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El conocido cuento de Andersen sobre la ropa
nueva del emperador, deja al descubierto la estupidez y la vanidad del
emperador, y también las de algunos miembros de su gabinete. En
lo que parece ser la fuente original por la que Andersen se dejó
inspirar1, la trama es más compleja, pero en cierto sentido con
detalles más realistas. El protagonista de la narrativa, el Conde
Lucanor, le cuenta a su consejero Patronio lo siguiente: «un hombre
me ha venido a proponer una cosa muy importante y que dice me conviene
mucho, pero me pide que no lo diga a ninguna persona por confianza que
me inspire, y me encarece tanto el secreto que me asegura que si lo digo
mi hacienda y hasta mi vida estarán en peligro». Como se
desprende del texto, el Conde decidió contárselo todo a
Patronio, quien a su vez le responde con una historia muy parecida a la
de Andersen. La diferencia con ésta reside en que los estafadores
del rey del cuento de Don Juan Manuel producen «una tela que sólo
podía ser vista por el que fuera hijo del padre que le atribuían,
pero que no podía verla el que no lo fuera». Continúa
el relato: «al rey agradó esto mucho, esperando que por tal
medio podría saber quiénes eran hijos de los que aparecían
como de sus padres y quiénes no, y de este modo aumentar sus bienes,
ya que los moros no heredan si no son verdaderamente hijos de sus padres;
a los que no tienen hijos los hereda el rey».
La versión más antigua del cuento del rey desnudo nos puede
servir de metáfora para entender la situación económica,
social y política del mundo actual. En este cuento se revela todo
un sistema de miedos y chantajes basado en la codicia del rey que quiere
enriquecerse más. Es un círculo vicioso del que nada ni
nadie que forma parte de este sistema sabe escaparse. Al fin y al cabo
la estupidez y la codicia del rey del cuento de don Juan Manuel son descubiertas
por una persona que no tiene nada que perder: el palafrenero negro del
rey (personaje que en el relato de Andersen se convierte en niño).
Muchos reconocerán en las imágenes del cuento lo cerrado
y la ubicuidad del sistema económico de hoy. Pocos negarán
que son ante todo los excluidos del mundo los que están en condiciones
de desenmascarar las falacias del sistema económico en que les
toca vivir, pues son ellos los que sufren en carne propia la estupidez
y la codicia de los que están en el poder. Sin embargo, la pregunta
que nos concierne a todos es qué hacer para que estos análisis,
estas convicciones y reconoci-mientos se conviertan en algo concreto,
algo con potencial de cambiar el sistema junto con las condiciones de
vida miserables de tanta gente.
Economía solidaria
En efecto, constatamos que, tanto en el norte como en el sur, se han venido
desarrollando experiencias de economías solidarias, con el común
denominador de que todas ellas han empezado de una manera muy pequeña,
muy precaria, quizás muy ligadas a situaciones de pobreza, incluso
de pobreza extrema, pudiéndose citar como ejemplo el caso concreto
de las Cajas de Ahorro a nivel mundial. En la práctica, estas experiencias
que iniciaron su caminar muy tímidamente, han llegado en muchos
casos a constituir un movimiento muy fuerte que mantiene todavía
identidades destacadas, sobre todo a nivel local. En los países
del sur, la cooperación ha sido un elemento gravitante, sobre todo
para los más pobres que se han organizado apoyándose mutuamente
para sobrevivir en la pobreza e intentar salir de la misma, con experiencias
importantes en algunos casos de autogestión. Sin embargo, no se
puede dejar de reconocer que muchas de las experiencias de economía
solidaria han perdido sus rasgos fundacionales, asimiladas por el sistema
neoliberal, en la misma medida en que han olvidado la escala de valores
que motivó su creación.
Un proyecto mayor de economía solidaria se plantea como una estrategia
que invita al conjunto de actores económicos y sociales de una
localidad, una región, un país e inclusive a nivel internacional
a construir una nueva economía no sólo en base al «competir»
para lograr una tasa de ganancia, sino al «compartir» los
beneficios, los conocimientos, cada vez más equitativamente2.
Comercio justo
De una manera especial el comercio justo se enmarca en lo que acabamos
de identificar como ‘experiencias de economía solidaria’.
En Europa surgieron, allá por los años cincuenta y sesenta,
incontables iniciativas en las que se vinculaban productores del sur con
consumidores del norte. Al comienzo los productos (entre ellos café,
cacao, artesanías, etc.) se vendían en tiendas especiales.
A éstas sólo acudía gente consciente de que el negocio
limpio o el comercio justo era el camino para llegar a más igualdad
económica en el mundo.
