Rafael Savoia
Coordinador del Centro Comboni
Africa/Afrodiáspora, Verona, Italia
Al final: original
en italiano
La población negra de las
Américas supera los 140 millones de personas. No es homogénea. Un
joven negro de EEUU es portador de considerables diferencias culturales
respecto a un coetáneo suyo de Salvador, Bahia, en Brasil, o de
Asunción en Paraguay, o incluso del Valle del Chota en la Cordillera de
los Andes en Ecuador. Diversos son los grupos afroamericanos dispersos por el
Continente. Es el mundo negro de las Américas, que ha tenido que
vérselas con el mundo de los indios y de los europeos. Las mutuas
influencias originaron nuevas culturas, o, como diría Manuel Zapata
Olivella, el “mestizaje cultural triétnico”. Según
las regiones y los diferentes procesos históricos, dominará una a
otra, pero, generalmente, las varias raíces están
simultáneamente presentes.
En el caso de los afrodescendientes,
Roger Bastide distinguía entre las “culturas
afroamericanas”, mayormente marcadas por los elementos africanos, y
“negroamericanas”, que han sufrido un proceso más intenso de
aculturación. Es indudable en todo caso la fuerza de estas
“supervivencias” culturales y de estos “sincretismos”,
si han sabido resistir a siglos de dominación “blanca”.
Las
culturas afroamericanas no se expresan sólo en la danza y en la
música. Como escribía el líder negro colombiano Amir
Smtih-Córdoba, “no somos del África, pero es un hecho que
‘pigmentogeográficamente’ somos un número tan grande
de habitantes, que se podría pensar en el concepto de negritud como
bandera étnica inicial para la consecución de nuestros objetivos.
De ahí la importancia de crear inicialmente las condiciones apropiadas,
no para que el negro baile, que como todos saben, baila, y muy bien; lo que
queremos no es limitarnos a bailar. El hombre y la mujer negros han dado a las
Américas mucho más que lo que cuentan los libros de la escuela…
Todos tienen en común la
proveniencia de África, la trata negrera, la esclavitud en las ciudades
y en el campo, la resistencia heroica de los palenques, poblados constituidos por aquellos que se autoliberaban y que,
todavía hoy, representan un símbolo de dignidad y de lucha para
el movimiento negro y son parte integrante del más auténtico
patrimonio espiritual de la humanidad. El cimarronaje no ha sido sólo una reacción a la imposición
de la esclavitud, sino la expresión vigorosa de resistencia cultural,
radicado como está en el común origen africano y en la
experiencia de una opresión total. Se ha fundado sobre una cierta toma
de conciencia de la identidad étnica.
La historia contada por los opresores nos
está revelando grandes figuras que animan todavía hoy a cuantos
luchan por la libertad en cualquier parte del mundo: Nat Turner en EEUU,
Satuyé de los Garífonas de San Vicente y Centroamérica,
Bayano de Panamá, Rey Miguel y Reina Guiomar en Venezuela, Domingo Bioho
en Colombia, Alonso de Illescas en Ecuador, Francisco Congo en Perú,
Zumbí en Brasil, Lemba en Santo Domingo, Makandal en Haití,
Cudjoe en Jamaica. Son una fuente privilegiada de inspiración para los
jóvenes, los políticos negros de hoy y las organizaciones. Entre
estas recordamos el Movimiento Nacional Cimarrón de Colombia y la
filosofía del quilombismo del
afrobrasileño Abdias do Nascimento.
Entre los principales fundamentos de la
cultura afroamericana señalamos al menos los siguientes.
• Los africanos arrancados de su
Continente y sus descendientes, a pesar de todos los esfuerzos esclavistas por
destruir sus creencias, religiones, traiciones… Cuando pensaban que los
habían reducido a “bienes semovientes”, sin derecho alguno
civil, han extraído de lo más profundo de su ser nuevas energías.
Han creado nuevas formas de religiosidad y nuevas religiones llenas de
vitalidad. El episcopado latinoamericano, en 1992 ha aceptado como
desafío –que incluso suscitó polémicas- “la
importancia de profundizar el diálogo con las religiones no cristianas
presentes en nuestro Continente, particularmente las indígenas y
afroamericanas, por tanto tiempo ignoradas o marginadas” (Santo Domingo
137).
