Al final: original en francés.

 

La mundialización de las resistencias

y de las luchas contra el neoliberalismo

 

François Houtart

Director del Centre Tricontinental, Louvain-la-Neuve (Bélgica).

 

18.145 caracteres

 

 

 

Asistimos hoy en todos los continentes a un florecimiento de movimientos sociales, de numerosas iniciativas en los ámbitos económico y social, de reacciones culturales a la desintegración social, que se manifiestan a través de corrientes nacionalistas, regionalistas, religiosas... El campo social se encuentra atravesado a nivel mundial por una serie de sacudidas, que parecieran no tener un vínculo entre ellas.

Es llamativo constatar que, de forma cada vez más recurrente, los fenómenos sociales desembocan en una deslegitimación del sistema económico; ya que el capitalismo afecta visiblemente los intereses no sólo de los trabajadores incluidos directamente en la relación capital/trabajo, sino también de diversos sectores de la población mundial afectada indirectamente por la lógica del sistema económico; es decir, por intermedio de los mecanismos financieros (fijación de precios de materias primas, servicio de la deuda, tasas de interés, fuga de capitales, etc.). No todos tienen el mismo nivel de conciencia, pero el fenómeno se encuentra en progresión, tal como pudo observarse en Seattle, Washington, Ginebra, Praga, etc.

Pero la deslegitimación no basta. Hay que formular alternativas y es preciso decir que, en este ámbito, el florecimiento de resistencias y de luchas no ha producido grandes propuestas que superen la dimensión micro. La caída del socialismo del este europeo y la integración progresiva de la mayoría de los regímenes socialistas a la economía de mercado no contribuyen a aclarar los espíritus. Los nuevos análisis que comienzan a elaborarse en los ámbitos intelectuales no se han encarnado aún en el nivel de la acción.

Para comprender mejor la dinámica contemporánea de las resistencias y de las luchas es preciso recordar de forma sucinta cómo la actual mundialización de la economía capitalista, bajo su forma neoliberal, afecta la situación de las clases populares de todo el mundo, aun de amplios segmentos de las clases medias.

 

El proceso contemporáneo de mundialización capitalista y sus efectos sociales.

Muchos medios de comunicación social hablan de los movimientos “anti-mundialización”, lo que constituye, de forma consciente o inconsciente, una forma de desplazar la significación del problema. La mayoría de las reacciones que se observan, salvo las de los fundamentalistas nacionalistas o religiosos o incluso la efervescencia pentecostal o carismática despolitizante, no se oponen en nada a la universalización de las relaciones humanas, sino a la apropiación del fenómeno por parte de los poderes económicos.

 

Características sociales de la mundialización contemporánea.

La mundialización del capital y de las decisiones económicas afecta a amplios aspectos de la vida humana. Sabemos bien lo que esto significa en el plano estrictamente económico, pero es preciso subrayar la penetración de la lógica del mercado en ámbitos cada vez más numerosos de la vida humana como la educación, la salud, la seguridad social, la cultura. Cuando la lógica mercantil penetra estos ámbitos, debilita el carácter de los mismos como derechos humanos progresivamente conquistados a través de luchas sociales; dejándolos así entregados a la solvencia de los individuos. Esta lógica conlleva en sí misma la exclusión de los pobres o, en el mejor de los casos, su reducción a un objeto de asistencia. No es por lo tanto llamativo que, como fruto de la acción de los medios de comunicación, cada vez más gente reaccione frente a esta situación.

Las conquistas que los trabajadores habían logrado, al menos parcialmente, en su beneficio a través de las luchas sociales son hoy objeto de una reconquista por parte del capital. En primer lugar se trata del Estado, atacado por un lado en sus funciones económicas y sociales y reorientado al servicio de los intereses de los capitalistas y, por el otro, de las organizaciones internacionales y de la ONU, crecientemente gobernadas por los organismos financieros y comerciales (Banco Mundial, FMI, OMC) y colonizadas por las empresas multinacionales.

