¿Y SI EL ISLAM FUERA OTRA COSA?

Emilio Galindo

 

Este texto fue originalmente una conferencia, por eso guarda todavía huellas del lenguaje oral.

 

 

 

 

 

 

 

 

Ante todo agradezco de todo corazón esta invitación que me han hecho a compartir, a intercambiar ideas sobre una pregunta que creo que tenemos que hacernos: ¿Y si el Islam fuera otra cosa de lo que nos han dicho y repetido en tantas Iglesias y Catedrales, con tantos prejuicios y tópicos contra lo que fue un gran regalo que Dios hizo a la humanidad, para recordarnos algo que habíamos olvidado, como veremos enseguida?.

 

El Islam es uno de los temas más importantes si de verdad queremos estar al corriente de lo que está pasando en este mundo porque, nos guste o no, entra como elemento esencial e insustituible en la fórmula del devenir de la humanidad; el Islam es una de las vigorosas raíces del futuro de la misma. Para convencerse de ello no es necesario ser un gran islamólogo, sino que basta con observar la realidad del Islam hoy.

 

Sumando, los musulmanes son actualmente cerca de mil doscientos millones de seres humanos, es decir, una quinta parte de la humanidad, que está además en la encrucijada del camino de su historia: el medio Oriente, el Norte de África, las grandes rutas por donde ha pasado la cultura y la civilización está en manos del Islam. Además, frente al mundo occidental, que es un mundo de viejos, es un pueblo de jóvenes donde todos los planes de desarrollo fallan porque la demografía se impone a las planificaciones que hacen los hombres.

Es un mundo de una profunda y riquísima cultura, de una religiosidad tremenda; es un mundo que puede darnos una enorme lección de algo que nosotros necesitamos hoy más que nunca: Hemos olvidado el Absoluto, hemos olvidado la trascendencia, nos hemos materializado, y el Islam viene a recordarnos que no hay otro Dios, que no podemos fabricar dioses, que no podemos ser chapuceros creando ídolos que se enmohecen. Viene a recordamos que no hay más que un Dios. Y sobre todo el Islam puede darnos la riquísima lección de los místicos sufíes, esos hombres incómodos del Islam que marcaron y que marcan, que no tienen nada que envidiar a los de otras religiones, incluido nuestro catolicismo. Comparar es siempre odioso, pero es realmente sorprendente que incluso alguno de nuestros grandes místicos, San Juan de la Cruz, por ejemplo, bebió en sus fuentes.

 

Si esto es así, ¿cómo podemos prescindir del Islam? ¿Cómo podemos aventuramos en este comienzo de milenio a dejarlo de lado, o en la zona de los prejuicios y de los tópicos sin interesarnos por conocer cómo es verdaderamente? Ocurre sin embargo, es muy frecuente, que la religión del Islam es la más ignorada, y por otra parte, es aquella sobre la que más certezas tenemos. Es curioso, no es contradictorio sino que es real: todos conocen, y han estudiado el Islam, todos tenemos certezas. Recuerdo una encuesta que hicimos hace 28 años entre universitarios sobre el Islam y los árabes, en la que se les daba una primera pregunta, con 24 adjetivos positivos y negativos mezclados, pidiéndoles que subrayaran los que según ellos correspondían más a la idea que tenían de los árabes. De los 10 más subrayados, 8 eran negativos. ¿Cómo tienen tanta certeza? La que más veces aparecía era "fanático", aplicado precisamente al Islam, la dulce realidad del Islam, la única religión que tiene la palabra "paz" en su propio nombre... Venimos cargados de prejuicios y así no es fácil conocer lo que es realmente.

 

La palabra más dura que yo he leído sobre este tema de las religiones, es la de un corresponsal judío de la última guerra, que decía: "Todos tenemos la suficiente religión para odiarnos, pero no la necesaria para amarnos los unos a los otros". Guárdenla, medítenla, y si les quita el sueño... ¡Bendito sea Dios! Y esta cruda verdad pensamos que no necesita probarse; todos llevamos heridas y prejuicios en nuestra personalidad religiosa, pero hay que añadir que si esta actitud de rechazo y desprecio mutuo ha sido históricamente el pan de cada día de todas las religiones, lo ha sido mucho más respecto del Islam, del que casi podemos decir que sólo se puede hablar mal, porque si uno habla bien enseguida surge la pregunta de si te has convertido al Islam. Yo doy clases en la Universidad de Comillas en Madrid, y en un Master de Ciencias de la Religión me toca hablar del Islam, y más de uno, sabiendo que soy sacerdote católico y que estoy encantado de ser cura, me ha preguntado si me he convertido al Islam. Es que no pega hablar bien en este sentido... Un superior mío, en África, me dijo: "Mira, del Islam se ha hablado mucho y mal, vamos a comenzar nosotros a hablar un poco y bien."

