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Imaginemos una economía sin contacto
con el mundo exterior, que produce 10 pirulís por año. Una
fábrica, un empresario y un obrero. Diez dulces montados en palitos
representan el Producto Interno Bruto (PIB), y algunos niños felices
forman el mercado consumidor. Más: hay 10 unidades monetarias en
circulación, de forma que cada una de ellas tiene su equivalencia
en forma de un pirulí. Los niños, por eso, entran en la
dulcería con su dinerito y tienen la certeza de salir con un pirulí
porque hay oferta real en contrapartida. Mientras dure ese equilibrio,
la moneda está a salvo, y cualquiera puede aceptarla con la seguridad
de que podrá cambiarla por el producto cuando quiera. Pero, he
ahí que a las autoridades se les ocurre emitir más monedas,
para un producto constante de 10 pirulís (!).
En un espacio económico cerrado, por hipótesis, y con tendencia
a un consumo del 100%, no hay otra opción que no sea convertir
todo ese dinero en las mercancías efectivamente disponibles...
y no se necesita ser adivino para saber el resultado: la proporción
de cambio reflejará la quiebra del equilibrio entre el volumen
monetario y la masa producida, generando una inflación de 10, 20,
30%... hasta que los niños, desconfíen de la existencia
de pirulís y se desinteresen de una moneda sin respaldo real, pues
un papel sin respaldo se convierte en una abstracción que nadie
quiere.
El mayor problema de la Federal Reserve de EEUU consiste precisamente
en mantener el aludido equilibrio entre el dólar y el PIB mundial...
Me explico.
La moneda estadounidense no ocupa todo el espacio financiero internacional,
pero no le disgustaría hacerlo... y ha avanzado mucho en los 50
años en que, al amparo de las reglas de Bretton Woods, el Banco
Central estadounidense ha funcionado como Casa Mundial de la Moneda, emitiendo
el equivalente universal de la riqueza planetaria, comprando el mundo
con cheques y garantizando su cobertura con el sudor de la humanidad.
Hay que tener en cuenta que el papel moneda no es sólo papel: es
ley, ordenamiento jurídico. Y el dólar es el vehículo
de una forma perversa de colonización moneta-ria en la que cada
retroceso de la soberanía nacional corresponde a un avance de la
autoridad estadouniden-se... con el resultado final de arrollar el mundo
en un proyecto global de engorde de la moneda acuñada en Washington
en perjuicio de las demás.
Oí hablar de un pajarillo perezoso que no cuida de sus propios
huevos: los pone en nido ajeno, tercerizando su incubación. Siempre
escoge padres de alquiler de menor estatura, de forma que sus crías
biológicas no tengan dificultad en expulsar del nido a sus hermanos
de nido y monopolizar así el esfuerzo alimentario de la desapercibida
pareja.
La Federal Reserve tiene comportamientos parecidos: pone una moneda parásita
en un banco central ajeno, con miras a desalojar a la moneda local, y
a extorsionar la producción de pirulís del nido mediante
tareas domésticas dictadas por órganos disciplinarios como
el FMI y criaturas semejantes.
Sadam Hussein conocía esta trampa... y decidió tirar del
tapete del dólar. Tenía poder para hacerlo, porque controlaba
un montón de pirulís que le servían de respaldo:
el petróleo. Una enorme proporción de la moneda estadounidense
en circulación, en efecto, se apoya en la compra y venta del oro
negro. Son los llamados «petrodólares», gigantescos
volúmenes financieros que quedarían al descubierto sin contrapartida
petrolífera.
Con esa intención, el líder iraquí cambió
sus dólares por euros, decretando que, a partir de entonces, ¡sólo
exportaría contra pago en moneda europea! Con ello, transfería
el respaldo del dólar hacia otro imperio monetario, debilitando
al primero para fortalecer al segundo...
Si eso hiciera moda, sellaría, sin apelación, ¡la
muerte del dólar y el surgimiento del petroeuro! El centro de gravedad
de las finanzas internacionales (que emigró de Europa para Nueva
York como consecuencia de las Guerras Mundiales) emprendería ahora
su camino de vuelta.
Peor: el mundo vomitaría montañas de dólares sin
respaldo, y Washington tendría que rescatarlos, asumiendo un enorme
déficit de 5 décadas de irresponsabilidad. ¡Sería
el fin! EEUU se convertiría en Tercer Mundo... Es la capacidad
de EEUU de comprar el Planeta con papel lo que ha entrado en crisis. Y
con ello, ¡las bases mismas del poder imperial!
¿Difícil de entender? Lo explico todo de otra forma.
Comencemos desayunando en el bar... y analicemos. ¿Un café
con leche y un bollo? Nada de eso: lo que te vas a comer es trabajo. Sí,
trabajo de la señora que encendió la cocina, del conductor
del autobús que la trajo en volandas, del hacendado que plantó
el trigo de la harina, del albañil que levantó las paredes
de la cocina... Puede ser que no te des cuenta, pero son cadenas humanas
infinitas dando vueltas en función de tu estómago. Todo
un mundo en movimiento... ¡una sociedad entera!