•Incluso en la segregación
típica del sistema esclavista, eran inevitables ciertas relaciones, como
las de Dueño/esclavo, madre nodriza negra / patrona y niño
blancos, y otras, que tanto daban lugar a intercambio de creencias y
tradiciones, cuanto proporcionaban razones para las rebeliones, las fugas y el
surgimiento de nuevos palenques. Los esclavos
provenían de países y culturas diferentes, alguna de las cuales
conocían la escritura, pero en cautividad han sabido inventar y crear,
por las circunstancias o por propia opción, y han privilegiado la
tradición oral sobre la escrita. En concreto han empleado un medio de
comunicación eficaz y comunitario, con un fuerte poder de convocatoria:
el lenguaje del tambor. Este instrumento resuena todavía hoy de Belize
hasta la Patagonia, de Los Ángeles a Roma, en los rituales y en las
fiestas, recordando el pasado y preparando el futuro.
•La trata esclavista, que
duró siglos, contribuyó, sobre todo por las incursiones para
capturar nuevos esclavos, llamados bozales, a
alimentar las culturas afro. Los dueños favorecían los aspectos
aparentemente más inocentes, como cantos, danzas, juegos, así
como las procesiones, las reuniones entre miembros de las mismas
“naciones”, de las cuales salieron también las
“cofradías”. En ellas los patrones veían el modo de
avivar la división y la rivalidad entre los negros. Lo ratificaron con
una legislación particular. Pero los vencidos, una vez más,
supieron transformarlo en ocasión de unión, de
recuperación de su identidad. Y en el respeto mantenido a sus reyes y
reinas (como en el caso del congdos de Belo
Horizonte, en Brasil, y del Rey Bonifacio de Coroico en Bolivia) manifestaban
el rescate de su dignidad, se ayudaban entre ellos, reforzaban su solidaridad.
Fueron después sorprendidos, incluso porque las autoridades se dieron
cuenta de que aquellos grupos eran un ambiente de conspiración y
rebelión. Algunos estudiosos encuentran aquí, en estas
organizaciones negras la raíz del carnaval, que hace vibrar los
países americanos y caribeños.
La emancipación que se generalizó
en los países latinoamericanos hacia la mitad del siglo XIX creó
ciudadanos de segunda categoría, especialmente entre los
indígenas y negros. En las actas del I Congreso de cultura negra de las
Américas (1973) se lee: “El trabajo del esclavo negro ha tenido
una importancia decisiva para el enriquecimiento del blanco europeo y de los
criollos durante la Colonia. Este proceso ha sido común en EEUU y en
América Latina. Actualmente, abolida la esclavitud, el negro sigue
participando de manera desigual en el sistema económico. Pero han
afinado su conciencia de constituir grupos étnicos con una cultura
propia, y también de haber sido un factor determinante para el
crecimiento económico de los respectivos países y del Occidente”.
Especialmente en torno a los años
70 se ha iniciado un proceso de organización a nivel local (“La
Saya” en Bolivia, el grupo “Cambacuá” de Paraguay),
nacional (“Movimiento Nacional Cimarrón” de Colombia, el
“Movimiento Afroecuatoriano Conciencia” y la
“Federación de Organizaciones Negras de Pichincha” en
Ecuador, el “Movimiento Negro Unificado" de Brasil, la
"Organización para el desarrollo de las Comunidades negras de
Honduras", ODECO), y continental del movimiento afro, como la “Red
continental de organizaciones negras”. Reivindican paridad de
oportunidades en la escuela, el trabajo, la salud, el tiempo libre. De paso
notemos cómo todavía en el 2000 las organizaciones negras de Lima
han luchado por tener acceso a ciertos clubes y, en Miami, a ciertos bares.
Han constituido, por ejemplo en Ecuador,
alianzas con movimientos sociales, indígenas y populares. Ya se han
abierto su camino.
En los últimos decenios, las
religiones gtradicionales afroamericanas, en particular el Candomblé, la
Umbanda, Macumba de Brasil y Santería cubana demuestran una vitalidad
propia y se abren siempre más a América del Norte y
también a Europa, siguiendo las vías del comercio y de la
migración. Hoy se puede encontrar “madres y padres de santo”
en los terreiros de São Luis como en
los de Milán.
También iglesias cristianas se ha
dado espacio a la reflexión y al diálogo con la teología
negra de la liberación, desde EEUU (James Cone) a Brasil (Grupo
Atabaque), de Colombia (Grupo Guasá) hasta Costa Rica. Los agentes de
pastoral negros de la Iglesia católica se han puesto en marcha sobre
todo a partir de Puebla, con la pastoral afroamericana, que está
organizada en varios países: Brasil, Ecuador, Colombia, Panamá,
Honduras. La iglesia católica ha realizado ya ocho encuentros continentales
de agentes de pastoral afro; el noveno será en Callao, Perú, en
2003.