 

Hasta tal punto es verdad esto que digo, que se puede afirmar, sin miedo a equivocarse, que el Islam ha sido históricamente, al menos en nuestro mundo occidental cristiano la religión más despreciada, calumniada y maltratada de la historia; y no digamos nada de la persona de su fundador Mahoma, considerado por este occidente como el prototipo del hombre ambicioso, sensual, mujeriego, falso, traicionero... y otros calificativos por el estilo.

 

Yo soy granadino, y recuerdo que en mis tiempos de seminario no nos dejaban ir en Navidad a casa de la familia, porque podíamos perder la vocación... y nos entreteníamos haciendo comedias, etc. Pero el acto que no fallaba nunca era el del dos de enero, cuando se conmemora el final de la reconquista de Granada. Había que celebrarlo, e íbamos a la catedral a una ceremonia cívico-político-religiosa; desde la Capilla Real, donde están enterrados los Reyes Católicos, se salía en procesión con el pendón de Castilla, la espada de Fernando, la corona de Isabel, toda la flor y nata de Granada, el rector de la Universidad, el cabildo, el gobernador civil, y el arzobispo al frente, y desde el púlpito de esa catedral, desde lo que llamaban "la cátedra máxima del Espíritu Santo", se decían estas "preciosidades" sobre la religión del Islam:

 

"Una religión que consagra la tiranía, permite el deleite y favorece la pereza natural, velando las operaciones del entendimiento.. (¡toda esa legión de grandes científicos musulmanes!) ... con esa religión no hay esperanza para las grandes revoluciones, y la esclavitud queda establecida para siempre. Con las cabezas ceñidas por turbantes que van pregonando el fanatismo, empujados por la cólera de Dios, montados en ligeros potros, sintiendo los estímulos de la lujuria en el cuerpo y el ansia de la dominación en las almas, vienen a imponer otra religión, otro culto y otra moral.. mejor dicho, no traían moral. La religión musulmana sólo habla de espadas y obra todavía sobre los hombres con ese espíritu de destrucción que la ha fundado, que no reconoce otro derecho de gentes que el fanatismo y la barbarie. Todas las grandes conquistas llevan en sí el signo que las distingue; a los árabes el fanatismo...”

 

Y si así tratan al Islam, no podían ser más comprensivos con Mahoma. Respecto a él dicen esos mismos: " ...con la nueva religión que inventara Mahoma, ambicioso, cruel, fanático y cobarde". Dice otro: "Han existido dos hombres que son, sin duda, los que mayores daños han causado a la Iglesia católica: Mahoma y Lutero, los dos grandes hombres del error si es que puede llamarse grande a un hombre que se levanta contra Dios..." (mil doscientos millones de habitantes de este mundo nuestro creen en Dios gracias a Mahoma) "...Mahoma levantó la cimitarra contra el divino fundador del cristianismo..."

 

¿Dónde se inspiraría esta gente? La frase más profunda y más bonita que he oído de Cristo, y llevo muchos años siguiéndole, la he oído de labios de un gran místico español de Murcia, lbn Arabi, que decía: "Aquél que cae enfermo de Jesús no se cura nunca, aquél cuya droga es Jesús está perdido". Y ese otro hadit del profeta que dice: "Cuando venga el final de los tiempos Jesús vendrá a establecer la paz en el mundo; espero estar entonces en vida, pero si no estuviese decidle a Jesús: Mahoma te saluda".

 

No podemos hablar del Islam sin caer en la cuenta de que vivimos muy prejuzgados, muy preocupados con ideas que no son correctas. Y, para que el Islam llegue a ser nuestro prójimo, una consigna, un consejo de ese coloso del espíritu y del diálogo religioso que fue Tony de Mello: "si al tratar de las demás religiones y de sus seguidores, tenemos que escoger entre el dictado de un corazón compasivo y las exigencias de una ideología, rechacemos la ideología sin dudarlo un instante. La compasión no tiene ideología y acierta siempre el instinto de su corazón en lugar de seguir la lógica de la religión, se nos habría ahorrado asistir a espectáculos como el de la quema de herejes o el de millones de personas inocentes asesinadas en guerras libradas en nombre de la religión, incluso de Dios mismo".

 

Voy a dar a continuación una serie de pinceladas, que espero nos ayuden a ensanchar el corazón, a hacernos prójimos de los demás, a echar fuera tanto prejuicio que nos han metido dentro, y poder así entablar un diálogo que sea positivo, más o menos como Dios quiere. Cada pincelada llevará una palabra clave, para que quede "más clavada".