Todo esto se sitúa en la lógica del proceso de acumulación y no es necesario recurrir a ninguna teoría del complot para explicarlo. El neoliberalismo no es más que una nueva estrategia del capital para recuperar su capacidad de acumulación; que es consecutiva a la disminución relativa de la productividad que condujo al agotamiento del modelo keynesiano, y a las nuevas posibilidades del cual dispone para recolonizar las economías de la periferia. Esto permitió acentuar las presiones contra toda tentativa de organizar la economía sobre bases distintas. La aceleración del proceso de acumulación significó una doble ofensiva: por un lado contra el trabajo y por otro contra el Estado. A estos efectos se recurre a todos los medios disponibles, económicos, culturales, políticos y militares.

 

 

Multiplicación, ampliación y fragmentación de las resistencias y luchas

Su multiplicación se explica por el aumento del número de las víctimas colectivas que no son solamente aquellas que se encuentran involucradas directamente en la relación capital/trabajo. Las relaciones indirectas que hemos evocado conciernen a centenas de millones de personas que, aunque están lejos de ser conscientes de la relación que les une al sistema económico mundial, no dejan de padecer los efectos desastrosos que éste tiene sobre su cotidianeidad. Las relaciones de causa-efecto son poco visibles y requieren de un análisis y la aplicación de la abstracción a las realidades concretas para poder establecer la relación, por ejemplo, entre el monetarismo y la pérdida de poder adquisitivo de las masas populares; entre los paraísos fiscales y el subempleo.

La ampliación de las resistencias resulta de la difusión de las consecuencias de la mundialización de la economía capitalista. La feminización de la pobreza implica la radicalización de los movimientos feministas; la destrucción y la privatización de las riquezas ecológicas promueve la creación de grupos de defensa del medioambiente; las destrucciones culturales suscitan reacciones defensivas a menudo retrógradas, cuando éstas no están acompañadas de un adecuado análisis.

La fragmentación es el fruto de las separaciones geográficas y sectoriales. Mientras que las bases materiales de la reproducción del capital, sobre todo financiero, que dominó la fase neoliberal de la acumulación capitalista contemporánea, reposan cada vez más en el plano mundial; las resistencias son aún esencialmente locales. Los últimos sucesos han revelado sin embargo una tendencia a las confluencias, aunque éstas son todavía difíciles por falta de recursos, y aunque, por otra parte, internet brinda hoy la oportunidad de nuevas posibilidades de comunicación.

El problema de la fragmentación por sectores constituye una de las consecuencias de la lógica del capitalismo. En efecto, existe un punto de ruptura entre aquellos que se inscriben socialmente en la relación directa entre capital y trabajo y aquellos que no están inscriptos sino indirectamente en esta relación. Si bien los intereses particulares de unos y otros parecen muy diferentes, y hasta opuestos en algunos casos, se encuentran sin embargo en la misma vereda. Al capital le conviene hacer aparecer como antagónicas las acciones de los sectores organizados del trabajo (sindicatos) y de aquellas realizadas por el sector informal o de la economía subterránea. Efectivamente es fácil hablar de privilegios de los primeros en relación a la situación de los segundos (la famosa aristocracia obrera). Los otros sectores, las mujeres, los pueblos autóctonos, los pequeños productores agrícolas o comerciantes, los movimientos ecologistas, las asociaciones culturales, etc., parecen ajenos a las luchas que se sitúan a nivel de las relaciones sociales de producción. Su hermetismo mutuo es funcional a la hegemonía del mercado y a sus expresiones políticas, dado que es más fácil para cada uno de los sectores desarrollar una estrategia de respuestas/represión, que afrontar el desafío de construir un conjunto coherente.

Se suele decir que todas estas resistencias son la expresión de la sociedad civil; pero es preciso señalar que se trata de la sociedad civil “de abajo”. Si bien este concepto fue valorizado por Antonio Gramsci y hacía referencia al lugar de las luchas sociales, ha sido recuperado, ya sea con el objetivo de identificar los actores del campo económico en oposición al Estado o bien para limitar la sociedad civil a todo aquello que es bueno y loable, es decir, las ONGs, las asociaciones voluntarias, las organizaciones religiosas, etc. Para una utilización útil del concepto, es preciso resituarlo en su sentido analítico.

