ACCÉSIT del Concurso de Páginas Neobíblicas
convocado por la Agenda Latinoamericana-Mundial'2003
en su VIIIª edición.
Vea la nueva convocatoria que hace la Agenda'2004 (XIª edición).

 

Duro con ellos

(1 Re 12, 1-25)

 

La situación no era halagüeña. Los ánimos se encontraban caldeados, los espíritus exaltados y los puños en alto. La toma de posesión como nuevo presidente de la nación militarmente más poderosa del planeta no estaba resultando ser, como en principio se esperaba, un cálido «baño» de multitudes para Roboambush. Todo lo contrario, aquellas protestas enconadas y encontradas de los representantes populares se iban tornando en una «ducha» cada vez más fría conforme avanzaba la jornada. El padre de Roboambush, S. Lomonbush, había erigido un poderoso Imperio construyendo enormes palacios, faraónicas obras públicas y armando hasta los dientes a un poderoso y temido ejército. Imperio sostenido y alimentado con la sangre y el sudor —traducido en gravosos impuestos— de los Pueblos Periféricos situados bajo su influencia y dominio. Pueblos que la madre naturaleza había ricamente dotado, pero que Guasintonia —así se llamaba la poderosa Región Central— mantenía en la más absoluta de las miserias.


Con la muerte del viejo S. Lomonbush, los Pueblos Periféricos albergaban la esperanza de que un Nuevo Orden más justo surgiría de la mano de su hijo, Roboambush. Por lo que los líderes de estos pueblos exigieron, en esta jornada histórica, un cambio, si no de fondo al menos sí de forma, a la hora de ser tratados por el Imperio:


— Tu padre nos impuso un yugo pesado. Alivia tú ahora el peso de la Deuda Externa que nos ahoga, quita los aranceles injustos a nuestros productos, paga adecuadamente las materias primas que nos sustraes, y te serviremos.


El flamante nuevo presidente, impresionado y sorprendido por tales propuestas, les respondió:


— Denme un tiempo para pensarlo. Vuelvan dentro de tres días.


Entonces Roboambush consultó con los asesores que estuvieron al servicio de su padre —muchos de ellos filósofos, escritores y dirigentes espirituales—, que no eran sencillos como palomas, pero sí astutos como serpientes:


— ¿Qué me aconsejan que responda a esta gente?


Le dijeron:

— Debes actuar diplomáticamente. Si ahora levantas un poco la mano y les ofreces un discurso agradable a sus oídos te serán fieles para siempre. Ellos están dispuestos a cargar con nuestro yugo, siempre que no sea excesivamente pesado. No mates, pues, la «gallina de los huevos de oro».

Pero Roboambush no tuvo en cuenta el consejo de estos viejos «zorros» experimentados y cuyo cinismo no estaba reñido con una cierta cordura. Se fue, por tanto, a consultar también a los jóvenes «halcones» que se habían encaramado al poder aprovechando el apoyo de los grandes consorcios económicos surgidos al amparo de la política imperial e imperialista de Guasintonia. Y les dijo.

— ¿Qué puedo hacer con estos Pueblos que desean un yugo más ligero?

Estos “halcones” —formados económicamente al margen de la enseñanza que nos ofrece el cuento de “La gallina de los huevos de oro”— impulsados por el ansia de obtener altos beneficios a corto plazo —cuya transparente ideología es «la Bolsa antes que la vida»— y cegados por su maniqueísmo trasnochado, sacaron a relucir su espíritu belicista respondiendo:


— ¿Qué esta gente te ha dicho que le aligeres el yugo? Pues diles esto: «Con mi dedo meñique golpeo mucho más fuerte que mi padre con su brazo. Pagaréis hasta el último centavo de la Deuda y al doble de interés. Vuestro petróleo y minerales engrosarán nuestras reservas. Y las pocas empresas locales que aún os quedan serán sustituidas por nuestras transnacionales. El que dude de esto se las tendrá que ver con mi ejército».


Al tercer día, los líderes de los Pueblos Periféricos llegaron de nuevo hasta Guasintonia para escuchar la respuesta de Roboambush; pero todas sus esperanzas se vinieron abajo con el discurso prepotente y amenazador del presidente. Los jóvenes «halcones» rieron en silencio ante la fácil victoria de sus «argumentos». Roboambush creyó que con su arrogancia y prepotencia iba a meter tal temor en el cuerpo de estos Pueblos, que sembraría la confusión y la desunión entre ellos, doblegándose así sin problemas ante su voluntad.


