Otra Argentina es posible

Jesús OLMEDO

 

   
 

Hoy, en Argentina casi nadie duda que la Patria esta en ruinas. El país se nos ha venido abajo. El terremoto de la corrupción política y económica, lo ha destruido todo. El edificio institucional del Estado “ha hecho agua” por todos los lados. El peligro del caos y la “disolución nacional” sigue siendo una posibilidad real, largamente anunciada por periodistas y líderes de las iglesias. Las últimas elecciones, dentro del círculo vicioso y perverso de “un poco más de lo mismo”, fueron un fraude social y democrático. Los gobernantes y políticos “actuales”, que son los mismos corruptos de siempre, no representan al pueblo argentino, ni les dan participación en los asuntos de Estado y del Bien Común.
El edificio de la “democracia formal” está en serio peligro y se tambalea ostensiblemente. Los “viejos políticos” quieren apuntalarla y fortalecerla, con la arena movediza del engaño y las falsas promesas electorales. Afortunadamente, el pueblo ya no cree en ellos, y sigue gritando, por activa y por pasiva, ¡que se vayan todos!


I. Diagnóstico de la realidad
Para justificar el grito del Pueblo y de las Asambleas, vamos a recordar la situación que dejaron los políticos, que se mantiene aún, tristemente, en la actualidad:
a) ya son más de 20 millones de argentinos bajo la línea de pobreza. Altísimos índices de desnutrición y mortalidad infantil, con hambre estructural en las zonas más deprimidas. Miles de argentinos sobreviven gracias a los humillantes (para ellos) comedores solidarios, mientras continúan los ajustes en los presupuestos sociales.
b) cada día aumentan los índices de desocupación y subocupación, siendo ya alarmantes “las enormes bolsas” de emigración al exterior.
c) los políticos y gobernantes nos han dejado un país, potencialmente rico en recursos naturales, expoliado y empobrecido, al tiempo que las “arcas” de la Nación entraban en una galopante “bancarrota” financiera.
Miles de torres humanas argentinas, gemelas en el dolor y el sufrimiento, han sido destruidas por los “terroristas” de la corrupción y los “fundamentalistas” del poder económico, adoradores de “mammón” e idólatras del “oro del becerro”.
La silenciosa mayoría de los hambrientos nos interpelan y claman al Dios de los Pobres, exigiendo justicia y solidaridad. El hambre y la miseria, en esta hermosa y rica tierra argentina, es un pecado contra el Dios de la Vida y un delito de “lesa humanidad”. La pobreza extrema de tantos compatriotas, se ha convertido en la gran vergüenza nacional.
Tenemos que reaccionar con urgencia. La Patria se nos esta cayendo a pedazos, y las víctimas del desastre son, como siempre, los más pobres y desprotegidos.


II. Causas y causantes de la situación
En Argentina hay demasiadas víctimas y un grupo reducido de “victimarios”. El dolor y la muerte lenta de tantos “crucificados” en Argentina, obedece a causas y causantes concretas e identificables. Señalemos algunas:
a) enormes desigualdades sociales en la distribución de las riquezas y recursos naturales, especialmente de la tierra, en poder de pocas manos y grandes latifundistas;
b) corrupción estructural en casi todos los ámbitos públicos del país, especialmente en los niveles político, económico y judicial;
c) “globalizació económica” de un Sistema perverso, que genera, continuamente, exclusión so-cial y pobreza;
d) problemática de la “Deuda Externa” y los consiguientes ajustes de los presupuestos sociales y los recortes laborales y salariales;
e) privatizaciones sin control social, con enormes beneficios para los gobernantes de turno, especialmente Menem, que a base de “coimas” y “sobornos” de las grandes empresas, ha sido, con diferencia, el principal responsable del “vaciamiento” del país, y el gran “Alí Babá” de la “cueva de los ¿cuántos? ladrones”;
Todas estas causas y sus causantes, están siendo profundamente cuestionadas por el pueblo argentino. El clamor popular, después de la explosión social del “Argentinazo”, sigue expresando su disconformidad con la gestión del Gobierno y el Parlamento, extendiéndose al resto de los poderes e instituciones.
Todo lo anterior, sumado al aumento de la pobreza, la desocupación y la inseguridad ciudadana, continúa sublevando el espíritu de la gente, que está buscando alternativas para salir de la crisis, y poder construir una sociedad y una Argentina distinta. Y para conseguirlo, no habría otra alternativa que reconstruir y refundar la Patria, forjando un nuevo país, auténticamente libre y soberano, y desde un proyecto nacional, justo y solidario. Éste es el reto y éstas son las propuestas concretas.