Es cierto que hoy asistimos al inicio de una coordinación multisectorial entre las “sociedades de abajo”. Como ya hemos señalado esto se manifestó a través de diversas reuniones. Entre las iniciativas destinadas a promover esta idea y a profundizarla teóricamente, podemos señalar la reunión llamada “El otro Davos” que reunió en 1999 a cinco movimientos sociales importantes de cinco continentes y a otros sectores: el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra del Brasil, los sindicatos obreros de Corea del Sur, las cooperativas agrícolas de Burkina Faso, el Movimiento de Mujeres de Québec y el de desocupados de Francia. Organizada a instancias del Foro Mundial de las Alternativas, de ATTAC y del Comité contra el AMI, con el apoyo de Le Monde Diplomatique, en la misma participaron analistas como Samir Amín, François Chesnais, Riccardo Petrella, Susan George, Bernard Cassen. Como resultado de la misma fue publicado un libro que ha sido traducido en más de diez idiomas (F. Houtart y F. Polet (ed), El Otro Davos, Globalización de Resistencias y de luchas, México, Valdez y Plaza, 2000; Madrid, Editorial Popular, 2001). Eso fue el preludio de Porto Alegre, donde más de 700 movimientos, 4.700 delegados y más de 15 000 participantes de 122 países se encontraron para decir: Otro Mundo es posible.

 

 

Las estrategias de convergencia.

Hablamos de convergencias en plural de manera intencional, dado que es el proceso que mejor parece corresponder a las necesidades actuales de las resistencias y de las luchas a escala mundial. Abordaremos primero los tipos de convergencia y posteriormente de la necesidad de una estrategia.

 

 

Los tipos de convergencia.

La propia multiplicidad de sectores afectados por la mundialización contemporánea de la economía capitalista, que corresponde a una nueva fase de su proceso de acumulación, exige una articulación entre las diversas formas de resistencia. De esta situación se deriva la necesidad de una convergencia estratégica con el objetivo de pesar en la toma de decisiones colectivas, principalmente en los ámbitos institucionales. Esto es lo que sucedió de forma embrionaria en las reuniones de la OMC en Seattle, del Banco Mundial en Washington, de la Cumbre Social de las Naciones Unidas en Ginebra, etc. Aún queda un largo camino por recorrer antes de lograr una verdadera convergencia estratégica y, a estos efectos, será necesario construir los instrumentos indispensables a una acción de este tipo como, por ejemplo, un inventario permanente de los movimientos y sus redes que permita, gracias a internet, un conocimiento mutuo sistemático y la organización de los contactos necesarios.

Un segundo tipo de convergencia es el que surge de la diversidad de los puntos de vista y que se manifiesta a través de la creación de alianzas, en base a puntos precisos. En este caso se trata de convergencias tácticas, destinadas a obtener objetivos concretos, partiendo de puntos de vista diferentes. Son por lo tanto temporales y pueden reunir a organizaciones cuyo nivel de conciencia es muy diverso. Pensemos por ejemplo en la cuestión de la deuda del Tercer Mundo, en torno a la cual se movilizaron tanto agrupamientos políticos de izquierda como diferentes iglesias, a veces muy conservadoras.

 

Estas constataciones nos llevan a pensar que la idea de un solo partido de vanguardia que sería el poseedor de toda la verdad carece de actualidad. Pero esto no significa un relativismo completo, que pondría a todo el mundo en el mismo nivel y daría razón a las corrientes posmodernas para las cuales sólo la historia inmediata de los individuos y la particularidad de las situaciones tiene importancia. Es por ello que debe ser elaborada y puesta a punto de forma permanente una estrategia en función de la definición de objetivos precisos.

 

 

Una estrategia en función de objetivos claros.

Hoy se corre el riesgo de una floklorización de lo que se ha dado en llamar “anti-mundialización”, fácilmente ridiculizable y por lo tanto recuperable y divisible. Es preciso darse cuenta de que una actitud de este tipo no es para nada inocente y que sería grave que los movimientos sociales se dejasen llevar en esta dirección. Es cierto que todo movimiento popular es portador de su cultura y que los jóvenes que hoy se movilizan escapan a los arquetipos de las movilizaciones de períodos anteriores, pero las formas expresivas no pueden remplazar el sentido de estas movilizaciones.