 

EXPERIENCIA: Es la primera idea. Como todos los grandes y auténticos movimientos de la humanidad, los movimientos religiosos de la historia, el Islam tiene su origen en la experiencia ardiente del místico de Dios, en el encuentro indecible con el Dios uno y único, experiencia personal, profunda, total, transformante y decisiva de un hombre llamado Mahoma. El punto germinal, raíz y razón del Islam está en esta experiencia de Dios de ese hombre nacido en La Meca en el 570, y sobre el que todos eran unánimes al afirmar que era un hombre piadoso, honesto y caritativo, a cuyo buen juicio recurría frecuentemente la comunidad. Se le conocía por el sobrenombre de "el piadoso, el equitativo, el amigo del necesitado y defensor del oprimido" y este otro piropo indecible: "el hombre plenamente de acuerdo con Dios". Y recuerdo esta oración del salmo sufí, que decía Mahoma:

 

"¡Oh, Dios mío!, pon una luz en mí corazón,

 una luz en mi tumba, en mi oído, en mi vista,

 en mis cabellos, en mi piel, en mí carne,

 en mi sangre, en mis huesos...

 Una luz ante mí, una luz detrás de mí, a mi derecha y a mí izquierda.

 ¡Oh, Dios mío!, acrecienta mi luz, dame luz, hazme luz,

 ¡Oh luz de la luz! Por tu misericordia, ¡oh misericordioso!

 

Estamos muy lejos de los sermones de Granada... Y aquí quisiera adelantar una doble observación: La dificultad de Occidente para entender el Islam viene del hecho de negarle a Mahoma esta experiencia, motor de toda su vida y de su obra; negamos su encargo profético, y entonces tenemos que buscar otros motivos que serán generalmente negativos: ambición de poder, liderazgo político, obra del diablo o de un esquizofrénico perdido... De ahí el desprecio y las calumnias que hemos amontonado. Y también indicar el camino que tenemos que desandar, el que señalaba el cardenal Tarancón en el segundo Congreso Islamo-cristiano de Córdoba: Cómo se puede apreciar al Islam y a los musulmanes sin apreciar a su profeta y a los valores que han promovido la vida de éstos?", ¿cómo vamos a apreciar a esa gente que llega, si a su fundador y a la religión creada por él la cargamos de tantos prejuicios?

 

Y una clave de interpretación que vale para todas las religiones, y esto sí que es muy positivo, es lo que yo llamaría la coherencia. Allí donde nuestra postura no es coherente con lo que proyectamos sobre Dios, no es coherente con Dios, no puede venir de Dios. La experiencia del misterio de Dios nunca es agresiva. Yo se lo digo a los musulmanes, a algunos que tienen tendencias un poco fundamentalistas: donde hay agresión no está Dios. Toda palabra que digamos que viene de Dios, si es agresiva, no puede venir de Él. Dios sería incoherente y Dios es infinitamente coherente. Es más justo poner en duda una Escritura que hacer incoherente a Dios. Y este es un criterio que hay que aplicar, y nosotros deberíamos arrancar más de una página del A. T. También porque eso del pueblo elegido... ¿podemos comenzar a hacer matices y distinciones...? Dios es amor y el amor no distingue y lo que no se parece en nada al Dios amor y al Dios que ama a todos los pueblos y a todos los seres humanos no viene de Dios.

 

Así que nada de agresividad, nada de negatividad, nada que suprima lo que Dios ha hecho, nada que cree carencias en los derechos de las personas. Si Dios ha hecho al hombre y a la mujer iguales, ¡que no vengan en nombre de Dios a quitarle a la mujer derechos que ya tiene porque viene de Dios! Si Dios ha hecho al hombre libre, ¡que no venga ninguna religión, basándose en Dios, a quitarle esa libertad a quien sea, hombre o mujer! Y ésa es la norma que deberíamos sacar ya de esta primera pincelada. El que hace la experiencia de Dios se hace como dice Krishnamunti, como cuando tocamos, aunque sea levemente, la realidad de Dios. La experiencia de Dios hace que tengamos un alma ecuménica, un alma hospitalaria con todas las creencias. Cuando ponemos vallas, límites y fronteras, desde luego no estamos haciendo lo que Dios quiere; es el signo más seguro de que no hemos hecho la verdadera experiencia de Dios.

 

MISIÓN: Es la segunda palabra clave. Ante esta experiencia de Dios Mahoma se asustó, como se asustan todos los profetas, se sintió sobrecogido, anonadado, temiendo ser engañado; por eso busca el apoyo de su mujer Jadicha. Mahoma fue monógamo mientras ella vivió. Jadicha es un personaje curioso, tenía familia cristiana, probablemente un obispo ortodoxo, y un primo, Baraca, que no sabemos si era cristiano o uno de los que buscaban al Dios de Abraham, y que afirmó, cuando Jadicha le llevó a Mahoma, que las pruebas de que Dios hablaba por él, eran claras.

