Agenda latinoamericana-Mundial’2001-2002
Concurso de Cuento Corto Latinoamericano
Cuento Ganador del Concurso:
Lo recuerdo
bien, aún viene fresco a mi mente el sonido seco y triste de la oruga
del tractor, me llamaba la atención la virilidad de aquella bestia
amarilla que sin compasión trituraba lo que desde hacía quince
años era mi escuela. Sentía que el calcio de mis huesos solidariamente
bajaba de mi cuerpo y caía en la fosa común, donde dolorosamente
se fundía con la madera con el nylon, con mis recuerdos.
Al principio
a nadie le importó que hacían ni quienes eran, quizás los
más curiosos eran los niños, que encontraban inconcebiblemente
fabulosos aquellos aparatos extraños que hablaban o se estiraban como
bailando al son de marimbas y zampoñas, algunos dejaron guardados debajo
de la cama los trompos y otras no dibujaron en la tierra la muñeca que
generosa abría sus manos para que las infantas saltaran cual
pequeñas liebres. A los pocos días comenzó, sin darnos
cuenta, el camino de nuestro calvario de miseria olvidada, entonces se nos
dificultaba creer lo que nuestras pupilas carcomidas por el tiempo y el sudor
estaban observando.
Llegaron los
ingenieros con sus maestrías que arrastraban un aire de indiferencia
hacia nuestra pobreza, se les escapaba por todos los poros de su cuerpo una
mezcla maloliente y putrefacta de mansión y cartón de celulares y
ocote, de golf y rayuela, de muerte y de vida. Instalaron sus aparatos
tecnológicamente proféticos, nos predecían otro lugar, y
nos describieron la tierra prometida donde brota leche y miel, donde las aguas
son limpias como la que emana de los botellones de agua mineral que
afanadamente compran los ricos en el „American márket‰.
Sin mas alternativa tuvimos que
creer, porque cuando se ve oscuro el camino no queda otra que aferrarse a algo
que mantenga viva nuestra esperanza, cualquier luz nos acompaña, le
decía a mi niña, a la más pequeña la que apenas
habla, que me veía solemnemente alzar vuelo, a lo mejor lloró
pero ya no pude verlo.
Siento un
escalofrío que recorre las escasas fibras de carne que se han aferrado a
mis huesos, pero eso no importa aquí en la altura de esta tierra
desolada por el hacinamiento, solo importan los recuerdos, eso sí, los
recuerdos que han de ir conmigo atados al cerebro con hilos de nostalgia. Y veo
una y otra vez a los siete pequeños / que indiferentes a la cuota
doscientos y al daño ecológico siguen saltando la cuerda, aunque
sus rostros ya no son los mismos que tenían allá en el
Merendón, ahora se ven taciturnos, como en otro lugar, quizás
sean los parásitos que devoran sin piedad sus vidas / o quizás
soy yo, que los veo diferentes, o tal vez es a mi a quien devoran los
recuerdos.
Vi los
camiones que asomaban barranco abajo y aun no quería creer, pero era
cierto, a Lupe García ya le habían desbaratado la casucha y tres
hombres vestidos de azul municipal cargaban el cadáver, la bondadosa
señora, ayudada por sus retoños trepaba dificultosamente al
camión donde habían apilado sus pobrezas, pasó lo mismo
con Toñito Ramírez, con la Tencho que nos deleitaba las tardes
con la frescura de su pinolito, con todos pasó igual, no hubo
elección, nos despojaron, equivocadamente pensamos que se cumplía
la voluntad de Dios, pero era otra fuerza terrena la que se imponía. El
jefe de cuadrilla y el militar de botas aplastantes me indicaron el
vehículo que habría de ocupar, ayudado por dos jóvenes de
cuerpos robustos, cargué con lo que pude, y allí estaban las
orugas destructivas que aniquilaban la grandeza de mis humildes tablas.
Toñito, me ayudó a subir, tomé en mis brazos a la
más pequeña, la que más quiero y me deje caer con la mirada
absorta en aquellas montañas que no volvería a disfrutar. La
palabra golpeo mis oídos con la fuerza y el dolor de un proyectil que
añora alojarse en la inocencia de un testigo, fue la palabra que
vagaría en mi cabeza buscando ser asimilada, fue el nombre infernal
alguien dijo llegamos al Ocotillo.