Los afroamericanos son un sujeto
emergente, al lado de la mujer, en la política y en la economía
de los países latinoamericanos. En EEUU el movimiento negro de los
años calientes de la segunda mitad del decenio de los 60 ha conseguido
conquistas sociales y políticas no indiferentes, con senadores,
diputados, alcaldes de grandes ciudades. El malestar, no obstante,
todavía se hace sentir: baste recordar la sublevación de Los
Ángeles (1992) o la marcha del “millón de hombres
negros” (1995) promovida por Louis Farrakhan, que no oculta sus miras
sobre los negros de América latina, como reveló su viaje a Cuba.
Los negros tienen ya un peso en las
elecciones presidenciales mismas. No es insignificante que George Bush haya
escogido como estrechos colaboradores a personalidades afroamericanas de la
tala de Colin Powell, secretario de Estado, y Condeleezza Rice, consejera para
la seguridad, y, por la educación, también un ministro negro,
Roderick R. Paige.
Tomando libremente de los indios, de los
mestizos, de los europeos, los negros han dado vida a nuevas culturas que han
influenciado a la misma cultura occidental. Baste pensar en la
contribución dada al respeto de los derechos humanos por el movimiento
de Martin Luther King, y también de la música agro.
Después de siglos de opresión, han reafirmado sus religiones y
estilos de vida, contribuyendo a la formación de la realidad
latinoamericana. En la cultura del país más poderoso del mundo
han dejado una huella imborrable.
Se advierte también la necesidad
de una relación con África, como hizo entender Malcom X en su
discurso a los jefes de estado africanos: “Los problemas de ustedes no se
resolverán nunca, hasta que, a menos que nuestros problemas, de negros
estadounidenses, se resuelvan. No serán ustedes nunca respetados, hasta
que, a menos que, nosotros seamos respetados.
Las luchas de los afroamericanos
–culturales, sociales y políticas- han tenido también como
resultado un reconocimiento de la propia especificidad en las Constituciones de
algunos países como Colombia, Ecuador, Brasil, y –el caso
más avanzado es aquel de la ley 70 de Colombia sobre la identidad,
educación y tierra de las comunidades afrocolombianas- tal
reconocimiento comienza a encontrar una traducción en las legislaciones
corrientes.
Algunos hablan de solidaridad que se
manifiesta en un pluralismo multiétnico, pluricultural, que se oponga a
la explotación de una raza sobre otra. Porque el racismo es
todavía una herencia pesada. Así lo han denunciado los varios
Encuentros, como el Seminario preparartorio Bahia-Sergipe de septiembre de
2000, en vistas a la “Conferencia mundial contra el racismo, la
discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de
intolerancia” de septiembre de 2001 en Durban, Sudáfrica.
En este contexto se advierte la necesidad
–también en el movimiento negro- de la autocrítica y de una
“ética del amor”, como dice Cornel West: “El amor a
sí y a los otros son dos modos de acrecentar la estima de sí
mismo y de animar la resistencia política en el ámbito de la
propia comunidad…
Original italiano
coordinatore Centro Comboni Africa / Afrodiaspora, Verona
(Italia)
La popolazione nera delle Americhe supera
i 140 milioni. Non è omogenea. Un giovane nero degli Usa è
portatore di considerevoli differenze culturali rispetto a un suo coetaneo di
Salvador, Bahia, in Brasile o di Asunción in Paraguay, o ancora della
Valle del Chota sulla Cordigliera delle Ande in Ecuador. Diversi sono i gruppi
afroamericani sparsi per il continente. È il mondo nero delle Americhe,
che ha dovuto fare i conti con il mondo degli indios e degli europei. Le
reciproche influenze originarono nuove culture, o, come direbbe Manuel Zapata
Olivella, il “meticciato culturale trietnico”. A seconda delle
regioni e dei differenti processi storici dominerà l’una o
l’altra, ma di solito le varie radici sono compresenti.
Nel caso degli afrodiscendenti, Roger
Bastide distingueva fra "culture afroamericane", maggiormente segnate
da elementi africani, e "neroamericane", che hanno subito un processo
più intenso di acculturazione. È indubbia, in ogni caso, la forza
di queste "sopravvivenze" culturali e di questi
"sincretismi", se hanno saputo resistere a secoli di dominazione
"bianca".