Pero... ¡mira esa moza tan guapa! Vaya modelo... camiseta de estilo,
pantalón jeans, gorro vanguardista...: ¡es puritito trabajo,
de los pies a la cabeza! Acumula el sudor de la costurera, el esfuerzo
del zapatero, el arte del peluquero... Tanta gente esforzándose
para producir esa muñeca... Sin despreciar a su familia educadora,
ni al sesudo profesor de la universidad... porque si en imagen ella es
nota 10, por dentro espanta más todavía: es una persona
enseñada, intelectualmente «trabajada»...
¿Acabaste el café y el bollo? Pues bien: has comido trabajo
con cara de café y bollo, y has pagado con trabajo en forma de
nota bancaria. Lo que transaccionamos es en realidad esfuerzo humano con
apariencias diversas. Y la moneda es una mercancía como las demás,
sólo que con la particularidad de que puede ser intercambiada con
todas las demás. Es la contrapartida genérica del trabajo
social, en definitiva.
Ese zumo de naranja por un peso en el bar de la esquina... no es más
que un fragmento del PIB en forma de zumo, intercambiado por otra fracción
del PIB bajo el disfraz de moneda en el bar del viejo Marx...
Muy bien. Pues no es diferente en el plano interna-cional. Veamos. Un
comerciante de Ginebra compra soya de Paraná: va para allá
trabajo brasileño en forma de soya, y viene trabajo suizo en forma
de francos.
Espera: los francos no incorporan directamente trabajo suizo; son más
bien una promesa obtenida (contra la economía helvética)
convertible en producción cuando el portador de la misma quiera.
El suizo, por tanto, trabaja y entrega un papel... pero sabe que es una
transacción con un déficit que será rescatado más
adelante con un exquisito chocolate...
Empate pues. Va un producto y viene otro. Es lo justo. Lo equilibrado.
Cada cual adquiere trabajo del otro a cambio del suyo, y por eso nadie
se atreve a repartir moneda más allá de su real capacidad
productiva, pues lo contrario le acarrearía una bancarrota segura.
Mientras el PIB mexicano garantice el peso, mientras la riqueza de la
India respalde la rupia... y cada cual se responsabilice de su propio
dinero, el mundo está seguro, sin miedo a una quiebra.
Y aquí está precisamente el problema del dólar apoyado
en la producción mundial... Porque, piénsalo bien: Argentina
produce zapatos... los vende para Alemania... recibe dólares...
e importa petróleo de Arabia Saudita. ¿Sí? Tuvo que
trabajar y exportar para tener acceso a la riqueza ajena. Pero el estadounidense
no necesita esforzarse tanto para conquistar el dólar mágico...
¡porque tiene la imprenta en casa!
¡Epa! Aquí hay alguien que juega con ventaja. Hay expertos
que toman un atajo para llevarse trabajo sin devolver trabajo. ¡Genial!
El estadounidense emite una moneda que compra el mundo, pero el mundo
no emite una moneda que compra al estadounidense. ¡Habráse
visto...! Estamos con lo que dijo Keynes en Bretton Woods... ¿Sabes?,
esa historia de la moneda mundial administrada por un Banco Central Internacional.
El mundo emitiendo moneda para comprar el mundo... ¡eso sería
lo correcto!, pero lo que tenemos es una nación imprimiendo papel
para comprar a los demás!?!
Al final, entonces, una empresa neoyorkina compra acero de Bruselas y
paga con dólares... Pero Bélgica no va a cobrar su equivalencia
en mercancías allá en EEUU: toma los billetes verdes y compra
calzados a Indonesia... que adquiere con ellos material electrónico
en Taiwán... que importa arroz de la India... ¡y todo con
la misma moneda!
El suizo entrega chocolate, pero el estadounidense no suelta nada... a
no ser un recibo del cual se desresponsabiliza, dejando que el mundo trabaje
para darle respaldo... Compra carne con un cheque... pero el carnicero
no va a descontárselo al banco, sino que lo pasa al mercadillo
para cambiarlo por leche... de donde sale para la gasolinera para llenar
el tanque...
No hay retorno a la cuenta emitente. El dueño del cheque se libra
del cobro diluyendo su deuda en cuentas de otros clientes. Pero el problema
que se ha creado, hermano... ¡ni te cuento! No hay producción
estadounidense suficiente para rescatar lo dilapidado en cinco décadas
de farra...
Ése es el problema: hay muchos más dólares fuera
que dentro de EEUU... y si a esas montañas de papel les diera por
volver de repente... sería la debacle, porque los estadounidenses
tendrían que trabajar un milenio para saldar su deuda... o simplemente,
declararse en quiebra.
Pero Sadam no quería saber nada de eso. Y daba mal ejemplo. Imagínense
que Irán le diera por hacer lo mismo. ¿Y después
Venezuela... y Rusia...? ¡Billones de dólares perdidos, volviendo
hacia la Federal Reserve. Un Big ban al revés... es lo que el Pentágono
intentó detener sustituyendo al régimen iraquí por
un gobierno pro-dólar... y lo que Francia y Alemania, por ejemplo,
querían evitar, en defensa del euro...
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