La comunidad afrolatinoamericana y caribeña vive
una fase radicalmente nueva en el escenario de la Patria Grande. La sangre
de los/as Mártires Negros/as está haciendo brotar nuevas
energías de conciencia y de acción en la vivencia de este
pueblo, que quieren ser un «basta» a siglos de marginación
y exclusión. Sobre todo la juventud, se moviliza en los más
variados sectores de la vida, recuperando y realizando sueños acariciados
en la clandestinidad tal vez- por sus antepasados, sueños renacidos
hoy en sus nuevas venas quilómbolas, con nuevas características.
¿Cuáles son estas nuevas características?
1. Una mirada crítica sobre la historia. La juventud afrodescendiente
mira la historia de sus vidas y de la de sus padres negándose a
aceptar la historia oficial y rechazando el determinismo de un sistema
que sólo los valora si pueden entrar, como privilegiados, en el
«mundo del tener». Podrían seguir «siendo negros/as»
solamente si «tuviesen» lo suficiente
2. Una nueva comprensión de las exigencias del Reino. El sentido
de justicia los cautiva. Han entendido que la justicia es el nuevo y decisivo
compromiso para que se realice eficazmente el plan de Dios en la historia
de los pequeños. Un sentido de Justicia que se traduce, con acciones
afirmativas, en varias nuevas formas de servicio y en la distribución
de la tierra, del pan, de la educación, de la fiesta. Hombro a
hombro con todos los pobres, quieren construir la inclusión: los
excluidos del sistema son los incluidos del Reino.
3. Un nuevo macroecumenismo en el ser y en el hacer. Esos jóvenes
afrodescendientes están descubriendo los límites de las
Iglesias tradicionales como espacios integradores de la diversidad. Quieren
interactuar en la diversidad eclesial, captando y compartiendo lo que
cada expresión religiosa tiene para ofrecer, posibilitando siempre
la inculturación afro como contribución al pluralismo de
la comunidad mundial.
4. Revisión de la ideología cultural. Los jóvenes
sienten en carne viva el poder avasallador de la ideología cultural
dominante y reivindican los espacios que pueden garantizar su culturalidad
grupal, heredada de la raíz paterna y materna enraizada en África
y trasplantada a Afroamérica.
5. Intuición más allá de la institución. Se
da una crítica fuerte a la Institución como algo pesado,
culturalmente parcial, y en connivencia con los intereses anti-Reino.
Los jóvenes se abren al dinamismo de la intuición como algo
provocador y constructor de lo nuevo y lo solidario, que viene de las
entrañas de los Quilombos. Cuestionan y buscan el equilibrio entre
institución e intuición. Quieren la vida, la donación
voluntaria y la transparencia en el vivir, propias de un Dios inculturado
en cada persona y en cada pueblo.
6. Construcción de redes de solidaridad. Esa juventud está
apasionada por nuevas formas de solidaridad en red, que generan educación
alternativa que erradiquen el hambre, que multipliquen la paz de la convivencia
y los frutos gratuitos de la alegría.
7. Mística en el contexto tenaz de la Esperanza. Las adversidades
no son barreras infranqueables. Hay una mística del «axé»,
que es fuerza de dignidad y de paz. La nueva juventud quilómbola
marca sus pasos en un ritmo de atabaques de esperanza. Ellos y ellas se
suman en grupos de acción y reacción, con visión
y revisión. Viven, trabajan y rezan con fuerza encarnada, en los
textos y pretextos impuestos por los dominadores, transformándolos
en propuestas de liberación, en material de construcción
del gran Quilombo de la Sociedad Nueva.
En resumen: En la recuperación de su identidad, el Pueblo Negro,
sobre todo la juventud, ama su afrodescendencia y hace de ella el motor
que le impulsa a vencer los desafíos de la modernidad. Se reviste
de intuición, recupera su cultura específica como un don
recibido de Dios, utiliza el lenguaje pluri-religioso, comprendiendo que
el Reino viene para hacer nacer una nueva historia de vida para todos
y todas, de alteridades en libertad y comunión, de universal inter-solidaridad
humana.
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