Hace mucho
frío han comenzado las lluvias, y el rey alumbra tenue, parece cansado,
como los que vivimos en estos rincones. Creo que el frío me va a matar y
eso, en cierta forma me alivia pero ayer parecía igual, cuando
creía morir volví a la vida a esta vida, pero ayer no volé
desfallecía en el duro petate, pero aun era parte de las cosas
terrestres, aun estaba clavado a esa pesadilla, hoy es distinto. Cuando
llegamos aun revoloteaban en nuestras mentes las verdes esperanzas, nos
instalamos como pudimos en nuestras casas de cemento, las prisiones
también son de concreto dijo alguien y tenía razón, fue
allí donde comenzó nuestra primera estación, nos
condenaron a muerte, nos condenaron a no tener agua potable, nos condenaron a
no tener alcantarillas, nos condenaron a no gozar de energía
eléctrica, nos condenaron a no tener pan. Aun tengo frío.
Busqué
trabajo, me costó hallarlo porque ya no contratan viejos y mucho menos
si son maestros, dicen que traen ideas raras, con igualdades y esas cosas, me
emplearon en una fábrica de mucho prestigio aunque no me explico porque
la fama ya que los salarios son los miserables que la ley llama mínimos
y ese calificativo le queda muy grande, la comida era cara, pagaba transporte,
poco me alcanzaba el dinero pero eso si, teníamos una asociación
solidarista que era muy nuestra aunque por no ser capaces la maneja la empresa
por eso de „la administración adecuada de los recursos
financieros‰, nos endeudábamos, como papos, si que éramos
brutos, hasta para comprar un humilde par de zapatos teníamos que
endeudarnos, creo que el prestigio se ve en otras cosas, quizás en la
productividad como decía el Ingeniero Donald que nos convencía
con el argumento indiscutible de despedirnos, el si que tenia respuestas a
todo, hubiese sido un político de éxito porque nos hacia creer
que era bueno desvelarnos trabajando doce horas de lunes a domingo, que era
saludable decía, supongo que el no necesitaba de esas medidas
terapéuticas, porque solo iba de día a la fábrica y el
sábado tempranito se dejaba ir para su humilde hogar en la quinta San
Pablo, me imagino que Pablo se ha de sentir oprimido en la opulencia de los
habitantes de la quinta que pretenden reconfortar su alma viviendo en villas
con nombres de santos, cuando sus acciones son signos visibles de su
infidelidad con el Cristo pobre. El ingeniero si que era único, recuerdo
cuando despidió a mi compadre Juancho lo sorprendió cometiendo el
más grave delito que un ser humano puede hacer en el negocio del
patrón robar para sus hijos una porción del producto que la
fábrica con todo el amor del mundo elabora para sus
apreciadísimos clientes, a que compadre, que osadía robar al
ladrón, yo caí muchas veces en esa tentación porque mis
hijos comían poco unos cuantos frijoles era la dieta forzada salvo cuando
era día de pago, ese si que era un banquete, hasta huevo y tortillas
comprábamos, pero el pago era los viernes y los niños no
entienden de días, no saben, por eso un miércoles se me
murió Panchito, amaneció dobladito con los ojitos abiertos, como
mirando la vida para que esta no se le escapara / pero su delgada piel no pudo
con la fuerza del alma que buscó otro sitio, en otra parte. Ese
día llore mucho creo que me quede sin lagrimas porque cuando la mayor de
los siete murió no hubo llanto en mis cansados ojos la Teresita
quería ser doctora decía la juguetona niña de cabellos
ébano, yo rabiaba contra todos, le pedía a Dios que me llevara a
mí, que ya había andado por la vida, pero que a mis hijos los
dejara, que el mundo tenia que cambiar, que la venda de muchos tenia que caer,
y ellos los inocentes los que juegan los que ahora mueren, tendrían vida
habría un espacio digno en esta sociedad pero mis ruegos no fueron
escuchados, murió el tercero, una pulmonía lo mató, llovía
apocalípticamente y el niño con sus cumbos se dispuso a traer
agua del pozo que nos construyeron, parece mentira pero tres horas bajo el
aguacero juniano acabaron con el escuálido muchachito, debí ser
yo pero los caminos del Señor son inexplicables me decía el cura
español que vino en su carro de lujo a oficiar la misa dominguera, es
fácil consolar cuando la vida no nos ha golpeado tanto, cuando desde una
cálida parroquia se ve la pobreza como un mal que hay que desterrar
mientras se toma el té matutino previo al laudes, hay que vivir a intensidad
el evangelio, decía eufórico el Padre, mientras mis hijos, sin
entender la profundidad del mensaje, lloraban por el flaquito que tanto los
hacia reír con sus piruetas.