 

De todos modos, su experiencia no dejaba lugar a dudas, y la voz ordena y encarga una misión. Mahoma grita, anuncia, convoca y comienza a predicar contra viento y marea, como les ocurre a todos los que experimentan la presencia de Dios. Y comienza a predicar, no una doctrina, no el Corán, sino el Islam, es decir, una postura. Todo el Islam es una postura, un talante nuevo, es decir, un rendirse sin condiciones ni dudas a Dios; rendimiento agradecido puesto que todo venía de Dios, rendimiento que es la esencia de lo que él ha experimentado, y que al mismo tiempo es la consecuencia del pacto que, según el Islam, hizo Dios con la creatura antes de que existiese.

 

Islam es la entrega de todo uno mismo a Dios; es el nombre mismo de la misión, de la predicación de Mahoma y a la que será fiel siempre, no sólo en los comienzos puros y claros de su predicación en La Meca, sino también en los días más ajetreados políticamente de Medina, y hasta su muerte. Ni un momento dudará Mahoma de su misión; nada ni nadie le hará cejar de su vocación profética. Debió ser singularmente honda y acaparante la experiencia de Dios, la conciencia del mandato recibido para aguantar tantos trabajos y tantas contrariedades como tuvo que soportar. Pocos profetas aguantaron tanto y se aprovecharon tan poco de su misión.

 

RECORDAR: Es la tercera pincelada. Yo doy a esta palabra el sentido que tiene en castellano: "recordaré", traer de nuevo al corazón. Si en su origen todo el Islam es fruto de una experiencia, en su mensaje y dinámica todo él tiene como tarea el recordar. La palabra clave que mejor define al Islam como misión es "recuerdo". De ahí esa repetición que toman todas las religiones orientales (el mismo rosario católico), no para estar pensando cada palabra, sino para crear una atmósfera de presencia del invisible, del Absoluto, de Dios.

 

Si es recuerdo quiere decir que el Islam nunca quiso ser una religión, como tampoco la de Jesús. Ningún hombre que haya hecho la experiencia verdadera de Dios funda religiones. Eso lo harán los que vienen después, los listillos de turno, los que ven que el nombre de Dios es infinitamente útil y puede servir de mucho. (Si yo saco mi tarjeta de visita no voy a ningún sitio, pero si saco la tarjeta de visita de Dios... las cosas cambian). Antonio Gala dice: "Nunca se mata más impunemente que cuando se mata en nombre de Dios, nunca se gobierna más seguro que cuando se gobierna en nombre de Dios, nunca se gana dinero más aséptico -el agua bendita es un buen detergente- que cuando se gana en nombre de Dios." Es utilizar el nombre de Dios en vano.

 

El Islam nunca quiso ser una religión. Por eso uno de sus grandes representantes, el místico Rumi diría: "el hombre de Dios, es decir, aquél que ha hecho la verdadera experiencia de Dios, está más allá de la religión." Es un criterio para juzgarnos: si estamos más acá, es que no hemos hecho la experiencia de Dios. Mahoma se sitúa en la línea de los anteriores profetas bíblicos y evangélicos. Hay en él una voluntad clara de acogida y reafirmación de toda la revelación bíblica anterior. Por eso al comienzo, la "Kaabah", -la mezquita que indica la dirección de la Meca- estaba dirigida a Jerusalén. Muchos de los que hoy día llamamos "los pilares del Islam", la oración ("sala"), el ayuno ("sawm"), se tomaron de judíos y cristianos. Mahoma no quiso crear otra religión al margen del cristianismo y del judaísmo. Quizá fue la coyuntura, la no recepción, el rechazo de su valor profético, lo que hizo que poco a poco se fuera distanciando, la dirección de La Meca se impuso y se fue perfeccionando otra práctica religiosa.

 

Su distanciamiento cada vez mayor del judaísmo y del cristianismo será más un accidente coyuntural que una razón de fondo. Hay una frase de un autor que dice, en Junio del 94 en la revista "Concilio": "La aparición del Islam fue una llamada a la reforma que la Iglesia, saturada de éxitos desde los tiempos de Constantino el Grande, no supo captar. " Lo que el profeta, y el movimiento que él pone en marcha, se siente obligado a hacer es recordar dos cosas:

 

La primera, recordar al Dios de siempre, el mismo de todos los hombres, el que proclamaron los profetas anteriores, el del pacto primordial con el hombre. Por eso hay una dimensión universal del Islam desde los comienzos; no se queda en la tribu ni en una comunidad dada.

