Cuando China despierte
Daniel CEREZO
Datos de China: (Datos de la CNN)
Forma de gobierno: dictadura de un solo partido con una
casa legislativa.
Jefe de Estado: presidente
Capital: Pekín
Lenguas más importantes: chino mandarín
(lengua oficial), cantonés, yue, hakka, minnan…
Minorías étnicas: Han (Chinos) 91,96%;
chuang: 1,37%; manchu: 0,87%; hui: 0,76%; miao: 0,65%; yi: 0,58%; otros: 3,72%.
Afiliación religiosa: no religión: 51,9%;
religión tradicional china 20,1%; ateos: 12,2%; budistas: 8.5%;
cristianos: 6,0$; musulamanes: 1,4%; otros: 0,1%
Unidad monetaria: 1 renminbi (yuan). 1 US$ = 8,28 yuan.
Demografía: Población (1998): 1.242,980.000
Densidad de población (1998): 130 personas por
kilómetro cuadrado
Zona urbana-rural (1997): 32% urbana, 68% rural
Distribución por sexos(1995): 51,03% masculino,
48,97% femenino.
Esperanza de vida (1997): 68 años para los hombres,
72 para las mujeres.
Indicativos sociales: horas semanales de trabajo: 48
Economía nacional: ingreso anual medio por familia
es de US dólar 1.396
Educación (1995): alfabetización: 81,5% de la
población mayor de 15 años.
Salud: un medico por cada 628 personas, a nivel de hospital
una cama por 384 personas. Mortalidad infantil (1997) 39 por cada 1,000
nacimientos.
Ejército (1997): personal activo 2.840.000.
Introducción
El simple nombre de
“China” trae a nuestra mente la idea de gente, mucha gente. A
menudo lo relacionamos con arroz, palillos, lengua y cultura milenarias, la
muralla china, el té, la seda y poco más. Estereotipos,
prejuicios y verdades según cómo, cuándo y quién
los pronuncie. Pero no cabe duda que aún así, China, aún
siendo el país más poblado de la tierra todavía acarrea
consigo para una mayoría de los habitantes del planeta un halo de
misterio, fascinación y perplejidad.
Los expertos en la
política y economía no dudan en afirmar que China, el
“gigante dormido” está despertando del letargo en el que ha
estado sumido durante siglos. El siglo pasado que vio a China sumida en
guerras, violencias sin cuento y contradicciones motivadas por la
revolución comunista, parece haber entrado con buen pie en este comienzo
de siglo. Aunque las últimas décadas, bajo la dictadura y control
comunistas, han llevado al país a una situación peculiar de cara
al futuro, en el que China jugará un papel cada vez más
influyente en la escena internacional. Su cultura milenaria, esa gran masa
humana en un mundo donde la economía dicta los destinos de los pueblos,
su posición clave en el lejano Oriente, y sus contradicciones internas,
hacen de este gigante con pies de barro uno de los puntos de mira de la
opinión mundial. ¿Qué hay detrás de la
“cortina de bambú” y qué se cuece en “el
imperio del Centro”?
I.-El momento que vive China
La celebración
del 50 aniversario de la fundación de la República Popular China
en 1999 da pie para analizar el mensaje que el gobierno comunista quiso dar
tanto dentro como fuera del país. El despliegue humano en la Plaza de
Tiananmen el 1 de octubre fue acompañado de muestras de adhesión
para dar una imagen de progreso, estabilidad política, concordia social
y poderío militar. Para ello nada mejor que mucha gente, flores, cantos
patrióticos y arengas dictatoriales que iban al compás de un
fuerte despliegue policial -una prueba más de la distancia entre los
líderes comunistas y el pueblo llano-.
En estos albores del
milenio el momento se presenta particularmente significativo, ya que en este
año 2002 tendrá lugar el relevo de la cúpula comunista con
una inyección de sangre nueva en la dirigencia del país. Ella
guiará la nave del país en la próxima década. El rumbo
de la misma vendrá dictado por elementos internos y externos a la misma
China, como más adelante diremos.
