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El actual sistema mundial cruje, y muchos así lo
reconocen. Hasta en las altas esferas de los organismos que comandan el
sistema, surgen cada día voces nuevas que se suman al ejército
de los convencidos de que el actual (des)orden no tiene salida sino con
un cambio estructural. Ya son pocas las voces que se atreven a repetir
la cantinela de décadas pasadas: «estamos en el mejor de
los mundos posibles», o «no hay alternativa»
Decididamente, la «altermundialidad» venció sobre la
ideología de la «inevitabilidad». Aquel tímido
grito, que comenzó en torno al Foro Social Mundial, «otro
mundo es posible», ha dado efectivamente la vuelta al mundo, y se
ha hecho clamor, voz común, unificada, internacional. Sí,
es la altermundialidad: afirmamos que no estamos en el mejor de los mundos
posibles, que no es inevitable esta actual situación del mundo,
y que «otro mundo es posible».
Ahora bien, el otro mundo posible no caerá del cielo, ni amanecerá
un día cualquiera
¿Cómo vendrá? ¿Quién
lo construirá? ¿Qué hará que vaya surgiendo?
Lo primero que habrá que hacer para construir el mundo nuevo será
«soñarlo». Lo nuevo no vendrá más que
si hay muchos y muchas que lo sueñan utópicamente, que se
esfuerzan por configurarlo como sueño y proyecto, como esperanza.
Para que venga el mundo nuevo, hay que poner a trabajar la imaginación,
la fantasía, la esperanza, la utopía. Soñar el otro
mundo posible es un primer paso para provocarlo, para darlo a luz. ¿Cómo
será ese otro mundo posible? ¿Cómo debería
ser?
La Agenda Latinoamericana2004 quiere ser eso: un sueño colectivo,
muchas voces, en fantasía comunitaria, soñando los diversos
aspectos, elementos, dimensiones
del otro mundo que es posible y
que queremos que sea real. Esta vez, la Agenda no es, no quiere ser «protesta»,
sino «propuesta». He aquí el mundo otro posible que
queremos, el mundo futuro que soñamos, el mundo real-ideal en que
deseamos vivir.
Ahora no se trata sólo de propuestas menores, locales, parciales,
dispersas, coyunturales, aunque necesarias y articuladas sistemáticamente.
En conjunto se trata de «la propuesta», la propuesta de un
mundo otro, un proyecto para el mundo otro
Se trata pues de tocar
el corazón del sistema, las grandes instituciones, los poderes
que condicionan o posibilitan. En todo caso, el grito más común
es queremos otra cosa, la alternatividad.
Eso lo pide y lo posibilita la mundialidad que estamos viviendo, por la
comunicación y el conocimiento que todos podemos tener sobre lo
que pasa y lo que no pasa. Y porque sentimos que todos somos afectados
por los mismos poderes, los mismos peligros y los mismos sueños
cuando soñamos humanamente
Estamos bajo el mismo sistema.
Cada vez más, en un sentido cierto, percibimos que estamos en «un
solo mundo», un mismo mundo, y que somos entre todos y todas una
misma Humanidad. Estamos en un momento privilegiado para hacernos cargo
del mundo y participar. Los «otros», ya estaban en esa situación,
ya se habían tomado el mundo por su cuenta y además no tenían
enfrente a nadie que les contestara mundialmente.
Todo esto es agenda, tarea a ser hecha, quehacer: hay que
soñar ese otro mundo posible, crearlo e irlo construyendo
Es «agenda» latinoamericana y mundial. Agenda-tarea cada vez
más mundializada, más en red, más en coordinación
con comunidades de cerca y de lejos, de mi región y de otros continentes.
La red acaba de empezar apenas. El 15 de febrero de 2003 ha sido el día
de la primera manifestación mundial. Una nueva época ha
nacido, una nueva militancia está empezando: mundializada, organizada
internacional e intercontinental-mente. Es urgente crear una especie de
Internacional de la sociedad civil democrática mundial
Sabemos que es utopía, y que por eso mismo va a ser, será,
viene, nos está empujando y atrayendo. Todos los corazones sanos
la quieren, y por otra parte queremos irnos comprometiendo entre todos
y todas a hacer de la utopía una creciente realidad. No es una
sorpresa que surgirá un día, como una flor sin suelo de
lucha, ni un milagro que caerá del cielo sin los esfuerzos de la
tierra. «Todas las manos, todas, todas las voces, todas».