 

Y segundo, recordar la actitud básica y radical de la creatura con su creador, que no es otra que la que tuvo Abraham, el amigo de Dios, que dice el Corán que no era ni judío ni cristiano, y cuya religión es la verdadera; actitud que fue constantemente -y hay que repetirlo entre cristianos- la de Jesús de Nazaret, que dice a su madre cuando se pierde en el Templo: "Pero ¿no sabíais que yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre?". Jesús que dice que su comida es hacer la voluntad del que lo envió. "Cristo, dirá S. Pablo, se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz". Jesús tendrá sed, le darán hiel y vinagre, le atravesarán el costado, y cuando ya ha terminado de cumplir todo, entonces comienza lo verdadero. El "Consumatum est" es un entroncamiento total con Dios. Por eso dirá el Corán, y creo que hay que estar de acuerdo porque a no me importa decir que soy musulmán en este sentido, "Cristo fue un gran musulmán, fue el hombre sometido a Dios hasta la muerte y muerte en la Cruz." Es el rendimiento a Dios sin condiciones, libre, gozosamente, ahí tenemos que estar todos (lean el Principio y Fundamento de San Ignacio). Por eso dirá el Corán que no todos nacemos musulmanes, pero todos somos creaturas que, libre y amorosamente, se rinden a Dios. Algo se olvidó de lo que anunciaron los profetas anteriores, algo importante olvidaron los seguidores de Jesús, para que Dios enviase tal recordador. Y hay muchos recuerdos que Dios ha hecho a través de la historia y que siempre nos han encontrado un poco dormidos.

 

El fundamentalismo que atribuimos al Islam, es una palabra que no conocen los musulmanes ni el árabe. Se la hemos aplicado hasta el punto de que ya, cuando se habla de fundamentalismo, todo el mundo piensa en el Islam. Estos días se ha podido ver el fundamentalismo judío: 250.000 personas que gritan por las calles de Jerusalén que quieren volver a la Biblia. Recuerdo que, en una serie de conferencias sobre el fundamentalismo, en la fundación Jean Maragali, yo hablé del Islam, y un judío comenzó así: "Cuando me han dicho que hablase del fundamentalismo judío pensé: ¿qué voy a decir yo de esto?" Y cuando terminó la conferencia dijo: "¡Qué equivocado estaba!" Todas las religiones, todas las políticas, allí donde ponen los hombres la mano, crean fundamentalismo, hacen exclusión, excluyen a otros hombres por motivos muy diversos; lo que nunca se puede es ser fundamentalista en nombre de Dios.

 

El Islam, como todo acontecimiento histórico, tiene varias lecturas. Dentro de la historia global de la salvación, esta misión de recordarnos lo acontecido es una gracia para todos los hombres, y en especial para religiones reveladas, monoteístas, judíos y cristianos, y esto debe hacernos más cercanos y más nuestros. Como diría el Papa en Casablanca, a la juventud marroquí: "Los cristianos estamos también orgullosos de vuestra tradición religiosa". Recuerdo que es tanto más de agradecer porque vivimos en un mundo complicado y olvidadizo de lo esencial, un tiempo en que se proclama como doctrina corriente, -incluso ha habido teólogos- la muerte de Dios. Es bueno que cinco veces al día el "almuecín", el "almuédano" nos dé el grito profético a todos los hombres: "No hay más Dios que Dios, y no hagáis otros dioses, que os equivocáis y os hacéis daño".

 

DIOS PARCIAL: Dios es infinitamente parcial, me explico: El signo evidente de que Dios no es un invento ni un ídolo, es que es un Dios comprometido y comprometedor; tal es el Dios de la experiencia de Mahoma, un Dios que hace descubrir el carácter sagrado, único del hombre, sobre todo de los más pequeños, de los débiles, huérfanos, viudas, pobres... Hay que leer el Corán, no para ir buscando los puntos negros que también podemos encontrar hasta en el Evangelio, sino el mensaje, la hondura, la experiencia, la visión positiva. Mahoma se pasó prácticamente toda su vida huérfano, ya que incluso la Hégira, la salida de La Meca a Medina fue en parte debida al hecho de quedarse sin protector, lo que en una sociedad tribal era imposible, impensable y un peligro de muerte, y sus palabras, quizás marcado por esta experiencia de orfandad y apoyado en ella, tienen el calor y el brío de los mejores profetas de Israel. No voy a recitar todas, ni a dar citas, pero dice el Corán:

 

"No sirváis sino a Dios, sed buenos con vuestros padres y parientes como huérfanos y pobres; hablad bien a todos, haced la oración y dad la limosna. Si dais limosna públicamente es algo excelente, pero si la dais ocultamente y a los pobres, es mejor para vosotros y borrará en parte vuestras malas obras. Dios está bien informado de lo que hacéis. Dios hace que se malogre la usura, pero hace fructificar la limosna. Quienes consuman injustamente la hacienda de los huérfanos, sólo fuego ingerirán en sus entrañas y arderán en el fuego del infierno. Dios no tendrá en cuenta la vanidad de vuestros juramentos, pero sí el que hayáis jurado deliberadamente. Como expiación alimentaréis a 10 pobres como soléis alimentar a vuestra familia, o los vestiréis... "

 