Luego fue
peor, el Ingeniero lzaguirre no entendió mi dolor, necesitamos buenos trabajadores
que acudan religiosamente a su trabajo, que tengan la disposición total
de tiempo, que dejen sus problemas en casa, me decía después de
haberme citado el articulo ciento muerte del código de los patrones .
Estar sin chamba es duro, porque el hambre no espera, multiplica su fuerza
mientras devora las razones de seguir existiendo.
El aire
golpea suavemente mi rostro, siento que la sangre transita despacio por mis
venas, dejándose llevar de un rincón a otro por las escasas
fuerzas que mi débil cuerpo aun alberga ;y veo el humo que se desprende
del basurero municipal, casi me ciega, un grupo de niños buscan
desesperados algo que pueda servir en sus miserables hogares, cualquier cosa es
buena cuando no se tiene nada aunque la paga sea cara, aunque sus desnudos pies
se desangren en los retorcidos escombros la recompensa puede significar un
día de buena comida o aunque sea un día de comida.
Hace tres
meses que vagábamos como fantasmas por las asfaltadas calles de la
prospera ciudad, al anochecer volvemos con las escasas monedas que la sociedad
nos da, mi mujer no puede levantarse lo ha intentado muchas veces pero el dolor
es más fuerte que los deseos. La enfermera que gratuitamente nos asiste
me explicó que nuestro cuerpo es débil, me hizo una larga exposición
de los causas científicos de su debilidad, de su flacidez, de su
impotencia, y ha creído convencerme pero yo solo entiendo que ha dejado
de comer paro que los pequeños coman, que está dando su vida por
ellos, y yo sin poder hacer nada .
Pasa algo raro
ya casi no tengo frío, se que está helado una densa neblina
empieza a cubrir la inmensa laguna negra donde van o parar las inmundicias del
caserío, ya no veo el Ocotillo, el viento me ha llevado lejos
quizás es mi deseo, aunque ya extraño los negros cabellos y la
curtido piel de mi niña, la más pequeña, la que más
quiero, y veo como en un espejismo mi amada cordillera, pero hay algo diferente
en sus faldas, mis ojos no pueden creerlo, pero es cierto y se aclaran calles
de cemento con lujosos faroles, una que otra inmensa mansión con techos
y paredes espléndidas, veo un gran rotulo que anuncia la venta de lotes
de muchas varas cuadradas, apenas y puedo reconocer el sitio donde
vivía, máquinas y hombres construyen con finos terrazos lo que
será otra casa que no tendrá nada que ver con mis recuerdos y el
panorama me provoca llanto pero la transparencia de las lagrimas no ha brotado
de mis ojos, son lagrimas llenas de color, de un verde intenso que en el aire
van adquiriendo forma, sufren una metamorfosis que repone mi vida, se
transforman en verdes esperanzas que revolotean por doquier, y ahora me doy
cuenta no me ha traído el viento, he agitado mis delgadas alas para
llorar esta realidad e inundar de verdes recuerdos el Merendón.
Sergio Montes Alberto
San Pedro Sula, Honduras
Merendón: Cordillera que rodea el valle de Sula en
Honduras
Ocotillo: Caserío marginal creado por la
corporación municipal de San Pedro Sula, Honduras,-donde fueron
trasladados gran parte de las familias que habitaban las faldas del Merendón.