PRIMER PREMIO concedido en el
«Concurso 'Forjando Relaciones Justas'», de 2003, VIIIª
edición,
convocado por el Centro
de Comunicación Popular CANTERA,
de Managua, Nicaragua.
Vea la nueva convocatoria que hace la Agenda'2004
(XIª edición).
«Forjando relaciones justas »
Los cambios que se vienen dando en la sociedad llevan a un replanteamiento de los roles de hombres y mujeres. Las mujeres han salido del «hogar», espacio que tradicionalmente se les ha asignado, para desempeñar actividades ligadas a la producción, contribuyendo al sostenimiento del hogar sin que esto necesariamente haya significado una distribución equitativa con su pareja de las responsabilidades en las tareas domésticas; por el contrario se ha convertido en una sobrecarga de trabajo para la mujer con repercusiones físicas y psicológicas.
En lo público, pese a que las mujeres constituyen la mitad de la población, tienen menos acceso a los puestos de poder y de toma de decisiones. Los cargos que ocupan son de nivel operativo y no político. Por cuestiones de género se da por supuesto que la mujer no tiene capacidad para ejercer puestos de alta dirección.
El sistema educativo es sexista: los varones tienen mayores oportunidades. El analfabetismo ubica a la mujer en desventaja, sobre todo en zonas rurales.
En la escuela la disciplina es más rigurosa para los varones. Determinadas asignaturas como carpintería, repostería... se imparten en función del género, reforzando las diferencias entre hombres y mujeres.
Los patrones de comportamiento asignados de mane-ra diferenciada para hombres y mujeres muestran la «doble moral» existente. Mientras en el hombre se valora la permisividad sexual, en la mujer se condena. La paternidad irresponsable es hasta cierto punto vista como «normal». Una inmensa mayoría de mujeres tiene que asumir el rol de padre y madre. Si la mujer abandona a los hijos se la califica como «desnaturalizada», puesto que el rol de madre le es inherente como mujer.
En la sociedad hay una valoración positiva a lo que se considera masculino: el poder, el éxito y la fuerza. Lo femenino -sensibilidad, delicadeza, etc.- tienen una menor valoración porqué se asocian con debilidad, sumisión y dependencia. El sistema de creencias, valores, normas, costumbres... no escapa al género. Hasta los juegos, colores, profesiones, símbolos tienen connotación masculina o femenina.
La violencia doméstica constituye la evidencia más palpable de la vulneración de los derechos de la mujer. Independiente de la clase social, raza, etnia y cultura, la violencia atenta contra la vida y dignidad de las mujeres. El enfoque de género es una de las herramientas de análisis que nos permite tener una mejor comprensión de esta problemática.
Las desigualdades entre hombres y mujeres se sustentan en relaciones de poder asimétricas que se dan dentro de una estructura patriarcal, en la que, a partir de un hecho biológico -la diferenciación sexual-, se construye un sistema ideológico, cultural, político... que asigna características definidas, estereotipadas y excluyentes a hombres y mujeres. El género involucra no sólo la racionalidad sino también las vivencias: está en nuestras conciencias y en nuestro subconsciente, se revela en nuestro discurso y en nuestra práctica.
El desconocimiento del género como dimensión de la realidad ha significado la invisibilidad de la mujer en la historia. Al no ser tomadas en cuenta la posición y condición de varones y mujeres en la sociedad, las intervenciones a nivel político, social y económico han servido para reforzar las desigualdades de género.
La incorporación del enfoque de género en los proyectos de desarrollo tiene como propósito la participación igualitaria de la mujer en la toma de decisiones. Ello implica que la mujer aumente su poder y tome el control sobre la problemática que determina su vida. Las estrategias de intervención se orientan a promover cambios en las personas y en las estructuras sociales e institucionales, a nivel de la política, el ordenamiento jurídico y legal. También en lo ideológico, en la subjetividad y en los procesos internos de las personas.
Los procesos individuales y colectivos seguidos por las mujeres de zonas populares con las que hemos trabajado nos han permitido validar una propuesta educativa que tome como punto de partida los aspectos subjetivos de cada una, para la toma de conciencia de su valor y sus derechos como personas y ciudadanas. Esta concienciación va acompañada de su participación en espacios públicos: organizaciones, movimientos políticos y gobierno local. En éste, intervienen con propuestas que incorporan el tema de género en el desarrollo local.
Finalmente, el desarrollo humano sostenible debe contemplar la equidad de género entendida como igualdad de derechos, responsabilidades y oportunidades para hombres y mujeres, niñas y niños, por lo que se hace prioritario incluir la perspectiva de género en las agendas y programas de gobierno.
Úrsula Julia Santa Cruz Castillo
Barcelona, España.
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