China está en
la antesala de su entrada en el emporio económico de la WTO
(Organización Mundial del Comercio) y en un acercamiento paulatino a los
ámbitos del poder mundial, aunque ello conlleve costos dolorosos
especialmente para los más de 800 millones de campesinos que viven en
las zonas rurales, víctimas de los impuestos gubernamentales que los
ahogan, dejándoles al desamparo de protección alguna. Con ellos
va creciendo el grupo de los desempleados debido en gran parte al cierre de
fábricas y empresas estatales en quiebra. Ello ha traído consigo
revueltas sociales y manifestaciones antes desconocidas. Activistas sindicales
ratificaron que en 1999 hubo más de 200.000 manifestaciones laborales
por cuestiones de desempleo.
II.- El todopoderoso partido comunista
El gobierno
de China está estructurado de forma piramidal: el pueblo sirve a la
ideología de turno y no al revés. El emperador y la
dinastía desaparecieron, pero sólo de nombre, ya que fueron
sustituidos por el nuevo emperador que es el partido comunista. Y para aquellos
que se resisten a entrar dentro de los esquemas piramidales del partido, o bien
la cárcel, o la rehabilitación en campos de concentración.
Acusado de no respetar las libertades civiles, el gobierno chino siempre
responde con el consabido estribillo de que “estos son asuntos internos
de China” en los que nadie puede interferir.
Pero en la reciente
historia de China cuando los chinos hacen una sentada, el gobierno comunista
tiembla y expone sus resortes a la vez que sus debilidades. Los dos casos
más recientes son la manifestación de los estudiantes en
Tiananmen en mayo/junio de 1989, que acabó con la noche trágica
del 4 de junio en la cientos de estudiantes murieron arrollados por los tanques
del ejercito, y la más reciente sentada de los adeptos de la secta
religiosa Falungong, una especie de secta religioso y filosófico cuya
finalidad es conseguir un estado de auto-control y relajación a
través de ejercicios de respiración siguiendo parte de las artes
marciales chinas.
Ha sido precisamente
esta última la que ha sacudido los cimientos del poder comunista. Lo que
enervó al gobierno fue la manifestación pacífica que
realizaron unas ocho mil personas el 25 de abril de 1999 en los alrededores de
Zhonganhai, sede del partido y de los líderes comunistas. Gentes
pacíficas venidas de todas las partes de China expusieron las
debilidades y grietas del partido. La reacción no se hizo esperar cuando
a finales del julio del 99 el gobierno decretó ilegal la secta y
montó una campana de caza de brujas que acabó con cientos de
adeptos de la secta en cárceles y hospitales para enfermos mentales.
Cuando el gobierno
descubrió que la secta tenía más numero de adeptos que el
mismo partido, reconocieron algo ineludible: el partido había perdido
control sobre el pueblo. La incompetencia del partido para dar una esperanza a
las masas campesinas, auténticas protagonistas de la tan cacareada
liberación, y a los grupos más pobres se había esfumado.
La secta Falungong es el último aldabón y un aguijón en el
sistema comunista, incapaz de hacer frente al vacío moral y ético
que asola China.
Pero no acaba
ahí, los grupos religiosos islámicos en el oeste de China
están causando problemas internos de inestabilidad al gobierno de la
región a través de atentados y de guerrilla subterránea en
busca de la independencia. Y está la amenaza de las repúblicas
islámicas, hartas de ver cómo sus hermanos musulmanes siguen
siendo objeto de la persecución china.
La apertura
económica que ha dado un impulso importante a China a través de
las reformas económicas de Deng Xiaoping no sólo no ha venido
acompañada por las necesarias reformas políticas y de libertades
civiles que desde tantos frentes apuntan a Pekín, sino que han
endurecido más las posiciones conservadoras de la cúpula
comunista después de la masacre de Tiananmen en junio de 1999. Este
hecho, y la no tan lejana revolución cultural que finalizó con la
muerte de Mao a mediados de los 70, son fantasmas que aún se abaten
sobre la población.
El pueblo, harto de
promesas incumplidas, se ha lanzado en busca de otras alternativas. El
fenómeno de Falungong expone la debilidad del partido en todos los frentes:
la desigualdad entre ricos y pobres en un país en que todo el mundo se
supone igual, la corrupción manifiesta, el vacío moral y la
inercia del partido para crear una ley eficaz e imparcial.
