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       Desde la década de los 60, la teoría de la 
        dependen-cia produjo una gran cantidad de trabajos que demostra-ban los 
        límites del desarrollo basado en la inversión extranjera 
        directa. Como siempre, en vez de examinar las evidencias empíricas 
        y los sólidos argumentos teóricos desarrollados por nosotros, 
        los economistas oficiales han preferido recurrir a la descalificación. 
        La principal es la de acusar de «políticas» nuestras 
        conclusiones. Las de ellos sí son ¡científicas! Para 
        ellos es científico lo que defiende el orden vigente. Terrible 
        camino para la ciencia: el de convertirse no en fuerza crítica 
        y revolucionaria, sino en defensora del orden injusto existente. 
        Pero el tiempo pasa y los hechos se hacen cada vez más obvios. 
        Las tesis del «pensamiento único» convirtieron el capital 
        mundial en el demiurgo del crecimiento económico, sobretodo de 
        las economías atrasadas que no tienen, según ellos, ahorro 
        interno y necesitan apoyarse en el ahorro internacional. Según 
        sus tesis, el capital internacional sería fuente de transferencia 
        de tecnología, además de asegurar, a través de la 
        integración financiera internacional, la baja del costo del capital 
        debido a la mejor distribución del riesgo. Sin hablar de los efectos 
        indirectos, tales como la promoción de la especialización, 
        la inducción de mejores políticas y la mejor orientación 
        de la asignación de los recursos. 
        Desde los años 60 hemos demostrado que los hechos dicen exactamente 
        lo contrario. La entrada de capitales busca tasas de ganancias más 
        altas y terminan por enviar al exterior remesas de ganancias superiores 
        a las entradas. Además demostramos que la balanza de pagos de nuestra 
        región era necesariamente negativa debido al pago de los servicios 
        del capital y los servicios técnicos, los fletes y otros items 
        negativos de nuestra balanza. 
        Esta situación perversa era y es promovida por la aceptación 
        de la condición de dependencia en la economía mundial, caracterizada 
        por una posición negativa en la división internacional del 
        trabajo (especialización en los productos de más bajo valor 
        agregado y altamente especializados, sin economías externas), la 
        sumisión a los servicios internacionales que raramente ofrecemos, 
        la aceptación de tasas de interés impuestas desde el exterior 
        en condiciones extremadamente negativas, la concentración del ingreso 
        y la superexplotación del trabajo como condiciones para generar 
        superganancias capaces de compensar la situación de clases dominantes 
        dominadas que caracteriza a nuestra élite.  
        Si no somos capaces de examinar la especificidad de esta situación 
        de dependencia y las leyes que las rigen no podemos producir ninguna teoría 
        relevante para la comprensión de los fenómenos económicos 
        que caracterizan nuestras economías. La fuerte evidencia de estos 
        datos y de los razonamientos que los explicaban no fue jamás examinada 
        en serio por los técnicos del FMI y sólo muy ligeramente 
        por los de las otras organizaciones internacionales, excepto la CEPAL 
        y la UNCTAD, que estuvieron influenciadas por el pensamiento de Raúl 
        Prebisch que se aproximó a la teoría de la dependencia en 
        el final de su vida.  
        La fuerte e indiscriminada apertura de América Latina para el capital 
        internacional en las décadas de los 70, 80 y 90 tuvo como resultado 
        el agravamiento de todos los problemas ligados al subdesarrollo de la 
        región. Todas las instituciones internacionales tienen que reconocer 
        hoy día que en este período no hubo casi ningún crecimiento 
        económico en la región -si lo medimos por la renta per cápita-, 
        se agravó dramáticamente la deuda externa de la región 
        a pesar de la cantidad gigantesca de pagos de servicio de la deuda, se 
        retrasó el avance tec-nológico y científico y la 
        capacidad de generar conocimiento propio, se mantuvieron las condiciones 
        desfavorables de educación y sociales en general, expresadas en 
        los índices de desarrollo humano, en los cuales la región 
        ocupa las posiciones más negativas, solo superadas por algunos 
        países de África y Asia. 
        Para responder a la evidencia de nuestras críticas, muchos autores 
        tomaron el crecimiento económico de los llamados «tigres 
        asiáticos» como demostración de la posibilidad de 
        superar la dependencia y el subdesarrollo sin necesidad de transformaciones 
        estructurales.  
        No es aquí el lugar para discutir esta cuestión pero después 
        de la llamada crisis asiática de 1997 estos argu-mentos bajaron 
        de tono, a pesar de la necesidad de confrontar las diferencias de la colonización 
        asiática y la nuestra, y sobretodo el rol de las reformas agrarias 
        asiáticas y el debilitamiento de sus oligarquías después 
        de la Segunda Guerra Mundial.  
        Pero lo interesante es constatar la fuerza de la evidencia de los hechos, 
        que ha obligado al Banco Mundial y al FMI, bajo violentas críticas 
        a la irrelevancia y fracaso de sus análisis económicos y 
        de sus políticas econó-micas, a buscar un camino de investigación 
        que tome en cuenta las dificultades en que se encuentran los países 
        que siguieron y siguen su recetario. 