«Solidaridad», agencia holandesa de cooperación con
América Latina, junto con algunos actores del mundo de la solidaridad
y en estrecha comunicación con campesinos cafetaleros mexicanos,
revolucionó el concepto llevando los productos justos a los grandes
supermercados. A finales de los años ochenta café con el
sello de garantía Max Havelaar llegó a ser el primer producto
adquirible para el público general. En lo que se refiere al mercado
holandés, le siguieron los bananos y otras frutas frescas, todas
provistas del sello Max Havelaar3. Sin embargo, con todo lo que el comercio
justo trajo en términos de concientización del público,
y de beneficios para los productores de café y bananos, las cuotas
de mercado de los productos justos se mantuvieron a niveles relativamente
modestos.
¿Desnudando el nuevo imperio?
Volvamos al cuento de Juan Manuel. Como metáfora aplicada al mundo
de hoy la historia del rey es elocuen-te. Sugiere que el sistema está
cerrado herméticamente. No hay signos de cambios, aunque el rey
al final tenga que reconocer su estupidez y ceguera y aunque el palafrenero
negro haya podido mostrar su capacidad de análisis. Este seguirá
de sirviente del rey, aquél, por desnudo que esté, perseguirá
su sueño de enriquecerse.
Sin querer atenernos demasiado a la letra del cuento del rey desnudo,
la ‘verdad’ del cuento parece reflejarse en las dificultades
que enfrentan la economía solidaria y el comercio justo. Uno hasta
podría llegar a la conclusión de que a iniciativas como
éstas sólo se les permite una existencia de margen.
Afortunadamente queda algo más por contar. En los últimos
años el concepto de la responsabilidad social de la empresa ha
venido tomando vuelo, no sólo en Europa y EEUU, sino también
en América Latina. Aunque el café con sello Max Havelaar
no haya pegado bien, el concepto de la responsabilidad social del consumidor
sí convenció a muchos actores de la sociedad. Hace poco
se esparció la noticia de que Douwe Egberts, antigua empresa tostadora
holandesa e hija de Sarah Lee (en ranking la tercera empresa transnacional
en compras de café), decidió comprar parte de sus importaciones
de café a través de la fundación Utz Kapeh4, una
organización sin fines de lucro que promueve la producción
social y ecológicamente sostenible de café. Si bien es cierto
que se trata de un porcentaje mínimo, es en el negocio de café
un primer signo de interés de parte de los grandes jugadores en
respetar ciertos códigos de conducta para con los productores y
el medio ambiente. Y en el mundo del comercio justo crece la convicción
de que se necesitan proyectos económicos de gran escala para surtir
los efectos deseados en la vida de los productores.
El conde Lucanor
Una última vez nos referimos al antiguo relato de Don Juan Manuel.
Es claro que no tiene sentido tener las esperanzas puestas en el rey desnudo.
Sin embargo, vale la pena ver más allá de la historia del
rey. El mismo conde Lucanor, hacendado según se nos hace saber,
decide tenerle confianza a su consejero y no caer en la trampa que le
tendió el estafador. Se mantiene, en otras palabras, en su sano
juicio. En esto de mantener comunicación transparente con sus colaboradores,
de no dejarse llevar ciegamente por el deseo de enriquecerse rápido
sino guardar cierta racionalidad en el trato de sus negocios, el conde
Lucanor puede servir de modelo al empresario moderno, aliado nuevo en
el comercio justo.
«Solidaridad», mientras tanto, siguió su camino. En
2001 creamos la empresa Kuyichi5, dedicada a vender ropa de fashion a
jóvenes modernos y ‘cool’, para expresarnos en su jerga.
Kuyichi vincula consumidores de ropa del oeste con productores de algodón
y confeccionistas del sur. Vendemos una marca, un brand, ya no con sello
Max Havelaar, ya no con la pretensión de desnudar al emperador.
Pero sí apostamos en que al final terminare-mos ofreciéndole
ropa justa, café justo y bananos justos y otros tantos artículos
justos al emperador, y que no le quedará otra opción que
comprárnoslos.
Notas
1 El Conde Lucanor, escrito por don Juan Manuel, Infante de Castilla,
y publicado por primera vez en 1335.
2 Humberto Ortiz, Economía Solidaria: hacia una nueva civilización
el mundo, en el Perú, en las comunidades, Lima 2003.
3 Sobre la historia del comercio justo en Holanda: Comercio justo.
La historia del café Max Havelaar, los bananos Oké y los
tejanos Kuyichi, Nico Roozen/Frans van der Hoff, Amsterdam 2003.
Para conseguirlo escribir a info@solidaridad.nl
4 ver: www.utzkapeh.org
5 ver: www.kuyichi.org (sólo en inglés)
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