Como se hablaba de la internacional obrera y por ella se luchaba, ahora
habrá que hablar cada vez más de la Internacional Humana,
y luchar por ella.
Eso es también lo que piden todas las religiones cuando responden
a su vocación de portadoras de sentido e indicadoras de horizontes
últimos. Lo piden además desde dentro, yendo a ese hondón
de donde salen el bien o el mal, el manantial del cambio, no sólo
un cambio de época sino también y sobre todo un cambio personal.
Simultáneamente al avance que la Humanidad ha dado al afirmar al
unísono que «otro mundo es posible» y al llevar esta
afirmación de alternatividad a una convicción ya «pacíficamente
poseída», la invasión de EEUU contra Irak nos han
retrotraído en el plano internacional como no hubiéramos
podido imaginar. Muchos ya sabíamos de la peligrosidad de la potencia
y prepotencia de la única superpotencia mundial actualmente existente,
pero no pensábamos que fuera posible que se perdiera así
la compostura y la sensatez y se adoptara una actitud despectiva de rompimiento
con el derecho internacional que llevara a la ley de la selva, vanamente
camuflada de lucha contra el terrorismo y de defensa de la seguridad.
La legalidad internacional ha saltado por los aires hecha añicos
y la organización de las naciones ha sido desmoralizada hasta la
humillación.
Es una lucha sistémica: contestamos un sistema y queremos otro.
Contestamos un sistema que es capitalis-mo neoliberal globalizante, que
en vieja plata llamaríamos imperialista. Un imperio que hoy está
fundamental-mente en manos de una nación. En positivo, diciendo
otras palabras verdaderas, querríamos, queremos, un socialismo
democrático, una democracia socializada, socializadora. Sólo
socializando bienes mayores -la tierra, la salud, la educación,
la comunicación, la igualdad de oportunidades, de derechos y de
responsabilidades- podrá haber justicia y paz. Ese otro mundo
sólo podrá existir en el clima de una cierta igualdad fraterna
que comparta el sol y el pan, el aire y la técnica, la vida. Es
una lucha simultáneamente espiritual, política, económica,
cultural, religiosa
Es cada ser humano, o la Humanidad entera, queriendo
humanizarse. Queremos un mundo donde quepamos todos y todas y donde quepamos
según la talla de la dignidad humana.
Otro modo de ser humano es posible. Para el cual, en el viejo lenguaje
religioso, nos urge constantemente la indeclinable «conversión»,
el radical cambio personal, la «metanoia» del Evangelio. Para
el otro mundo posible, otra persona ha de ser posible...
Avisando a tiempo. El terrorismo tiene mucha más fuerza de lo que
parece. Será el elefante y las hormigas, pero éstas pueden
matar al elefante. O nos salvamos todos o no se salva nadie: ése
es el desafío. En su afán de controlar el terrorismo, el
sistema hace lo posible para que olvidemos su propio terrorismo, terrorismo
estructural, sistémico, macroterrorismo (que en el fondo es la
vieja y siempre nueva violencia estructural).
Toda desigualdad mayor, toda exclusión social
es una tentación
de terrorismo. Si quieres la paz, no prepares la guerra, ni hagas la «guerra
preventiva», ni siquiera la «guerra contra el terrorismo»,
sino «elimina el terrorismo original»: el hambre, la miseria,
la exclusión, la marginación, el imperialismo
Cualquier
otra salida no lo es; es más bien un círculo vicioso o una
espiral de violencia terrorista.
Esta agenda es número no monográfico, sino globalizador,
estructural, que va a la totalidad. Al otro mundo posible,
al sistema alternativo, a la altermundialidad. Y para que no se quede
en sólo utopía, para ir forjando hoy el mañana que
soñamos, ahora ya y en cualquier lugar hay que bajar a la praxis
de la glocalización: vivir cada uno, cada una, las propias prácticas
cotidianas con esa visión, global y local a un tiempo, en esa pasión,
y desde cada remo (local) empujar el mundo (global).
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