Por otro lado, todas las resistencias no son necesariamente anti-sistémicas, es decir destinadas a combatir el sistema capitalista bajo una forma u otra. Ya hemos hecho alusión a los fundamentalistas de diferentes pelajes que reaccionan, a menudo, a los efectos culturales de las relaciones sociales del mercado capitalista, pero que buscan soluciones a sus problemas a través de una restauración cultural. Sucede lo mismo con numerosas luchas que, en la periferia, se refieren a relaciones precapitalistas, como las castas, las etnias, las estructuras patriarcales. Estas luchas implican a poblaciones que no han sido integradas directamente en las relaciones capitalistas y que, empujadas a procesos de empobrecimiento debidos, en gran medida, a la mundialización de la economía (programas de ajuste estructural, supresión de medidas de protección social, producción agrícola destinada a la exportación y caída de precios, etc), reaccionan en función de su imaginario social. En las sociedades del Norte, la atomización de la vida social, fruto de la predominancia del mercado y de su influencia individualizante, reforzada por la cultura del consumo, lleva a ciertas iniciativas a centrarse en objetivos particulares, ciertamente válidos, pero aislados del conjunto.

Es por lo tanto necesario clarificar los objetivos y para esto analizar las situaciones.

 

 

Un análisis permanente.

La mundialización de la economía capitalista, bajo su forma neoliberal actual, no puede comprenderse sin el estudio de las relaciones sociales que la caracterizan. De allí la necesidad de contar con un “Estado del mundo visto desde abajo”, que es el actual proyecto del Foro Mundial de las Alternativas. También es necesario tener un buen conocimiento de los movimientos sociales y de sus redes, con el objetivo de poder analizar sus estrategias.

 

 

La definición de las alternativas.

Es en este sentido que utilizamos el plural para las alternativas. Ya no es más posible hablar de un único modelo rígido y portador de todas las soluciones. La transición de la organización capitalista de la economía hacia el post-capitalismo es un proceso de largo plazo. Es preciso construir las alternativas colectivamente y de forma permanente en función de un hilo conductor que podríamos llamar, en el sentido positivo del término, la utopía. Ya que, contrariamente a lo que postula la ideología neoliberal, existen alternativas.

Se trata pues de construir las alternativas a diferentes niveles, siendo el primero de ellos el de la utopía; es decir, ¿qué sociedad queremos? Este es el proyecto movilizador, que se refiere a una definición global y colectiva. Incluye una dimensión ética y posee una base plural. No se trata de hacer tabla rasa del pasado e ignorar los aportes del pensamiento y de las experiencias del socialismo. Pero no podemos desconocer todos los aportes realizados por las tradiciones filosóficas y religiosas a lo largo de la historia y según las culturas. Sin embargo, para poder ser realizada a largo plazo, la utopía sólo puede ser post-capitalista. La misma no puede contentarse con un simple arreglo humanista de las relaciones sociales existentes o de las regulaciones propuestas por el neoclasicismo económico o por el liberalismo social.

Sin embargo, para poder concretizarse, la utopía precisa de objetivos a mediano y corto plazo. Éstos se sitúan en los campos concretos de la acción colectiva: económica, política, ecológica, social, cultural... No entraremos en detalles en el marco de este trabajo. Esta precisión no puede evitar un doble principio ya expresado: un análisis de las relaciones sociales concretas y de sus efectos y un objetivo post-capitalista. En función de esto, muchas de las propuestas concretas serán similares a las regulaciones propuestas por aquellos que quieren dar al capitalismo un rostro más humano, pero inscriptas en una filosofía bien diferente. Es la diferencia entre un neo-keynesianismo y un post-capitalismo.

En esta perspectiva, la mundialización de las resistencias y de las luchas será algo más que la simple suma de las iniciativas existentes en el mundo y que ponen de manifiesto la insatisfacción de millones de seres humanos, y pasará a revestir un carácter orgánico. Sin duda estas iniciativas surgen por todas partes, pero no será cualquier tipo de mundialización el que las transformará en eficaces a largo plazo. El camino será largo, pero es posible. Es lo que Porto Alegre mostró y como lo decía Eduardo Galeano en esta ocasión : «Dejamos el pesimismo para tiempos mejores».