Le culture afroamericane non si esprimono
solo nella danza e nella musica. Come scriveva il leader nero colombiano Amir
Smith-Córdova, “non siamo dell’Africa, però è
un fatto che ‘pigmentogeograficamente’ siamo un numero così
grande di abitanti, che ci permette di pensare al concetto di negritudine come
bandiera etnica iniziale nel conseguimento dei nostri obbiettivi; da qui,
l’importanza di creare inizialmente le condizioni appropriate, non
perché il nero balli, che come tutti sanno balla, e molto bene;
ciò che vogliamo è non limitarci a ballare”[1].
E l’uomo e la donna neri nelle Americhe hanno dato molto più di
quanto non raccontino i testi scolastici.
Hanno un po' tutti in comune la
provenienza dall’Africa, la tratta negriera, la schiavitù nelle
città e nelle campagne, la resistenza eroica dei palenques, villaggi costituiti da coloro che si autoliberavano e che ancor
oggi rappresentano un simbolo di dignità e di lotta per il movimento
nero e sono parte integrante del più autentico patrimonio spirituale
dell’umanità. Il cimarronaje non
è stato solo una reazione alla imposizione della schiavitù, ma
anche espressione vigorosa di resistenza culturale, radicato nella comune
origine africana e nell’esperienza di una totale oppressione. Si è
fondato su una certa presa di coscienza di identità etnica.
La storia raccontata dagli oppressi ci
sta rivelando grandi figure che animano ancor oggi quanti lottano per la
libertà in ogni parte del mondo: Nat Turner negli Stati Uniti,
Satuyé dei Garífunas di San Vicente e Centroamerica, Bayano di
Panamá, Rey Miguel e Reina Guiomar in Venezuela, Domingo Bioho in
Colombia, Alonso de Illescas in Ecuador, Francisco Congo in Perù, Zumbi
in Brasile, Lemba a Santo Domingo, Makandal a Haiti, Cudjoe in Giamaica. Sono
una fonte privilegiata di ispirazione per i giovani, i politici neri di oggi e
le organizzazioni. Tra queste ricordiamo il Movimiento Nacional Cimarrón
della Colombia e la filosofia del quilombismo
dell'afrobrasiliano Abdias do Nascimento.
Tra i principali fondamenti della cultura
afroamericane, segnaliamo almeno i seguenti.
• Gli africani sradicati dal loro
continente e i loro discendenti, nonostante tutti gli sforzi dei padroni
schiavisti per annientare e polverizzare le loro credenze, religioni,
tradizioni, quando pensavamo di averli ridotti a "beni semoventi",
senza alcun diritto civile, hanno tratto dal più profondo del loro
essere nuove energie. Hanno creato nuove forme di religiosità e nuove
religioni piene di vitalità. L’episcopato latinoamericano nel 1992
ha accettato come sfida, che pure ha suscitato polemiche,
“l’importanza di approfondire il dialogo con le religioni non
cristiane presenti nel nostro continente, particolarmente quelle indigene e
afroamericane, per molto tempo ignorate o emarginate” (Santo Domingo,
137).
• Persino nella segregazione tipica
del sistema schiavistico erano inevitabili certe relazioni, come quelle padrone
/ schiavo, nutrice nera / padrona e bambino bianco, e altre; queste tanto
davano luogo a scambi di credenze e tradizioni, quanto fornivano ragioni a
ribellioni, fughe e al sorgere di nuovi palenques.
Gli schiavi provenivano da paesi e culture diverse, alcune della quali
conoscevano la scrittura, ma in cattività hanno saputo inventare e
creare, sia per le circostanze sia per scelta, ed hanno privilegiato, alla
tradizione scritta, quella orale. In particolare hanno impiegato un mezzo di
comunicazione efficace e comunitario, con un forte potere di convocazione: il
linguaggio del tamburo. Questo strumento risuona ancora oggi dal Belize alla
Patagonia, da Los Angeles a Roma nei rituali e nelle feste, ricordando il
passato e preparando per il futuro.