III.- Una sociedad en ebullición
Intentando salir del
túnel del olvido, el ostracismo y la oscuridad de las décadas
pasadas, China, tiene hoy en día motivos para la esperanza. Es cierto
que hay un sector de la sociedad que busca reformas políticas como
solución a los problemas endémicos, pero el pueblo chino
más que por reformas políticas se interesa por que sus vidas
mejoren social y económicamente. Al chino de hoy le interesa tener un
trabajo seguro en un país donde los desempleados van aumentando, un
trabajo que le pueda dar acceso a la seguridad social, la educación y
una vivienda, algo que hasta hace poco el Estado solucionaba. Hoy en día
las cosas han cambiado y hasta los niños que asisten a la escuela tienen
que pagar tasas académicas.
La cultura se
resiente de forma particular y aunque el confucionismo está enraizado en
la mente y corazón del pueblo chino, sin embargo el proceso de
modernización está teniendo grandes repercusiones culturales. La
apertura de China al mundo está trayendo cambios imprevisibles en el
corazón de la cultura y sobre todo en la generaciones jóvenes,
para las cuáles lo occidental es atractivo, y el deseo de muchos es el
estudiar fuera del país. Son los mismos líderes chinos los
primeros en enviar a sus hijos a estudiar al extranjero, aunque después
critiquen la cultura occidental como raíz de todos los males que acechan
a China.
La campaña
denominada “civilización espiritual” desatada por Jiang
Zemin salía al paso como medida para contener la
“polución” de las ideas occidentales y para diseñar a
la vez un código de verdades comunistas actualizadas que pudieran
impactar a la gente.
La situación
religiosa, por otra parte, es una asignatura pendiente para el gobierno
comunista dada su visión atea de al realidad. De ahí que fuera de
las cinco religiones -budismo, taoísmo, islam, catolicismo y
protestantismo- establecidas oficialmente bajo el control del gobierno, ninguna
otra manifestación religiosa es permitida. Aunque el gobierno dice que
la constitución china respeta y afirma la libertad de religión
(artículo 36), ésta es siempre vista al servicio del socialismo y
bajo las condiciones impuestas por el mismo. Los ciudadanos chinos no tienen
libertad para creer ni para expresar sus creencias abierta y
públicamente sino bajo las condiciones restrictivas del gobierno.
Para ello han intentado
crear una iglesia patriótica y nacional china, si hablamos de la iglesia
católica, y de las Tres Autonomías, si hablamos de los
protestantes. Los budistas, taoístas y musulmanes tienen otras
estructuras que les controlan y les dictan las formas en que los credos
religiosos se han de expresar. Es fácil predecir las consecuencias que
esto tiene en particular para la iglesia católica, vinculada con el
Vaticano. La nominación y consagración de obispos y la existencia
de la Asociación Católica Patriótica China siguen siendo
escollos graves en el camino para el establecimiento de relaciones
diplomáticas entre China y el Vaticano. Como consecuencia hay una
“iglesia de las catacumbas” cuyo único vinculo es con el
Vaticano y otra “iglesia oficial”, dentro de la cual nos
encontramos con situaciones muy dispares, tanto en cuanto a su relación
con el gobierno chino como con el Vaticano.
Como consecuencia
todavía nos encontramos con obispos, sacerdotes y monjas que viven en
las cárceles y otros bajo el control y la persecución del
gobierno, no sólo dentro de la “iglesia de las catacumbas”
sino también de la llamada “ iglesia oficial” .
Así,
contemplamos una sociedad en plena ebullición, algo así como una
olla a presión, azotada por el fuego de las reformas económicas,
la apertura al exterior y la corrupción como mal endémico en los
rangos del partido. De hecho el porcentaje de suicidios es en China mayor que
en ningún otro país.
Otro fenómeno
es el de las masas migratorias en busca de un mejor porvenir en las zonas costeras.
Es el resultado de que, de hecho, los campesinos, aun siendo los
artífices de la revolución comunista del 49, no han llegado nunca
a disfrutar de las mieles del prometido paraíso en la tierra proclamado
por Mao. No sólo eso, sino que han visto la diferencia abismal,
reconocida por el mismo gobierno, entre las zonas rurales y las urbanas.
Los retos sobre
cómo controlar una sociedad manteniendo un férreo control sobre
los medios de comunicación social y el sistema educativo, y cómo
afrontar problemas como el infanticidio, el papel y lugar de la mujer en la
sociedad, el SIDA, la droga y las mafias… son problemas sin resolver en
la agenda del gobierno.