        Muchos han sido los estudios recientes que buscan definir los límites 
        de la globalización, analizando sobretodo lo que ellos llaman volatilidad 
        financiera, la pobreza y la cuestión del crecimiento económico 
        que había desaparecido de sus documentos desde los años 
        80. 
        No es ésta la ocasión de resumir todos estos textos por 
        los límites de espacio que disponemos. Quiero concentrarme en el 
        último de ellos. Trátase de un informe terminado en el mes 
        de marzo pasado con el interesante título de «Effects of 
        Financial Globalization on Developing Countries: Some Empirical Evidences», 
        preparado por Eswar Prasad, Keneth Rogoff, Shang-Jin Wei and M. Ayhan 
        Kose y fechado el 17 de marzo de 2003. 
        A pesar de la total ignorancia de los autores de la vasta bibliografía 
        de la teoría de la dependencia y aún de los neoestructuralistas 
        sobre el tema, su trabajo maneja casi toda la literatura de su secta teórica 
        financiada por el FMI y el BM que disponen de los datos originales enviados 
        por los gobiernos para estas institucio-nes. Aún así el 
        tratamiento que dan a estos datos es extremadamente limitado, desconociendo 
        los fenómenos principales que rigen el funcionamiento de nuestras 
        economías. 
        A pesar de esto, los datos con que trabajan y el clima de tensión 
        en que viven estas organizaciones los obliga a ser más honestos 
        con las evidencias empíricas que manejan. Sus conclusiones son 
        extremadamente chocantes para el ambiente de terror ideológico 
        que manejaron estas instituciones condenando al limbo científico 
        cualquier negación de sus formalizaciones «teóricas». 
        El documento busca responder a algunas cuestiones centrales que podemos 
        resumir en los siguientes puntos. 
        Primero: ¿La globalización promueve crecimiento económico 
        en los países en desarrollo? La respuesta es claramente negativa. 
        «Si la integración financiera (que los autores identifican 
        con la globalización) tiene un efecto positivo sobre el crecimiento, 
        no existe aún ninguna prueba empírica clara y robusta de 
        que este efecto es cuantitativamente significativo». 
        Segundo: ¿Cuál es el impacto de la volatilidad macroeconómica 
        en estos países? La respuesta es también muy taxativa: «La 
        integración financiera internacional debería en principio 
        ayudar también a los países a disminuir su volatilidad macroeconómica. 
        Las evidencias disponibles sugieren (sic) que los países en desarrollo 
        no lograron alcanzar completamente este beneficio potencial. En realidad, 
        el proceso de liberalización de la cuenta de capital parece haber 
        sido acompañada en algunos casos por una creciente vulnerabilidad 
        a las crisis».  
        En tercer lugar viene una pregunta que difícilmente puede ser respondida 
        con el aparato conceptual de los investigadores del FMI: ¿Qué 
        factores pueden ayudar a beneficiarse de la globalización financiera? 
        Aquí las cosas resultan complicadas, pero a pesar de todo nuestros 
        autores deciden enfrentarlas. Veamos sus conclusiones: 
        «La evidencia presentada sugiere que debemos acercarnos a la integración 
        financiera con cautela, con buenas instituciones y marcos macroeconómicos 
        adecuados. La revisión de la evidencia disponible no nos entrega, 
        sin embargo, un mapa claro del camino óptimo y de una secuencia 
        integradora. Por ejemplo, hay una tensión irresoluta entre tener 
        buenas instituciones antes de iniciar la liberación del mercado 
        de capitales y la noción de que esta liberalización puede, 
        por sí misma, ayudar a importar mejores prácticas y provocar 
        un ímpetu para mejorar las instituciones domésticas. Tales 
        cuestiones pueden ser mejor encaminadas solamente en el contexto de las 
        circunstancias específicas y las características institucionales 
        de cada país». 
        Además de la tautología que representa descubrir que los 
        países más desarrollados son los que más pueden desarrollarse 
        y aprovechar las ventajas internacionales, estas conclusiones nos conducen 
        a una visión histórica concreta que la ciencia económica 
        neoclásica y neoliberal en particular no conoce para nada.  
        De cualquier forma, estamos frente a un reconoci-miento honesto del fracaso 
        de una teoría y una política. Ciertamente los autores no 
        llegan a tanto. Para ellos, la teoría no puede estar errada pues 
        fue la única que aprendieron en las escuelas en que estudiaron. 
        Hay que buscar algún camino para romper la confusión en 
        que se metieron. Hay que fortalecer las instituciones financieras internas 
        para poder captar mejor las ventajas de la globalización financiera 
        que la teoría dice ser lo mejor.  
        Los lectores conocen estas reacciones. Ningún filósofo escolástico 
        del Renacimiento creyó necesario revisar profundamente sus teorías 
        para ajustarse a su época. Ningún escolástico moderno 
        puede creer que hay que cuestionar sus teorías para poder hacer 
        avanzar la economía contemporánea... 
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