Agenda Latinoamericana-Mundial’2001-2002

Concurso de Páginas Neobíblicas

Accésit

 

 

NOSOTROS TAMBIÉN QUEREMOS EL SISTEMA

1 Sam 8

 

 

Desde que el Señor la eligió juez y profeta, Utopía había dinamizado al pueblo como nadie lo hizo antes. Sus enemigos temían su presencia y siempre fueron derrotados cuando intentaron doblegar la voluntad popular. Pero Utopía estaba envejeciendo -¿o más bien era el pueblo?, no sé-; lo cierto y verdad es que los años no perdonan -ni piden perdón por todo lo que ocasionan-, y entumecieron a Utopía. Su fuerza ya no era la de antes, enfermaba con más frecuencia, lo que la obligaba a ausentarse de la escena pública… y de la privada.

Los hechos son los hechos, hay que ser realistas -afirmación con sentido vago, muy de moda entre vagos utopistas-, y Utopía ya no podía cumplir su función. Se iba convirtiendo en un estorbo, en una vieja cascarrabias. Sus hijos, Reforma y Razón de Estado, ocuparon su lugar. Sin embargo, los hijos no se comportaron como su madre sino que se volvieron ambiciosos, se dejaron sobornar, y no obraron con justicia. La laxitud se instaló en sus aposentos, confundieron al pueblo hasta que éste no supo distinguir los medios de los fines, ni ligar las causas con sus efectos.

Ante este desorden de cosas, los sabios, los profesionales del saber, los expertos del realismo, erigiéndose en portavoces de los sin voz y sin dinero, se presentaron ante el lecho de Utopía con una corona… de flores y una única sonrisa para decirle:

-Tú ya eres una anciana, y tus hijos no se portan como tú. Sabemos que aún te queda cierta autoridad moral entre nosotros; por lo tanto, antes de que te enterremos, intégranos en El Sistema Neoliberal para que nos gobierne, como es costumbre en todas las naciones.

Utopía, disgustada ante esta capitulación de voluntades, se dirigió en oración al Señor, pero el Señor le respondió:

-Atiende cualquier petición que el pueblo te haga, pues no es a ti a quien en el fondo rechazan, sino a mí, para que yo no reine sobre ellos. Y es que desde que les di alas para volar y creatividad para realizar lo imposible, andan tirándose a tierra y revolcándose en el fango de lo meramente posible. Así pues, atiende su petición; pero antes adviérteles seriamente de todo lo que va a suponer para ellos tener al Sistema por gobernante.

Entonces, Utopía, apoyándose en sus muletas, se incorporó de la cama y fue caminando lentamente hacia el balcón. Abajo una multitud expectante, irritada contra Reforma y Razón de Estado, pero a la vez marcada con la huella que en ella dejaron éstas, esperaba una respuesta que satisfaciese sus aspiraciones de ser como los demás naciones. Utopía, sabiendo que éstas iban a ser sus últimas palabras, hizo acopio de fuerzas para comunicar al pueblo la respuesta del Señor, y dejar claro lo que era evidente. Les dijo:

- Esto es lo que les espera con ese Sistema Neoliberal que los va a gobernar. Romperá todos sus sueños de igualdad: dará mucho a pocos y al resto los dejará sin nada. La competitividad se instalará en vuestros aposentos desplazando a la solidaridad que hasta hoy era vuestra guía, y los especuladores pondrán su tienda entre nosotros. El beneficio económico orientará el sentido de la vida social y privada: lo que no tenga un precio no tendrá valor. Vuestros bosques serán devorados para nutrir la avidez maderera de las poderosas naciones extranjeras; serán talados para plantar soja de exportación y engordar sus cerdos, perforados para extraer la sangre negra que bombea la energía del Imperio. Vuestros hijos tendrán que emprender el camino del olvido hacia tierras de espejos e ilusiones, y allí ser explotados con sueldos de miseria. Muchos de ustedes puede que hasta lleguen a tener algún televisor y alguna radio, por donde se les suministrará la realidad de cada día y se les exorcizará el espíritu crítico. Y el día en que se quejen por causa del Sistema que ustedes hayan escogido, yo no estaré aquí para ayudarles porque ya me habrán enterrado, y la respuesta del Señor quedará apagada en la profundidad de la noche del Neoliberalismo.

Pero el pueblo, sin tener en cuenta la advertencia de Utopía, y cegados por la deslumbrante seducción del Sistema, respondió:

- No importa. Queremos ser englobados por el Sistema Neoliberal, para ser como las otras naciones, para que nos desarrolle económicamente y nos explote socialmente, porque nos da más miedo la singularidad que la claudicación. Mutilamos nuestras alas y castramos nuestra creatividad en este día como pacto de nuestras palabras.

Después de escuchar Utopía la respuesta del pueblo -o de lo que quedaba de él, porque una opinión tan uniforme más se parecía a la de masa bien moldeada que a la de pueblo consciente y crítico- se la repitió al Señor, y el Señor le respondió:

- Atiende su petición.

Utopía conocía las consecuencias de ésta decisión. Su presencia, incompatible con el Sistema, tendría que ser desaparecida. Sin embargo, con la certeza que da la experiencia secular, su rostro reflejaba una conspirativa sonrisa, porque sabía que su máximo poder se encontraba en la presencia de su ausencia: cuando no se halla en ninguna parte, su nombre y su fuerza adquieren todo el significado pleno.

 

Fernando Bernabé López

Murcia, ESPAÑA