Uno no acaba de
comprender cómo un sistema que aparentemente debiera estar al lado de la
clase trabajadora y del campesinado les haya dado la espalda de forma
reiterada, abandonando el espíritu de igualdad proclamado en discursos
vacíos, cuando las arcas del estado miraban hacia otros horizontes.
Una sociedad cuya
finalidad es el éxito y el dinero a toda costa va dejando de lado las
ideas igualitarias de Mao y dando lugar a un nuevo pragmatismo, en línea
con la teoría de Deng Xiaoping de que “ser rico es
glorioso”.
IV.- Unidad Nacional y estabilidad social a cualquier
coste
Los fantasmas que se ciernen sobre China se
resumen en las “tres T”: Taiwan, Tiananmen y Tíbet. Son tres
heridas que todavía supuran en el cuerpo inerme del dragón
amarillo y tres síntomas de enfermedad.
La
problemática de Taiwan es particularmente significativa a los ojos de
los líderes comunistas. El hecho de la vuelta de Hong Kong y Macau a la
madre patria han reafirmado el deseo de unidad del gran reino del centro.
Taiwan está en el punto de mira de las autoridades, pero sean
conscientes de que hoy por hoy Taiwan, aunque tenga una misma raíz
cultural, el moderno Taiwan tiene poco política, económica y
socialmente hablando similar a la China continental. Ello hace que muchos
hablen de hecho de dos países, y a decir verdad en el momento presente
así funcionan. De hecho, a la mayoría de los taiwaneses les
gustaría seguir con el status quo en que viven.
La
problemática continuará, porque hay mucho en juego, y la
independencia de Taiwan nunca será una opción, a no ser por la
fuerza. Su independencia nunca será aceptada por China ya que acarrearía
un caos general y la guerra civil estaría servida, con la posibilidad de
que las otras 55 minorías étnicas siguieran el mismo camino.
Particularmente
compleja es, por otra parte, la situación en la región del
Tíbet y en las provincias islámicas del Noroeste de China con sus
movimientos independentistas, en las zonas de Mongolia Interior, los Uighurs y
otros grupos islámicos.
En este sentido hay
fuerzas que apuntan en direcciones independentistas: el norte que rige y
comanda, y el sur económico y rebelde; las zonas costeras ricas y la
zona interior montañosa pobre. De ahí que las autoridades siguen
martilleando sobre la unidad nacional y el nacionalismo ya expresado en el
bombardeo de la embajada en Yugoslavia y cuando quiera que haya un motivo para
promover la tan ansiada unidad.
Los acontecimientos
sangrientos en la plaza de Tiananmen siguen presentes en la mente del pueblo
chino, ya que la manifestación estudiantil no sólo proclamaba una
democracia para el país, sino la erradicación de la corrupción
en los ámbitos de gobierno, algo que el gobierno jamás
aceptó. Como consecuencia el ejército chino masacró a su
propio pueblo.
Tíbet sigue
siendo otro aguijón en el ojo del sistema comunista sin que hayan
encontrado una forma de engullirle de forma pacífica, situación
que complica constantemente la posición y prestigio del gobierno en la
arena internacional.
En relación
con el mundo, por otra parte, China se presenta con esta obsesión de
unidad nacional, cuya solución, cualquiera que sea, afectará a las
relaciones a nivel militar en la zona China y de Asia en general, y
posiblemente a nivel mundial.
Así, a la
todopoderosa unidad nacional -excusa para acallar voces discrepantes del
sistema- se sacrifican los derechos humanos y libertades civiles e individuales
o de pensamiento de todo tipo, en el ara de la pirámide o estructura
social, en el vértice de la cual está el partido, y en cuya base
y sobre sus espaldas apesadumbradas la clase pobre y campesina sostienen el
edificio agrietado de la China de hoy. Para controlar la gran masa humana el
gobierno se ha basado en una fuerte burocracia, un aparato de control y
represión, auténtico vampiro de la China actual, y un
ejército que es en definitiva quien tiene la última palabra, unido
al todopoderoso partido. Pero, ¿ por cuánto tiempo?
V.- La economía
El desarrollo
económico es también otro de los factores claves en la China de
hoy. Durante las comunas y dentro de una economía planificada dictada
por el gobierno en las décadas de los cincuenta a los ochenta, las
fábricas producían lo que el gobierno dictaba. Cada uno
tenía comida, vestido, casa, educación y ayuda sanitaria y un
trabajo asegurado de por vida. Pero también eran los tiempos de la
pobreza y los racionamientos donde las opciones de la mayoría de la
población eran más bien escasas.