 

 

 

 

 

LA MONDIALISATION DES RÉSISTANCES ET DES LUTTES CONTRE LE NÉOLIBÉRALISME

François Houtart

 

 

Dans tous les continents on assiste aujourd’hui à un foisonnement  de mouvements sociaux, d’initiatives nombreuses dans les domaines économiques et sociaux, de réactions culturelles à la désintégration sociale, se manifestant par des courants nationalistes, régionalistes, religieux. Bref, le champ social est parcouru au niveau mondial par une série de remous très divers et apparemment sans grands liens entre eux.

 

Il est aussi frappant de constater que de plus en plus de ces phénomènes sociaux débouchent sur une délégitimation du système économique, car le capitalisme affecte visiblement non seulement les intérêts des travailleurs inclus directement dans le rapport capital/travail, mais des couches de plus en plus diverses des populations mondiales, indirectement touchées par la logique du système économique, c’est à dire par le biais des mécanismes financiers (fixation des prix des matières premières, service de la dette, taux d’intérêts, fuite des capitaux, etc.). Tous n’arrivent pas à ce niveau de conscience, mais le phénomène est en croissance, comme on l’a vu à Seattle, Washington, Genève, Prague, etc.

 

Mais la délégitimation ne suffit pas. Il faut avancer des alternatives et il faut bien dire que dans ce domaine, le bouillonnement des résistances et des luttes n’a pas produit grand chose qui dépasse la micro-dimension. La chute du socialisme de l’Est européen et l’intégration progressive de la plupart des régimes socialistes à l’économie de marché, ne contribuent guère à éclairer les esprits. Les nouvelles analyses qui commencent à être élaborées dans les milieux intellectuels n’ont pas encore pénétré profondément au niveau de l’action.

 

Afin de mieux comprendre la dynamique contemporaine des résistances et des luttes, il est bon de rappeler brièvement comment la mondialisation actuelle de l’économie capitaliste, sous sa forme néolibérale affecte la situation les classes populaires du monde entier, y compris de larges segments des classes moyennes.

 

1. Le processus contemporain de mondialisation capitaliste et ses effets sociaux

 

Bien des moyens de communication sociale parlent des mouvements anti-mondialisation, ce qui est une manière, voulue ou non, de déplacer la signification du problème. En effet, la plupart des réactions que l’on relève, sauf  les fondamentalismes nationalistes ou religieux ou encore l’effervescence pentecôtiste ou charismatique dépolitisante, ne s’opposent nullement à l’universalisation des rapports humains, mais bien à l’appropriation du phénomène par les pouvoirs économiques.

 

1) Caractéristiques sociales de la mondialisation contemporaine

 

La mondialisation du capital et des décisions économiques affectent de nombreux secteurs de la vie humaine. On sait ce qui en est sur le plan strictement économique, mais il est bon de souligner la pénétration de la logique du marché dans des domaines de plus en plus élargis de la vie humaine, y compris l’éducation, la santé, la sécurité sociale, la culture. La logique mercantile introduite dans ces domaines, affaiblit leur caractère de droits humains  progressivement conquis par les luttes sociales pour les mette aux enchères de la solvabilité des individus. Cette logique porte en son sein l’exclusion des pauvres ou, au mieux, leur réduction à un objet d’assistance. Il n’est guère étonnant que, les communications aidant, de plus en plus réagissent.

 

Les institutions que les luttes sociales des travailleurs avaient réussi  à faire infléchir, au moins partiellement, en leur faveur, font aujourd’hui l’objet d’une reconquête par le capital. Il s’agit d’abord de l’Etat, à la fois attaqué dans ses fonctions économiques et sociales et réorienté au service des intérêts capitalistes et ensuite des organisations internationales et de l’ONU, de plus en plus gouvernées par les organismes financiers et commerciaux (Banque mondiale, FMI, OMC) et véritablement colonisées par les entreprises multinationales.