III. Reconstruir y refundar la Patria
Hay que partir de un gran “Debate Nacional”. Los “piqueteros” y las asambleas barriales ya lo iniciaron a partir del “Argentinazo” y la “Pueblada” del 19-20 de Diciembre de 2001. La consigna fue hacer una política distanciada del Estado, pero no contra el Estado; distan-ciada de los políticos corruptos, pero no contra la política, entendida como preocupación por el bien común de la mayoría, y no sólo de un grupo de privilegiados.
El “debate” nacional surgió del repudio generalizado de un modelo económico de exclusión, y que apuntaba a un enemigo multiforme, integrado por grandes em-presas, caciquismo político, justicia corrupta, usura financiera y medios de comunicación monopólicos.
Una vez instalado el “debate nacional”, ya es más factible iniciar el proceso de “reconstrucción” del país, profundizando en las raíces que pusieron nuestros próceres, e intentando la renovación de todos los “edificios estatales”, envejecidos por el tiempo y la corrupción: instituciones, partidos políticos y, en una palabra, la devaluada democracia formal, de espaldas al pueblo y sin capacidad de participación.
En un segundo momento de la “reconstrucción” nacional, el pueblo argentino necesitaría, urgentemente, recuperar la independencia económica y política, hipotecada por el FMI y los dueños del poder mundial. Para ello, habría que profundizar en la Unidad Latinoamericana y el sentido de la “Patria Grande”, que soñaron nuestros libertadores.
El paso siguiente sería la “refundación”, que sería garantía y exigencia para que la Argentina vuelva a ser aquel gran país, que todos anhelamos, y que fue la admiración de las naciones del mundo entero.
El marco de referencia para la transformación del país -no nos cabe la menor duda- no puede ser otro que la reforma, en profundidad, de la “Carta Magna Constitucional”, punto de partida para el re-nacimiento de una nación, que debe consensuar y pactar, un nuevo contrato social, orientado a la construcción de otro tipo de sociedad y otro tipo de relaciones socio-económicas entre todos los argentinos.
Las asambleas barriales y las silenciosas mayorías del país, aún no se ha expresado suficientemente sobre el proyecto de país que quieren. El pueblo tiene aún mucho que decir y hay que darle libertad total de expresión y posibilidad de participación en todos los ámbitos sociales y políticos del Estado.
Sin pretender interpretar la totalidad del pensamiento popular y menos aún, su “conciencia colectiva”, uno intuye que los deseos de la gran mayoría de la población argentina, irían por caminos y proyectos bien concretos y definidos, que podríamos resumir en estos diez puntos:
1. Insistencia en que se “vayan todos” los corruptos, de todas las instituciones del Estado, forjando al mismo tiempo, una generación de nuevos políticos, semilla de modernos próceres, y creadores de un nuevo país, libre y soberano, liberado de las potencias extranjeras.
2. Reforma profunda del Estado y nueva ley electoral, que garantice una auténtica y verdadera democracia, representativa y participativa.
3. Nuevo sistema político, que garantice la independencia económica de los intereses financieros foráneos, insistiendo mucho en los “correctivos” necesarios a la “globalización económica”.
4. Profundas reformas sociales en todo el país y distribución equitativa de las riquezas naturales y los beneficios económicos.
5. Valiente y realista “reforma agraria”, por una política de “redistribución” de las tierras o de expro-pia-ción de las mismas, por razones sociales y económicas.
6. Urgente y decidida “reforma impositiva”, incidiendo, particularmente, en los grandes capitales, grandes empresas y grandes latifundistas.
7. Reparación histórica de los países ricos: a través de la “objeción fiscal” sobre los intereses de la “deuda externa” y otros beneficios adicionales.
8. Dar cauce y canalizar el profundo sentido de la “Patria Grande”, a través de mecanismos políticos y económicos, viables y sostenibles: MERCOSUR, etc.
9. Replantear el tema de las privatizaciones, recuperando algunas para el Estado, pero gestionadas y administradas por instituciones y corporaciones intermedias, o empresas nacionales, solventes y solidarias, siempre bajo el control y la participación del pueblo.
10. Necesidad urgente de un “gran proyecto social”, especialmente en los ámbitos educativo, laboral y de salud, insistiendo provisionalmente, en una “emergencia alimentaria de hambre cero”, a través de una verdadera globalización de la solidaridad, tanto a nivel nacional, como latinoamericano, e incluso a nivel internacional.
Los diez puntos señalados necesitan de un tiempo y de un proceso. No apuremos los tiempos, ni aceleremos, imprudentemente, los procesos. El trabajo se presenta duro y difícil. La labor debe de ser de todos los argentinos que quieran un nuevo país. No se puede perder más tiempo. La Patria está en peligro, y todos juntos, mancomunadamente, podemos salvarla.

 

   
 


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