¡sólo exportaría contra pago en moneda europea! Con ello, transfería el respaldo del dólar hacia otro imperio monetario, debilitando al primero para fortalecer al segundo...
Si eso hiciera moda, sellaría, sin apelación, ¡la muerte del dólar y el surgimiento del petroeuro! El centro de gravedad de las finanzas internacionales (que emigró de Europa para Nueva York como consecuencia de las Guerras Mundiales) emprendería ahora su camino de vuelta.
Peor: el mundo vomitaría montañas de dólares sin respaldo, y Washington tendría que rescatarlos, asumiendo un enorme déficit de 5 décadas de irresponsabilidad. ¡Sería el fin! EEUU se convertiría en Tercer Mundo... Es la capacidad de EEUU de comprar el Planeta con papel lo que ha entrado en crisis. Y con ello, ¡las bases mismas del poder imperial!
¿Difícil de entender? Lo explico todo de otra forma.
Comencemos desayunando en el bar... y analicemos. ¿Un café con leche y un bollo? Nada de eso: lo que te vas a comer es trabajo. Sí, trabajo de la señora que encendió la cocina, del conductor del autobús que la trajo en volandas, del hacendado que plantó el trigo de la harina, del albañil que levantó las paredes de la cocina... Puede ser que no te des cuenta, pero son cadenas humanas infinitas dando vueltas en función de tu estómago. Todo un mundo en movimiento... ¡una sociedad entera!
Pero... ¡mira esa moza tan guapa! Vaya modelo... camiseta de estilo, pantalón jeans, gorro vanguardista...: ¡es puritito trabajo, de los pies a la cabeza! Acumula el sudor de la costurera, el esfuerzo del zapatero, el arte del peluquero... Tanta gente esforzándose para producir esa muñeca... Sin despreciar a su familia educadora, ni al sesudo profesor de la universidad... porque si en imagen ella es nota 10, por dentro espanta más todavía: es una persona enseñada, intelectualmente «trabajada»...
¿Acabaste el café y el bollo? Pues bien: has comido trabajo con cara de café y bollo, y has pagado con trabajo en forma de nota bancaria. Lo que transaccionamos es en realidad esfuerzo humano con apariencias diversas. Y la moneda es una mercancía como las demás, sólo que con la particularidad de que puede ser intercambiada con todas las demás. Es la contrapartida genérica del trabajo social, en definitiva.
Ese zumo de naranja por un peso en el bar de la esquina... no es más que un fragmento del PIB en forma de zumo, intercambiado por otra fracción del PIB bajo el disfraz de moneda en el bar del viejo Marx...
Muy bien. Pues no es diferente en el plano interna-cional. Veamos. Un comerciante de Ginebra compra soya de Paraná: va para allá trabajo brasileño en forma de soya, y viene trabajo suizo en forma de francos.
Espera: los francos no incorporan directamente trabajo suizo; son más bien una promesa obtenida (contra la economía helvética) convertible en producción cuando el portador de la misma quiera. El suizo, por tanto, trabaja y entrega un papel... pero sabe que es una transacción con un déficit que será rescatado más adelante con un exquisito chocolate...
Empate pues. Va un producto y viene otro. Es lo justo. Lo equilibrado. Cada cual adquiere trabajo del otro a cambio del suyo, y por eso nadie se atreve a repartir moneda más allá de su real capacidad productiva, pues lo contrario le acarrearía una bancarrota segura. Mientras el PIB mexicano garantice el peso, mientras la riqueza de la India respalde la rupia... y cada cual se responsabilice de su propio dinero, el mundo está seguro, sin miedo a una quiebra.
Y aquí está precisamente el problema del dólar apoyado en la producción mundial... Porque, piénsalo bien: Argentina produce zapatos... los vende para Alemania... recibe dólares... e importa petróleo de Arabia Saudita. ¿Sí? Tuvo que trabajar y exportar para tener acceso a la riqueza ajena. Pero el estadounidense no necesita esforzarse tanto para conquistar el dólar mágico... ¡porque tiene la imprenta en casa!
¡Epa! Aquí hay alguien que juega con ventaja. Hay expertos que toman un atajo para llevarse trabajo sin devolver trabajo. ¡Genial! El estadounidense emite una moneda que compra el mundo, pero el mundo no emite una moneda que compra al estadounidense. ¡Habráse visto...! Estamos con lo que dijo Keynes en Bretton Woods... ¿Sabes?, esa historia de la moneda mundial administrada por un Banco Central Internacional. El mundo emitiendo moneda para comprar el mundo... ¡eso sería lo correcto!, pero lo que tenemos es una nación imprimiendo papel para comprar a los demás!?!
Al final, entonces, una empresa neoyorkina compra acero de Bruselas y paga con dólares... Pero Bélgica no va a cobrar su equivalencia en mercancías allá en EEUU: toma los billetes verdes y compra calzados a Indonesia... que adquiere con ellos material electrónico en Taiwán... que importa arroz de la India... ¡y todo con la misma moneda!
El suizo entrega chocolate, pero el estadounidense no suelta nada... a no ser un recibo del cual se desresponsabiliza, dejando que el mundo trabaje para darle respaldo... Compra carne con un cheque... pero el carnicero no va a descontárselo al banco, sino que lo pasa al mercadillo para cambiarlo por leche... de donde sale para la gasolinera para llenar el tanque...
No hay retorno a la cuenta emitente. El dueño del cheque se libra del cobro diluyendo su deuda en cuentas de otros clientes. Pero el problema que se ha creado, hermano... ¡ni te cuento! No hay producción estadounidense suficiente para rescatar lo dilapidado en cinco décadas de farra...
Ése es el problema: hay muchos más dólares fuera que dentro de EEUU... y si a esas montañas de papel les diera por volver de repente... sería la debacle, porque los estadounidenses tendrían que trabajar un milenio para saldar su deuda... o simplemente, declararse en quiebra.
Pero Sadam no quería saber nada de eso. Y daba mal ejemplo. Imagínense que Irán le diera por hacer lo mismo. ¿Y después Venezuela... y Rusia...? ¡Billones de dólares perdidos, volviendo hacia la Federal Reserve. Un Big ban al revés... es lo que el Pentágono intentó detener sustituyendo al régimen iraquí por un gobierno pro-dólar... y lo que Francia y Alemania, por ejemplo, querían evitar, en defensa del euro...

 

   
 
Jean Lambert,
Goiânia, GO, Brasil


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