 

Tout cela se situe dans la logique du processus d’accumulation et il n’est pas nécessaire de recourir à une quelconque théorie du complot pour l’expliquer. Le néolibéralisme  n’est rien d’autre que la nouvelle stratégie du capital pour récupérer sa capacité d’accumulation, suite à la diminution relative de productivité ayant conduit à l’épuisement du modèle keynésien, et aux nouvelles possibilités dont il dispose pour recoloniser les économies de périphéries. Cela lui a permis de poursuivre les pressions contre toute tentative d’organiser l’économie sur d’autres bases que les siennes. L’accélération du processus d’accumulation a donc signifié une double offensive, contre le travail d’une part et contre l’Etat de l’autre. A cet effet, tous les moyens sont utilisés, économiques, culturels, politiques et militaires.

 

2) La multiplication, l’élargissement et la fragmentation des résistances et des luttes

 

Leur multiplication s’explique par l’accroissement du nombre des victimes collectives qui ne sont pas seulement celles intégrées directement dans un rapport capital/travail. Les rapports indirects dont nous avons parlés, concernent des centaines de millions de personnes et qui bien loin d’être toujours consciente du lien qui les unit au système économique mondial, n’en ressentent pas moins les effets désastreux sur leur existence. En effet, les liens de cause à effet sont peu visibles et requièrent une analyse et l’application de l’abstraction aux réalités concrètes, pour faire le lien, par exemple, entre le monétarisme et la perte du pouvoir d’achat des masses populaires, entre les paradis fiscaux et le sous-emploi.

 

L’élargissement des résistances résulte de celui des conséquences de la mondialisation de l’économie capitaliste. La féminisation de la pauvreté débouche sur la radicalisation des mouvements féministes, la destruction et la privatisation des richesses écologiques encourage la création de groupes  de défense de l’environnement, les destructions culturelles suscitent des réactions défensives souvent rétrogrades, quand elles ne sont pas accompagnées d’une analyse adéquate.

 

La fragmentation est le fruit des séparations géographiques et sectorielles. Alors que le capital, surtout financier, qui a dominé la phase néolibérale de l’accumulation capitaliste contemporaine, possède de plus en plus les bases matérielles de sa reproduction sur un plan mondial, les résistances sont encore principalement locales. Les derniers événements ont révélé cependant une tendance aux regroupements, mais il sont difficiles à cause du manque de moyens, même si l’internet donne aujourd’hui de nouvelles possibilités de communications.

 

Quant à la fragmentation par secteurs, elle fait aussi partie des conséquences de la logique du capitalisme. En effet, un grand point de rupture se produit entre ceux situés socialement dans le rapport direct capital/travail et ceux qui ne le sont que de manière indirecte. Les intérêts particuliers des uns et des autres semblent très distincts, si pas opposés, alors qu’ils se trouvent structurellement du même côté de la barrière. Il y a d’ailleurs tout intérêt pour le capital de faire apparaître comme antagoniques l’action des secteurs organisés du travail (syndicats) et ceux qui proviennent du domaine informel ou de l’économie souterraine.  Il est en effet facile de parler des privilèges des premiers face à la situation des seconds (la fameuse aristocratie ouvrière). Les autres secteurs, les femmes,  les peuples autochtones, les petits paysans ou commerçants, les mouvements écologistes, les associations culturelles, etc. paraissent bien étrangers à des luttes qui se situent au niveau des rapports sociaux de production. Leur hermétisme mutuel est très utile à l’hégémonie du marché et à ses expressions politiques, car il est plus facile de développer une stratégie de réponses/répression pour chacun d’entre eux que d’affronter un ensemble cohérent.

 

Toutes ces résistances sont l’expression, dit-on, de la société civile, mais il faut y ajouter de la société civile d’en bas. En effet, le concept lui-même, si bien remis en valeur par Antonio Gramsci, a été soigneusement récupéré, soit pour identifier les acteurs du champ économique par opposition à l’Etat, soit limitant  la société civile à tout ce qui est bon et louable, c’est à dire les ONG, les associations volontaires, les organisations religieuses, etc, alors qu’elle est le lieu des luttes sociales. Pour une utilisation utile du concept, il faut le rétablir dans son sens analytique.