Hay otro "hadit", dicho, del profeta que dice: "Dios mío, hazme vivir pobremente, morir pobremente y resucitar el día del juicio entre los pobres" Y otro: "Mí servidor estaba enfermo, reprocha Dios, y tú no lo visitaste, ¿no sabías tú que su curación era mi curación y que su pena era mi pena? Interesarse por su salud, manifestar la afección, es interesarse por mi salud y manifestarme afección". Parecen palabras sacadas de Mateo. Y este otro: "Arrojará Dios de su pensamiento a la población de una ciudad de la que se encuentre hambriento uno sólo de sus habitantes. No es de los nuestros quien duerme harto mientras que su vecino está hambriento". Esa historia de la mano cortada es algo que los políticos emplean porque les interesa, pero no la toman en su sentido profundo. El primer califa nombró un día un gobernador y éste, deseoso de hacerlo bien y de ganar aprecio, dijo: "Yo señor, gran califa, al que en mi provincia roba le corto la mano". El califa cerró los ojos y se quedó pensativo, y abriéndolos un poco le dijo: "Muy bien, pero ¡ten cuidado, que ese que roba no robe porque no tiene qué comer! Tu misión de gobernante es hacer que todos coman y si uno tiene que robar porque no come y encima le cortas la mano..."

 

Es decir, el Corán está lleno de textos en este sentido. Tengo un alumno en Comillas que ha leído el Corán y sacado todos los que hablan del prójimo, y ha hecho una tesina. Habría que hablar mucho de este Dios parcial y que Mahoma repite. Para las mujeres que están aquí les brindo esto, porque dicen tantas cosas negativas de Mahoma en este sentido...: "No hagas llorar a una mujer, sus lágrimas las cuenta Dios" Dios, como un rosario de infinita ternura, va contando una a una las lágrimas que injustamente hacen sufrir a la mujer.

 

MOVIMIENTO: Empleo esta palabra porque no hay otra para expresar esta quinta pincelada. El Islam fue un movimiento revolucionario, como lo fue también el cristianismo. Y le pasó lo mismo que a todos: cuando se amortigua y destapa a escala mundial, pierde el espíritu y se convierte en una religión. A Mahoma le siguen un puñado de fieles, y este movimiento de hombres puesto en marcha por la predicación de Mahoma, que recuerda la sumisión total a Dios y la solidaridad y justicia con los más pobres, se presenta ante la sociedad clasista y materialista de La Meca y Arabia, como revolucionario.

 

Se caracteriza desde su nacimiento por una ruptura crítica que dejará una huella decisiva en la comunidad nueva que se crea. La revelación hecha a Mahoma implicará una puesta en tela de juicio del estatuto social y religioso, es decir, el lazo tribal y de sangre que da cohesión a esa sociedad, será sustituido por la fraternidad en la fe, en una consanguinidad en la fe, sin distinción de raza, color o poder. Ahí hay un aire de universalidad que impregna el recuerdo religioso de Mahoma. Al mismo tiempo, ese estatuto de fraternidad entre los miembros que aceptan el rendimiento a Dios, pone en tela de juicio a la sociedad clasista e injusta de La Meca, suscitando la oposición sin tregua de las grandes familias mequenses, que veían un peligro muy serio para sus intereses que estaban ubicados alrededor de la Meca. Pusieron precio a la cabeza de Mahoma y no lo mataron cuando ya huía porque se escondió y los despistó. Aquí tenemos un paralelismo con Jesús: en el fondo los dos eran herederos de la revelación del A. T. y los dos toman posturas ante ella.

 

Este movimiento revolucionario, esta lucha contra la opresión religiosa va a traer consecuencias permanentes en el Islam, la más característica el iconociastismo, el rechazo de los ídolos. Esto es algo vísceral, el rechazo de las imágenes fabricadas sobre las que se centra la adoración de los fieles, y más generalmente la desconfianza respecto a toda presentación religiosa. De aquí nace el hecho de que en la mezquita no haya imágenes. Cuando Mahoma volvió triunfante de Medina y ocupó La Meca, entró en la Kaabah y quitó todos los ídolos, salvo -algo además curioso- a Jesús y María.

 

Otra consecuencia de este origen revolucionario será la prioridad de lo ético sobre lo cultural y su concomitante, el clero, la jerarquía y la puesta en tela de juicio potencial de los poderes establecidos en nombre de los valores de justicia y de pureza. El Islam no admite intermediarios, jerarquías, gente que se dedique a hurgar la conciencia de los demás, porque Dios es el absoluto y el hombre el que libremente se somete a él. De un manotazo termina con todo lo que es clero, jerarquías, instituciones y demás. Después caerán también en la tentación, y aparecerán los Ayatollah, los Ulemas...