La nuevas reformas
económicas de los años ochenta dieron un vuelco a la
economía y las condiciones y costumbres de vida de la gente. Desde
entonces, una nueva clase media ha surgido con capacidad de iniciativa sobre
todo en el mundo de los negocios. Por el contrario, aquellos con menos nivel
educativo y sin grandes especialización se han visto de la noche a la
mañana en la calle y sin expectativas de trabajo. El desmantelamiento
del sistema productivo estatal ha abierto el camino para la China del futuro,
aunque ello conllevara la oposición de los trabajadores. El
ejército, con cientos de miles de negocios y fábricas, fue
particularmente reacio a estos cambios. Para ello el gobierno chino, en sus
sesiones anuales, destinaba un buen trozo de tarta para el ejército,
acallando así su descontento.
En todo este
tinglado, los ancianos y el campesinado son los que se llevan la peor parte, ya
que son ellos los que están más lejos, física o
psicológicamente, de las reformas económicas. Todavía hoy
en día hay alrededor de 100 millones de campesinos siguen viviendo bajo
el nivel mínimo de pobreza, estimado por el gobierno chino en unos 100
dólares USA. La nueva imagen que se ve en las calles de las ciudades es
un buen reflejo de cómo está la situación del mercado. En
Xian, largas colas de gente aparecen por las mañanas a lo largo de las
carreteras en espera de que alguien se acerque a ellos ofreciendo algún
trabajillo para el día. Al ser la demanda grande tenemos que decir que
los salarios son más bien bajos y la competencia hace que las
condiciones de vida de los que emigraron a la ciudad sean cada vez peores.
Una de las
preocupaciones del gobierno es cómo crear nuevos puestos de trabajo que
de alguna forma acallen el descontento de la gente. Ésta, por otra
parte, en lugar de gastar seguirá ahorrando por miedo de perder sus
trabajos. Hoy las clases trabajadores se han olvidado de la lucha de clases y
lo que intentan es cómo vivir día a día y asegurar su
futuro. La gente sencilla tiene que pensar en asegurarse un futuro, y no en
revoluciones. El descontento social será inevitable si el gobierno no es
capaz de solucionar las desigualdades sociales y reducir el abismo sangrante
entre los pobres de siempre y lo nuevos ricos, amparados del poder e influencia
del partido.
A modo de
conclusión, digamos
que en el mundo chino que acabamos de describir se hace imperante una
auténtica liberación inspirada por el mensaje del evangelio.
Cómo podrá la iglesia de China realizar esta tarea, depende en
gran manera de que las dos comunidades católicas se reconcilien para
así poder proclamar con una sola voz a Cristo. Después de 50
años después de la victoria comunista en China siguen los males
endémicos de un gobierno impotente para erradicar aquello por lo que
luchó contra los Nacionalistas: la corrupción epidémica
dentro del sistema del gobierno y del partido como ley de vida; la desigualdad
económica entre los pobres y los nuevos ricos; inestabilidad social por
las reformas económicas y los conflictos étnicos y
últimamente ciertos movimientos como Falungong.
China
todavía tiene que demostrar al mundo su respeto por la persona humana y
los derechos y libertades civiles. La política de un solo hijo, el
infanticidio, el aborto, la planificación de la familia, la censura de
la prensa, la supresión de partidos políticos fuera del espectro
comunista y la falta de un sistema legal fiable, hacen que China todavía
encuentre grandes dificultades a la hora de hacerse creíble a nivel
mundial.
Características principales de la cultura china
Hablar de
características que definen a 1,265.000 millones de personas no es
fácil y el caer en la generalización es un riesgo, pero a pesar
de ello, diremos que el pueblo chino, en general, puede ser definido con las
siguientes características siguientes:
1.- Fuerte sentido
de familia:
El chino tiene un
sentido de identificación y pertenencia al clan familiar muy acentuado.
La familia absorbe al individuo y éste encuentra su sentido de ser
dentro de la familia. Los lazos familiares son tan fuertes que se considera a
la familia como la extensión natural de uno mismo. El sentido de familia
es el valor más sentido del pueblo chino.
En el ámbito
familiar, las relaciones entre los distintos miembros están
perfectamente reguladas de manera que cada uno sabe el papel que juega y los
límites entre los que puede actuar. Los distintos grados de
consanguinidad están perfectamente definidos y los nombres de las
distintas relaciones entre los miembros diversos del clan son casi ilimitados.