 

Il est vrai que l’on assiste aujourd’hui, au sein de société d’en bas, à un début de mise en commun intersectoriel. Cela s’est manifesté par diverses réunions, comme nous l’avons déjà signalé. Parmi les initiatives destinées à promouvoir cette idée et à l’approfondir théoriquement, on peut signaler la réunion intitulée L’Autre Davos, qui réunit en 1999, cinq mouvements sociaux importants des cinq continents et de secteurs tout à fait différents : les Sans terre du Brésil, les syndicats ouvriers de Corée du Sud, les coopératives agricoles du Burkina Faso, le Mouvement des Femmes du Québec et celui des Chômeurs de France.  Organisée à l’initiative du Forum mondial des Alternatives, d’ATTAC, du Comité contre l’AMI, avec le support du Monde Diplomatique, elle réunit aussi un certain nombre d’analystes, tels que Samir Amin, François Chenais, Riccardo Petrella, Suzan George, Bernard Cassen et déboucha sur un ouvrage traduit en plusieurs langues[1].

 

2. Les stratégies de convergence

 

C’est intentionnellement que nous parlons de convergences au pluriel, car c’est le processus qui semble le mieux correspondre aux besoins actuels de résistances et de luttes à l’échelle mondiale. Nous aborderons d’abord les types de convergences, pour parler ensuite de la nécessité d’une stratégie.

 

1) Les types de convergence

 

C’est la multiplicité même des secteurs affectés par la mondialisation contemporaine de l’économie, capitaliste correspondant à une nouvelle phase de son processus d’accumulation, qui exige une articulation entre les diverses forces de résistance. Il en résulte la nécessité d’une convergence stratégique, afin de faire poids sur les décisions collectives, principalement dans les lieux où ces dernières se prennent institutionnellement. C’est ce qui s’est passé de façon embryonnaire lors des réunions de l’OMC à Seatle, de la Banque mondiale à Washington, du Sommet social des Nations unies à Genève, etc. Il reste encore un long chemin à parcourir avant d’arriver à une convergence véritablement stratégique et à cet effet, il sera nécessaire de construire  les instruments indispensables à une telle action, tels, par exemple, un inventaire permanent des mouvements et de leurs réseaux, permettant, grâce à l’internet, une connaissance mutuelle systématique et l’organisation des contacts nécessaires.

 

Un deuxième type de convergence est celui exigé par la diversité des points de vue et qui se manifeste par la création d’alliances sur des points précis. Il s’agit ici de convergences tactiques, destinées à poursuivre des objectifs concrets, au départ de point de vue différents. Elles sont donc temporaires et peuvent réunir des organisations dont le niveau de conscience est très divers. Pensons à la question de la dette du Tiers monde, qui mobilisa aussi bien des regroupements politiques de gauche que des Eglises parfois très conservatrices.

 

Ces constatations amènent à penser que l’idée d’un seul parti d’avant garde qui serait le détenteur de toute la vérité, n’est plus de circonstance. Mais ceci ne signifie pas un relativisme complet, qui mettrait tout le monde sur le même pied et donnerait raison aux courants postmodernes pour lesquels seule compte l’histoire immédiate des individus et la particularité des situations. Voilà pourquoi une stratégie doit être construite et constamment mise au point en fonction de la définition d’objectifs précis.

 

2) Une stratégie en fonction d’objectifs clairs

 

On court aujourd’hui le danger d’une folklorisation de ce qu’on appelle «l’anti-mondialisdation», facilement ridiculisable et donc récupérable et divisible. Il faut bien se rendre compte qu’une telle tendance est loin d’être innocente et qu’il serait grave que les mouvements sociaux se laissent entraîner dans cette direction. Il est vrai que tout mouvement populaire est porteur de sa culture et les jeunes qui se mobilisent aujourd’hui n’entrent guère dans la rigidité des manifestations d’antan, mais les formes expressives ne peuvent remplacer le contenu du sens.

