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Nuestro sueño de hoy, como Humanidad, es la cons-trucción
de un pacto social global justo: la construcción de estructuras
democráticas de gobierno mundial.
Los críticos del neoliberalismo en los últimos años
han abogado por, al menos, restablecer el equilibrio entre mercado y Estado,
entre capitalismo y democracia. Sin embargo, dado que el capitalismo se
ha globalizado, para restablecer este equilibrio es necesario construir
estructuras e instituciones de democracia también global. Es necesario
globalizar la democracia: construir una democracia cosmopolita. Éste
ha sido uno de los leit-motivs de parte de los participantes en el Foro
Social Mundial: reclamar el retorno de la política.
Sin embargo, cuando la globalización neoliberal ha revelado su
inestabilidad intrínseca en forma de desi-gualdad económica
creciente y de alienación cultural de las civilizaciones no occidentales,
el corazón del mundo liberal-capitalista, EEUU, ha dado el salto
desde el neoli-beralismo al imperialismo unilateral. La política
ha vuelto, sí, pero con la cara que menos nos esperábamos:
por la vía del imperialismo, que es pura política, pero
basada en la superioridad militar. La política tiene dos caras,
y esta vez no ha vuelto con la cara rousseauniana, que es la política
de la democracia, sino con la hobbesiana, que es la política del
miedo.
Ahora, en pleno unilateralismo bélico, es el momen-to de proyectar
esa democracia global que nos hace falta. Para que el pacto social global
esté en manos de la política y no de los mercados, pero
de la política democrática. Deberíamos imaginar la
Humanidad como una implícita asamblea constituyente universal,
cuyo fin sea construir unas instituciones que garanticen a todos los humanos,
en condiciones de igualdad, los derechos que permiten llevar adelante
una vida libre y, a poder ser, feliz. ¿Cómo deberíamos
reformar el sistema de Naciones Unidas para avanzar hacia una democracia
global?
El filósofo Michael Walzer explica que una democra-cia global que
respete el pluralismo social y cultural del mundo, debería asentarse
en tres patas:
a) una ONU reforzada, más democrática y con más autoridad,
pero que mantuviera su carácter de organiza-ción inter-estatal
(y no de super-Estado mundial).
b) los actuales Estados, para contar en el mundo, podrían agruparse
en federaciones regionales, a la manera de la Unión Europea. Sólo
así podemos imaginar una geopolítica equilibrada, no polarizada
por la hege-monía occidental.
c) la sociedad civil mundial (ONGs, movimientos, redes, centros, partidos
)
debe seguir ejerciendo un rol de «alma» de la democratización
mundial. Como ha hecho el Foro Social Mundial, a la manera de un «parlamento
mundial informal», la sociedad civil global deberá impulsar
la conciencia de la opinión pública mundial, porque las
instituciones son sólo el «cuerpo» de la democracia,
pero su «alma» es la sociedad civil crítica y activa.
Sólo asentándose en estas dos patas, el regionalismo abierto
y una sociedad civil global movilizada, será es posible construir
una ONU democrática. Pero ¿cómo debería ser
esta ONU democrática? Se trata de recuperar a escala global la
lógica de los Estados del bienestar (nacionales) y de reestablecer
la preeminencia de los derechos sociales por encima de los derechos del
capital. Ésta y no otra es la lógica de la democracia.
Si miramos aquella parte del sistema de la ONU que se encarga de los asuntos
económicos y sociales, encontramos dos grupos de instituciones:
los organismos económicos y financieros (FMI, BM, OMC), y las instituciones
de tipo social o cultural (OIT, OMS, UNESCO, FAO, etc.). Las primeras
tienen poder, pero no son democráticas. Las segundas disponen de
legitimidad, pero carecen de poder político y capacidad financiera.
Nuestra utopía pasa por dotar de legitimidad a las instituciones
con poder, es decir, democratizar el FMI, el BM y la OMC, con el fin de
poner el crecimiento económico global al servicio de los países
menos desarrollados y del bienestar social de la Humanidad, y por dotar
de poder a las instituciones sociales.
1. ¿Qué debería hacer un FMI democrático?
A) Regu-lar la libre circulación de capitales, para estabilizar
los mercados financieros y evitar las crisis sistémicas, como las
que han sufrido en la última década países como México
o el Sudeste asiático; B) eliminar los paraísos fiscales;
y C) penalizar la especulación financiera, con la tasa Tobin
u otra medida semejante.
2. ¿Qué debería hacer un BM democrático? Si
su misión es erradicación de la pobreza, debería
poner las bases de un sistema de redistribución a nivel global:
un «sistema fiscal internacional». ¿Cómo la
Humanidad no es capaz de articular un sistema de solidaridad financiera
Norte-Sur capaz de redistribuir un 1% o un 2 % de la riqueza del mundo
para financiar los servicios sociales básicos del Sur, es decir,
para salvar la vida de la gente? Lo que hace la UE con los Fondos de Cohesión,
debería hacerse a escala global. Estos «Fondos de Cohesión
globales», financiados por los países ricos, servirían
para financiar las infraestructuras y servicios sociales básicos
de los países pobres. De hecho, el 07% es un embrión,
raquítico e insuficiente, de esta sistema fiscal global, y propuestas
como el canje de la deuda por gasto social, o destinar a inversión
social la recaudación de la tasa Tobin, responden a esta misma
filosofía.