 

Esta preocupación ética tiene además una dimensión social y colectiva que no limita su perspectiva a una salvación individual y sólo en el más allá; la primera comunidad será perseguida y los musulmanes serán perseguidos como lo fueron los cristianos, porque pervertían el orden establecido. Tienen que huir y lo hacen a Etiopía precisamente porque el Negus era cristiano; finalmente tiene que hacer la gran Hégira con todo su pueblo, como otro Moisés. Decía Mahoma que la búsqueda de Dios es una expatriación; Abraham también había recibido la misma orden: sal de tu tierra y vete. Buscar a Dios es expatriarse; estar seguro de haber encontrado a Dios es estar siempre en camino. En Medina, Mahoma se siente responsable de la comunidad que le ha seguido y llamado a organizarla; anuncia, convoca, crea la comunidad, pero lo hace sin protagonismo de ninguna clase; por eso los musulmanes se sentirán ofendidos en su más honda entraña si se les llama mahometanos y a su movimiento religioso mahometismo. Esto hay que decirlo, porque podemos hacer daño sin darnos cuenta; es como prostituir lo más auténtico de su mensaje que recibe, sola y exclusivamente, en la sumisión radical a Dios; no siguen a Mahoma, no son seguidores suyos como lo son los budistas de Buda o los cristianos de Cristo. Siguen única y exclusivamente a Dios.

 

Es una comunidad que no nace del espíritu de clan que desde los tiempos más remotos había regido y sostenido las relaciones de las tribus beduinas entre sí. El Corán lo dice con infinita ternura: "Cuando erais enemigos, la gracia de Dios reconcilió vuestros corazones y os transformó en hermanos". Por eso el hombre nuevo de esa comunidad, sacará sus derechos o deberes, no del grupo del que forma parte, sino de su calidad de creyente. "Los negocios pueden convertirse en verdadera tentación, dice el Corán, o en enemigo si no se le sabe anteponer a Díos" La palabra árabe para designar a esta comunidad nueva es todo un símbolo de lo que quiere ser: "Umma", fuente, principio, prototipo y madre. La "Umma" será el seno materno donde los creyentes nacen a la nueva fraternidad. En esta comunidad única, al menos en su intención primera, nadie será extraño, pues todos son hermanos nacidos del mismo vientre, de la misma fe. Tampoco nadie será más que nadie; ante el Único todos son iguales; ésta es una de las razones por las que los españoles se convirtieron tan rápidamente al Islam, una de las razones por las que el Islam progresó tan rápidamente en la península: había zonas en Murcia y Alicante en las que había esclavos, y en cuanto uno se hacía musulmán ya no podía ser esclavo de nadie; un musulmán no puede tener a otro musulmán de esclavo, porque son hermanos; puede tener a otros que no sean musulmanes... ahí está la laguna de la historia. El Islam crea una igualdad que se vive dentro de la comunidad, y es real; incluso el gran signo en la peregrinación a La Meca, es que allí van todos vestidos igual, con un traje blanco, reyes, sabios, intelectuales, pobres... todos iguales ante Dios. Tampoco hay ornato para los cementerios, son enterrados en una sábana; no hay mausoleos.

 

Nadie en la comunidad tendrá privilegios ni función de intermediario respecto a los demás, todos son laicos, seglares, en el sentido más literal de la palabra. Hablaba yo con un intelectual marroquí y le decía: "Mira cómo grita el Papa ante todo lo que está pasando en el mundo... ¿qué hacen los sabios y las autoridades musulmanas?" Y me respondió: "En Islam no tenemos autoridades". De hecho las tienen, ¡claro!. Tampoco tienen un magisterio espiritual; propiamente dicho, el sabio espiritual como el almuédano o el iman, son tan laicos como cualquier creyente, son simples funcionarios. El Islam ignora teóricamente la jerarquía, es anticlerical por naturaleza. Esta comunidad que crea Mahoma es teocrática, o más exactamente logocrática, el Corán es una palabra, es la ley a la que debe referirse todo valor humano y creado. De hecho sin embargo se reconoce tácitamente una jerarquía en los hombres de religión.

 

En el Islam nadie puede meterse, interferir, en la conciencia personal de un musulmán. Recuerdo que en un congreso, invitado por el gobierno argelino hubo un profesor egipcio, que estuvo exponiendo su tesis sobre el eterno problema del Islam hoy día, cómo compaginar la autenticidad y la modernidad. Terminó, su exposición y la gente se levantó para pedir aclaraciones, oponerse... y un alto Ulema marroquí, elegante, guapísimo, le fue criticando y terminó diciéndole: "Después de todo esto que he dicho me pregunto si este señor puede seguir llamándose musulmán" El profesor egipcio se levantó después de haber respondido a todas las preguntas y le dijo: "Tú eres musulmán, yo también lo soy; tú debes corregirme, yo también a ti; pero no te interfieras entre mi conciencia y yo".