Los cálculos le salieron mal a Roboambush. No supo valorar lo que los Pueblos están dispuestos a hacer en tiempos de desesperación. La sonrisa de los «halcones» se esfumó cuando los líderes de los Pueblos de la Periferia, comprendiendo que el nuevo presidente del Imperio no los tomaba en serio, respondieron unánimemente:


— ¿Qué tenemos que ver con Guasintonia y con su Imperio? ¡Nos hicieron creer que con su protectorado y su Sistema Económico nos sacarían de la pobreza y, después de sumirnos en la miseria, quieren quedarse con todas nuestras riquezas!


¡Quédate con los tuyos, Roboambush! ¡Que tus «halcones» te saquen los ojos y el corazón! ¡Compañeros, a nuestros pueblos!


Sin un proyecto claro en sus mentes pero sí con la determinación firme en sus corazones de no ser de nuevo subyugados, los líderes volvieron a sus Pueblos. Mientras tanto, en Guasintonia, los «halcones» en particular y el Gobierno de Roboambush en general, empezaron a ponerse nerviosos; conocían las consecuencias de aquella decisión para un Imperio como el suyo, dependiente de las riquezas de los Pueblos Periféricos. Desde el primer momento los «halcones», presionados por las empresas que les apoyaban, presionaron a su vez al presidente para que cumpliera sus amenazas militares e invadiera aquellos Pueblos rebeldes e ingratos. Roboambush, cuyo espíritu belicista era indiscutible, sabía también que había que ganarse a la opinión pública guasintoniana —cosa que no estaba nada clara— y decidió, sin embargo —pero con embargos—, agotar las presiones de corte económico antes de iniciar un conflicto armado. Los embargos económicos y los intentos por parte del FMI —Fondo Mafioso Internacional— por cobrar la Deuda Externa se estrellaban una y otra vez contra el muro compacto de la recién creada Alianza de Pueblos de la Periferia —APP—.


La resistencia heroica de los Pueblos de la Periferia y su capacidad, desde que habían desarrollado sus propios medios de comunicación, para darla a conocer al mundo, incluido al pueblo llano de Guasintonia, comenzó a tener eco en todos los ámbitos informativos y a tener peso en la sensibilidad de los corazones. Los «halcones» consiguieron convencer a Roboambush de la urgencia para iniciar la invasión militar, ya que los Pueblos de la Periferia se negaban a cumplir sus obligaciones económicas y, además, estaba creciendo la simpatía de los guasintonianos hacia ellos. La maquinaria militar, pues, se puso en marcha. Miles de soldados fueron desplegados en torno a los Pueblos rebeldes. Grandes partidas presupuestarias fueron destinadas a preparar la inminente guerra. Los «halcones» y «sus» empresas estaban contentas y augurando pingües beneficios. Sin embargo, no era éste el sentimiento mayoritario de la población en Guasintonia. Ante esta escalada bélica millones de personas llenaron las calles de las principales ciudades del Imperio, hermanándose solidariamente con los ciudadanos de los Pueblos de la Periferia . Sus protestas fueron en aumento, a la par que su conciencia sobre la situación; nombres y apellidos de las empresas y las personas beneficiadas con esta guerra salieron a la luz. Nadie se creía ya lo de una guerra por la unidad de los Pueblos. Los «halcones» vieron que la situación se les había ido de las manos y el dinero de los bolsillos, además se encontraban en el ojo de las acusaciones públicas, por lo que decidieron emprender «vuelo» hacia otros «paraísos» —¿fiscales?— más propicios. Roboambush se quedó sin sus más allegados consejeros, aquellos «halcones» que le metieron en el conflicto, así que tuvo que recurrir a los antiguos «zorros» prudentes de su padre. Uno de ellos, llamado Simeoyeras, cuyo corazón aún no estaba contaminado por el Pensamiento Único, le dijo:


— Una rueda para funcionar necesita tanto los radios como el eje. Sin el eje central no hay rueda, sin los radios tampoco; pero menos aún sin eje y sin radios. Tu ejército puede que destruya los radios, pero devorará también el eje. Para, pues, esta guerra antes de que se inicie, e invierte en construir no en destruir. La rueda funcionará y todos a avanzaremos.


Roboambush, cuyo abuelo había sido un gran jefe de Guasintonia y profundo hombre de Dios, sintió en lo más profundo de su corazón el latir de su antepasado que le aseguraba que aquellas palabras pronunciadas por el anciano Simeoyeras eran ciertas. Esta vez, el joven presidente, actuó correctamente y detuvo, no sin reticencias por parte de algunos jefes militares, el comienzo de la guerra.


Un Nuevo Orden se impuso sobre el Antiguo Régimen. Un Nuevo Orden “renovado por dentro con espíritu firme”, construido con la fe de los que creen que otro mundo es posible y con la fuerza de la sangre fraternal que recorre las venas de todos los pueblos oprimidos.

 

Fernando Bernabé López
Buenos Aires, 2
30163 Murcia, España

Vea otras Páginas Neobíblicas en los Servicios Koinonía.