 

Par ailleurs, toutes les résistances ne sont pas nécessairement anti-systémiques, c’est à dire destinées à combattre le système capitaliste sous une forme ou sous une autre. Nous avons déjà fait allusion aux fondamentalismes de toute sorte, qui certes sont généralement des réactions aux effets culturels des rapports sociaux du marché capitaliste, mais qui cherchent dans une restauration culturelle une solution à leurs problèmes. Il en est de même des nombreuses luttes qui, en périphérie, se réfèrent à des rapports précapitalistes, tels que les castes, les ethnies, les structures patriarcales. Elles concernent des populations qui n’ont pas été intégrées directement dans les rapports sociaux capitalistes et qui entraînées dans des processus d’appauvrissement dûs dans une grande mesure à la mondialisation de l’économie (programmes d’ajustement structurel, suppression des mesures de protection sociale, production agricole vers l’exportation et chute des prix, etc.), réagissent en fonction de leur imaginaire social. Dans les sociétés du Nord, c’est l’atomisation de la vie sociale, fruit de la prédominance du marché et de son influence individualisante, renforcée par une culture de la consommation, qui porte certaine initiatives à se centrer sur des objectifs particuliers, certes valables, mais détachés de l’ensemble.

 

Il est donc bien nécessaire de clarifier les objectifs et à cet effet d’analyser les situations.

 

3) Une analyse permanente

 

La mondialisation de l’économie capitaliste, aujourd’hui sous sa forme néolibérale, ne peut se comprendre sans l’étude des rapports sociaux qui la caractérisent. D’où la nécessité d’un «ÉTAT du Monde vu d’en bas», projet actuel du Forum mondial des Alternatives. Il faut y ajouter le besoin d’une bonne connaissance des mouvements sociaux et de leurs réseaux, afin de pouvoir analyser leurs stratégies

 

 

3. La définition des alternatives

 

C’est à dessein que nous utilisons le pluriel pour alternatives. En effet, il n’est plus question de parler d’un seul modèle rigide et porteur à priori de toutes les solutions. La transition de l’organisation capitaliste de l’économie vers le post-capitalisme est un processus à long terme. Les alternatives sont à construire collectivement et de façon permanente en fonction d’un fil conducteur que l’on pourrait appeler, dans le sens positif du mot, l’utopie. Car, contrairement à l’idéologie néolibérale, il existe des alternatives.

 

Il s’agit donc de construire les alternatives à divers niveaux, le premier étant celui de l’utopie, c’est-à-dire quelle société voulons-nous? C’est le projet mobilisateur, à définition globale et collective. Il inclut une dimension éthique et possède une base plurielle. Pas question de faire table rase du passé et d’ignorer les acquis de la pensée et des expériences du socialisme. Mais on ne peut négliger ce que les traditions philosophiques et religieuses ont pu apporter à cet effet dans l’histoire et selon les cultures. Cependant l’utopie ne peut être que postcapitaliste, pour pouvoir être réaliste à long terme. Elle ne peut se contenter d’un simple aménagement humaniste des rapports sociaux existants ou des régulations proposées par le néoclacisisme économique ou par le libéralisme social.

 

Cependant, pour se concrétiser, l’utopie doit préciser des objectifs à moyen et à court terme. Ils se situent dans les champs concrets de l’agir collectif : économique, politique, écologique, social, culturel. Nous n’entrerons pas dans les détails dans le cadre de cet article. Cette précision ne peut faire l’impasse sur un double principe de base déjà exprimé : une analyse des rapports sociaux concrets et de leurs effets et un objectif postcapitaliste. A ce titre, nombreuses propositions concrètes seront similaires aux régulations proposées par ceux qui veulent donner au capitalisme un visage plus humain, mais ce sera dans une philosophie bien différente. C’est toute la différence entre un néokeynésianisme et un postcapitalisme.

 

C’est dans cette perspective que la mondialisation des résistances et des luttes dépassera une simple addition des initiatives existant dans le monde et qui marquent l’insatisfaction de millions d’êtres humains pour revêtir un caractère organique. Certes elles surgissent de partout, mais ce n’est pas n’importe quelle mondialisation qui les rendra efficaces à long terme. Le chemin sera long, mais il est possible.

 



[1] . F. Houtart et F.Polet (ed.), L=Autre Davos, Mondialisation des résistances et des luttes, Paris, L=Harmattan, 1999.