• La tratta durata secoli
contribuiva, specialmente per mezzo della continua immissione di nuovi schiavi,
chiamati bozales, ad alimentare le culture
afro. I padroni favorivano gli aspetti ritenuti più innocenti come
canti, danze, giochi, come pure le processioni, le riunioni tra membri delle
stesse "nazioni" -dalle quali sono sorte anche le
"confraternite". In esse i padroni vedevano un modo di tenere viva la
divisione e la rivalità tra i neri. Le ratificarono con una legislazione
particolare. Ma i vinti ancora una volta seppero trasformarle in occasione di
unione, di ricupero dell'identità. E nel rispetto mantenuto nei
confronti dei loro re e regine (come nel caso dei congados di Belo Horizonte in Brasile, e del Re Bonifacio di Coroico in
Bolivia), manifestavano il riscatto della loro dignità, si aiutavano tra
loro, rafforzavano la solidarietà. Furono poi soppresse, anche
perché le autorità si resero conto che quei gruppi erano ambienti
di cospirazioni e ribellioni. Alcuni studiosi rintracciano in queste
organizzazioni nere anche radici del carnevale che fa vibrare i paesi americani
e caraibici.
L'emancipazione che si è
generalizzata nei paesi latinoamericani verso la metà dell'Ottocento, ha
creato cittadini di seconda categoria, specialmente tra gli indigeni e i neri.
Negli atti del I Congresso di cultura nera delle Americhe (1973) si legge:
“Il lavoro dello schiavo nero ha avuto un'importanza decisiva per
l’arricchimento dei bianchi europei e dei criollos, durante la Colonia. Questo processo è stato comune negli
Stati Uniti e nell’America Latina. Attualmente, abolita la
schiavitù, il nero continua a partecipare in forma disuguale al sistema
economico”[2]. Ma intanto
hanno affinato la coscienza di costituire gruppi etnici con una propria cultura
e anche di essere stati un fattore determinante per la crescita economica dei
rispettivi paesi e dell’Occidente.
Specialmente attorno agli anni ’70
è iniziato un processo di organizzazione a livello locale ("La
Saya" in Bolivia, il gruppo "Cambacuá" del Paraguay),
nazionale ("Movimiento Nacional Cimarrón" della Colombia, il
"Movimiento Afroaecuatoriano Conciencia" e la "Federación
de Organizaciones negras de Pichincha" in Ecuador, il "Movimento
Negro Unificado" del Brasile, la "Organización para el
desarrollo de las Comunidades negras de Honduras", ODECO), e continentale
del movimento afro, come la "Red continental de organizaciones
negras". Rivendicano parità di opportunità nella scuola,
lavoro, salute, tempo libero. En passant
notiamo come ancora nel 2000 le organizzazioni nere di Lima hanno lottato per
avere accesso a certi club e, a Miami, a certi bar.
Hanno costituito, per esempio in Ecuador,
alleanze con i movimenti sociali, indigeni e popolari. Si sono ormai aperti un
loro cammino.
Negli ultimi decenni le religioni
tradizionali afroamericane, in particolare Candomblé, Umbanda, Macumba
del Brasile e Santería cubana dimostrano una vitalità propria e
si aprono sempre più all’America del Nord e anche
all’Europa, seguendo le vie del commercio e della migrazione. Si possono
oggi incontrare "madri e padri di santo" nei terreiros di São Luis come di Milano.
Anche nelle chiese cristiane si è
dato spazio alla riflessione e al dialogo con la teologia nera della
liberazione dagli Usa (James Cone) al Brasile (grupo Atabaque), dalla Colombia
(gruppo Guasá) alla Costa Rica. Gli agenti di pastorale neri della
chiesa cattolica sono passati all'azione soprattutto a partire da Puebla con la
Pastorale Afroamericana, che è organizzata in vari paesi: Brasile,
Ecuador, Colombia, Panamá, Honduras. La chiesa cattolica ha realizzato
ben otto incontri continentali di agenti di pastorale afro; il nono sarà
a Callao, Perù, nel 2003.
Gli afroamericani sono un soggetto
emergente, alla stregua delle donne, nella politica e nell'economia dei paesi
latinoamericani. Negli Stati Uniti il movimento nero dagli anni caldi delle
seconda metà del decennio del ’60 ha raggiunto conquiste sociali e
politiche non indifferenti, con senatori, deputati, sindaci di grandi
città. Anche se il malessere serpeggia ancora: basti ricordare la
sollevazione di Los Angeles (1992) o la marcia del “milione di uomini
neri” (1995) promossa da Louis Farrakhan, che non nasconde le sue mire
sui neri dell’America Latina, come rivelò il suo viaggio a Cuba.
I neri hanno ormai un peso nelle stesse
elezioni presidenziali. Non è insignificante che George Bush abbia
scelto come stretti collaboratori personalità afroamericane della taglia
di Colin Powell, segretario di stato, e Condoleezza Rice, consigliera per la
sicurezza, e, per l'educazione, ancora un ministro nero, Roderick R. Paige.