 

Finalmente, esa comunidad se siente instintivamente abierta al reclutamiento universal. Resumiendo esta idea de la comunidad, el Islam quiso ser -también el cristianismo "quiso ser"-, no una religión nueva, sino el recuerdo de lo de siempre; no una doctrina, sino una actitud nueva. El Islam no es una doctrina, sino una actitud, un talante nuevo de rendición incondicional a Dios, como lo hizo Abraham, la gran obsesión del Islam. El Dios del Islam no es algo que se explica sino alguien que implica. No es un sistema religioso de poder, sino una comunidad de hermanos iguales, plenamente laicos o seglares, regidos por la voluntad de Dios. No es un grupo de puros, sectario y fanático, y hay que decirlo: yo les predico el Islam a los musulmanes y les digo: ¡Vuelvan a las fuentes, llénense de ese espíritu! Prefiero un buen musulmán a un mal cristiano.

 

Lo importante en la vida, y lo digo como misionero, es que todos, musulmanes, budistas, judíos y cristianos nos convirtamos de verdad, de una vez por todas, a Dios, porque una cosa es “convertirnos a Dios” y otra “cambiar de religión”. Los caminos importan menos, porque llevan todos al mismo sitio. El misionero que sólo se preocupa de convertir a la gente cambiándola de religión no es nada más que un funcionario de la religión, lo mismo que puedo serlo de un partido. Si estamos convertidos a Dios ya no nos entretendremos en hacernos guerras, en maldecirnos, en ir buscando lo negativo del otro.

 

El Islam no contiene, en absoluto un sistema detallado de sociedad que los fundamentalistas quieren implantar, volviendo a no sé dónde; también nosotros tenemos esa tentación, pero la historia no se repite, no hay modelos. El Islam se limita a algunos principios generales, pero de los que no se puede sacar un código detallado, menos aún aplicable a todo tiempo y lugar. Gracias a Dios actualmente los teólogos musulmanes, los pensadores, hablan ya con un lenguaje y una problemática nueva. Se juegan mucho, porque es una sociedad donde no hay libertad, no por el Islam, sino porque los hombres del Islam y los poderosos se sirven de él como se han servido del cristianismo los poderosos de otros tiempos. En el fondo la libertad que hoy tenemos no ha sido por una conversión del cristianismo, sino porque la sociedad se ha secularizado. Yo puedo hablar hoy, no digo como quiero, sino como creo que puedo hacerlo, no porque la Iglesia me haya dado derechos, sino porque la Iglesia no tiene derecho ahora sobre mí en ese plano. El poder ejecutivo no lo tiene ya más que el Estado, ¿es malo, es bueno? No voy a entrar yo en eso.

 

Yo no quiero hacer aquí la apología del Islam, ni tampoco denigrar el cristianismo, porque si no ya me hubiese ido. Creo que estamos poniendo las cosas en su sitio y al hablar bien del Islam no hago más que cumplir algo que dice el Evangelio: "Tratad a los demás como queréis que os traten a vosotros". A mí me duele mucho cuando hablan mal del cristianismo falsamente; que hablen de nuestros fallos, que yo soy el primero en decirlos, pero por qué olvidar cuando nos referimos a otras religiones, sobre todo al Islam, ese consejo tan evangélico y tan verdadero, "trata a los demás, mira a los demás, encaríñate con los demás, como quieras que los demás te traten, te juzguen, se encariñen contigo". Eso es lo cristiano. Y frente a ese Islam no tenemos que asustarnos, debemos tener una mirada como la tiene Dios que hace salir su sol sobre buenos y menos buenos, pero todos hijos; tengamos esa compasión que decía Tony de Mello. El corazón cristiano está casi sin estrenar frente al Islam. ¿A quién se lo ocurriría coger a un apóstol de Cristo, que no predicó más que el amor, y que fue capaz de amar hasta al enemigo, subirlo a caballo, aunque fuese blanco, ponerle una espada en las manos y enviarlo como si fuera un deporte religioso, a cortar cabezas de moros? ¡Y tenemos nuestras Iglesias y Catedrales llenas de Santiago matamoros!

 

Termino con un texto de ese gran español, murciano, universal, lbn Arabi del siglo XIII (1165-1241), que también sufrió la persecución de los sabios. Lo que dice creo que vale como programa, como bandera de lo que tenemos que hacer todos, y yo lo pondría en todas las facultades y aulas de Teología, en el Santo Oficio ...

 

"Hubo un tiempo en que yo rechazaba a mi prójimo si su religión no era como la mía. Ahora, mi corazón se ha convertido en el receptáculo de todas las formas religiosas, es pradera de las gacelas y claustro de monjes cristianos, templo de ídolos y Kaabah de peregrinos, tablas de la ley y pliegos del Corán, porque profeso la religión del amor y voy a donde quiera que vaya su cabalgadura, pues el amor es mi credo y mi fe ".

 

Son las dos etapas que creo que tenemos que recorrer todos. ¡Ojalá lo hagamos!

 

PROF. EMILIO GALINDO AGUILAR

Arabista e lslamólogo

Antiguo Misionero en África