3. ¿Qué debería hacer una OMC democrática?
Acabar con un sistema comercial mundial asimétrico, que pro-clama
el libre comercio y sólo lo aplica al Sur. La hipocresía
de los países ricos en relación con el libre comercio es
estrepitosa: «haz lo que digo, no lo que hago».
4. Estas instituciones podrían integrarse o quedar bajo el
control político- de un Consejo de Seguridad Económico y
Social (CSES) -ya estaba previsto en la Carta Fundacional de la ONU pero
nunca creado-, y que sería el contrapeso del actual Consejo de
Seguridad Político y Militar (CSPM). El CSES podría impulsar,
además, un Tribunal de la Deuda, para la imparcial condonación
de la duda externa de los países pobres.
¿Qué cometido deberían llevar a cabo las institucio-nes
sociales y culturales de la ONU, si dispusieran de más poder político
y mayor capacidad financiera? Regular la economía mundial, cuando
afecta a cuestiones sensibles para el desarrollo y la justicia de la sociedad
global tales como la salud, la educación, la cultura, la alimentación,
o el medio ambiente.
1. La OIT debería tener la capacidad para instaurar unas condiciones
laborales mínimas de cumplimiento obligatorio para cualquier para
cualquier país y para cualquier inversor extranjero en el Tercer
Mundo.
2. La OMS debería tener el derecho de regular de acuerdo con el
derecho a la salud el actual sistema de patentes vinculado a la industria
farmacéutica, que hoy depende en exclusiva de la OMC.
3. Se debería crear un Consejo de Seguridad Medioambiental encargado
de impulsar el proceso iniciado con el tratado de Kyoto, para llevar a
cabo una regulación global y cooperativa de los límites
ecológicos del creci-miento económico mundial
4. La FAO debería tener derecho a limitar el libre comercio siempre
que éste afecte a la seguridad alimen-taria de los países.
5. La UNESCO debería proteger la diversidad cultural de un modelo
de capitalismo global que, al tiempo que incrementa las desigualdades,
supone una poderosa fuerza de occidentalización de los países
del Tercer mundo y de las culturas tradicionales. El fundamentalismo es,
en cierto modo, una reacción defensiva contra esta occidentalización.
La UNESCO debe cuidar de que el desarrollo económico no homogeneice
culturalmente el planeta, y de que el diálogo entre culturas nos
inmunice del fundamentalismo.
6. Vinculado a la UNESCO, se podría establecer un Consejo Mundial
de las Religiones, que fomente el diálo-go interreligioso, muestre
las religiones como una fuerza al servicio de la paz y la justicia social
mundiales e impida la manipulación política de las mismas
en la lógica del choque de civilizaciones.
La otra gran área de instituciones de la ONU que debería
reformarse en una clave democrática son aquellas relativas a la
paz y la seguridad mundiales, para ofrecer una alternativa al actual orden
imperial norteamericano. Imaginamos tres pilares básicos para una
política mundial más democrática:
1) la democratización del Consejo de Seguridad (CSPM), para que
refleje equitativamente el mundo, y no sólo sus potencias militares.
Estaría compuesto por las federaciones regionales y aquellos grandes
países que ya son una región del planeta por sí mismas:
China, India, Rusia, UE, Mercosur, Unión Africana, Asociación
del Sureste Asiático, Liga Árabe y EEUU
Todos deberían
contar con derecho de veto, que es la expresión del poder en este
foro, y no sólo algunos.
2) el reforzamiento del Tribunal Penal Internacional para avanzar desde
una política mundial regulada por las armas a otra regulada por
el derecho internacional democrático. El TPI podría ser
la sede de una «policía mundial» que poco a poco fuera
sustituyendo a los ejércitos en el mantenimiento de la paz y la
seguridad mundial
3) las potencias militares mundiales (la UE, EEUU, China, India, Rusia
)
podrían establecer una cláusula en sus constituciones: sus
ejércitos sólo podrán interve-nir en el exterior
a petición o con autorización expresa del CSPM, debidamente
democratizado.
Así podría ser un mundo global democrático. Se trata
de una visión utópica, sin duda. Hija de esta mala costumbre
que ha tenido siempre la humanidad de soñar un mundo justo. Y de
esa otra costumbre, también mala, de luchar por sus sueños
de justicia. De todos modos, puestos a malas costumbres, peor es la tendencia
de la historia a hacerle caso a la Humanidad cuando ha luchado por sus
sueños.
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