Prendendo liberamente dagli indios, dai
meticci, dagli europei, i neri hanno dato vita a nuove culture che hanno
influenzato la stessa cultura occidentale. Basti pensare il contributo dato al
rispetto dei diritti umani dal movimento di Martin Luther King, e anche della
musica afro. Dopo secoli di oppressione hanno riaffermato le loro religioni e
stili di vita, contribuendo alla formazione della realtà
latinoamericana. Nella cultura del paese più potente del mondo hanno
lasciato un'impronta indelebile.
Si avverte anche la necessità di
una relazione con l’Africa, come fece capire Malcolm X nel suo discorso
ai capi di stato africani: “I vostri problemi non si risolveranno mai
fino a che, e a meno che, i nostri problemi, di neri statunitensi, non siano
risolti. Non sarete mai rispettati fino a che, e a meno che, noi non siamo rispettati”.
Le lotte degli afroamericani -culturali,
sociali e politiche- hanno avuto anche il risultato di un riconoscimento della
propria specificità nelle Costituzioni di alcuni paesi come Colombia,
Ecuador, Brasile, e –il caso più avanzato è quello della
legge 70 di Colombia sull'identità, educazione e terre delle
comunità afrocolombiane– tale riconoscimento comincia a trovare
una traduzione nelle legislazioni correnti.
Alcuni parlano di solidarietà che
si manifesta in un pluralismo multietnico, pluriculturale, che si opponga alla
sfruttamento di una razza sull’altra. Perché il razzismo è
ancora una dura eredità - hanno denunciato i vari incontri, come il I
Seminario preparatorio Bahia-Sergipe del settembre 2000, in vista della
"Conferenza mondiale contro il razzismo, la discriminazione razziale, la
xenofobia e le forme connesse di intolleranza" del settembre 2001 a
Durban, Sudafrica.
In questo contesto si avverte la
necessità, anche nel movimento nero, dell'autocritica e di una
"etica di amore", come dice Cornel West: "L’amore di
sé e degli altri sono due modi di accrescere la stima di sé
stessi e di incoraggiare la resistenza politica nell’ambito della propria
comunità… La politica della conversione è attiva
soprattutto a livello locale, in quelle istituzioni della società civile
ancora tanto vitali da promuovere la valorizzazione di sé, e si fa luce
a livello regionale e nazionale solo quando le organizzazioni democratiche e
popolari riescono ad esprimere una leadership collettiva capace non solo di guadagnarsi
il rispetto e l’amore dei membri di queste organizzazioni, ma anche di
dimostrarsi pienamente responsabile".
In questo procedimento è
fondamentale l’unione tra i vari settori della popolazione
latinoamericana, come si è manifestata fin dal 1992 negli "incontri
continentali del movimento indigeno, nero e popolare", che manifestava lo
sforzo comune delle diverse organizzazioni impegnate nella difesa dei gruppi
più emarginati ed oppressi della società.
Urge trovare l’equilibrio tra
locale e globale, tra universo e "universi", siano essi etnici,
sociali o culturali. Così l’incontro tra culture sarà una
ricchezza capace di dare origine a nuove concezioni della vita e dello
sviluppo, alternative reali al vicolo cieco in cui sembra rinchiusa la
civiltà occidentale.
Diceva un'esponente nera della Costarica:
“Presto o tardi arriva il momento per ogni gruppo umano di dare il suo
contributo specifico alla società. Ora, tocca a noi
afroamericani!”.
[1] Amir Smith-Córdova en Negritud
(1978, volumen 3):
“ No somos Africa, pero nos encontramos pigmentogeográficamente
respaldados por una cantitad de habitantes, que hacen posible pensar en el
concepto de negritud como bandera étnica inicial en el logro de nuestros
objetivos; de allì la importancia de crear inicialmente las condiciones
apropiadas, no para que el negro baile, que ya es sabido que el negro baila y
muy bien; lo que queremos en el mejor de los casos es no quedarnos bailando”
(citado en Gutiérrez Azopardo 1980,88).
[2] “Aportes del negro en el área de las estructuras socio-económicas: El trabajo del esclavo negro tuvo una importancia decisiva para el enriquecimiento de los blancos europeos y criollos durante la Colonia. Este proceso fue común a los EEUU y a América Latina. En el presente, abolida la esclavitud, el negro continua participando de manera desigual en el sistema económico” - pag.31 en “Congresos de Cultura Negra de las Américas” - Cuadernos negros americanos n°1 - Ediciones Centro Cultural Afroecuatoriano, Quito 1989.