Dentro de
este campo se engloba también la llamada “piedad filial”,
muy acentuada en los contextos tradicionales chinos, pero que poco a poco va
perdiendo incidencia en las zonas urbanas e industriales de las grandes
ciudades. La expresión “yang er fang gwo” (cuida a tu hijo
para que él te cuide en tu vejez) tiene todavía hoy gran impacto
en la vida del clan. De esta piedad filial, inspirada en Confucio, aunque tenga
una cierta dosis de egoísmo, y de la estructura familiar, dimanan muchos
de los códigos ético sociales y familiares.
2.- La importancia
de “guardar la faz”:
La vida social china
está marcada por la buena apariencia externa tanto de sentimientos,
actitudes como comportamientos concretos. El bien parecer exterior conlleva una
buena dosis de auto-control.
Las repercusiones del
“guardar la faz” tiene sus exageraciones y connotaciones negativas,
al menos para una mentalidad occidental: puede llegar a distorsionar la verdad,
caer en una cierta falsedad por no romper la armonía social y la buena
imagen, y puede caer en una cierta doblez, e incluso llegar al engaño.
Todo de alguna forma se tolera en aras de la buena armonía social y de
conservar buenas relaciones inter-personales. Vivir en una atmósfera social
pacífica es de una importancia capital para el chino.
Como mecanismo que
encubre estas relaciones sociales y el “guardar la faz” está
el ceremonial y la cortesía chinos, manifestados en el trato social que
a veces pueden llegar a límites insospechados. La importancia de la paz
y armonía es un elemento que impregna todas las relaciones humanas.
Perder la paz es lo peor que le puede ocurrir a un chino.
En las relaciones
sociales y como medio para “guardar la faz”, se subrayan como
virtudes el no perder la compostura y el controlar las emociones de uno u otro
sentido. El chino comunica con la mente, no con el corazón, o tiene el
corazón en la cabeza. Enfadarse y el perder los nervios en
público, aspectos transitorios en la sociedad occidental por su
carácter pasajero, no tienen la misma incidencia en el contexto chino.
El enojarse rompe la buena armonía entre las personas.
3.- La
armonía frente a la verdad:
La armonía social y familiar son
valores subrayados y la norma de oro es “no herir la sensibilidad del
otro”. De ahí se deriva delicadísimo trato social, con
frases artificiales y diplomáticas, nunca bruscas ni cortantes.
Se sacrifica la
verdad en aras de la armonía de las relaciones humanas. Para el chino,
que relativiza bastante las cosas, no hay verdades amovibles. La verdad como
tal está expuesta a múltiples interpretaciones y lo que parece
evidente hoy, no lo es mañana. Valga como ejemplos de la
filosofía tradicional el hecho de que obviamente algo duro perdura
más que algo blando. Pero no es así con la persona humana que
pierde lo más duro de su cuerpo -los dientes- en su vejez, mientras que
la parte más vulnerable y blanda como es la lengua la conserva hasta su
muerte. De la misma manera la roca se va rompiendo poco a poco con el agua que
gota a gota la perfora. O el viento que es fuerte y huracanado pero que no
puede doblegar a la hierba débil y frágil.
Para guardar buena
armonía hay reglas y convencionalismos que regulan la vida social. La
cortesía es una ciencia y las buenas maneras un estudio y una
disciplina. Los buenos modales pueden a veces llegar a la exageración.
Para no herir al interlocutor se recurre a respuestas ambiguas, medias
mentiras, frases diplomáticas, medias no verdades, ya que lo importante
es la felicidad de la persona. Buena relación con las personas y el
universo es un valor primordial.
Más que las
leyes, o la verdad en su forma abstracta, para el chino lo que mueve su vida
social son los lazos familiares, el culto a los antepasados y el desarrollar buenas
relaciones inter-personales.
4.-
Primacía del papel de la autoridad:
La sociedad china
desde tiempos inmemorables ha sido estructurada deforma piramidal dando gran
importancia a la autoridad. Una persona en autoridad será normalmente
respetada por sus subordinados. Difícilmente un subordinado
retará a un superior ya que ambos “perderán la faz”.
La confrontación es más bien evadida de muchas maneras como medio
de no romper las relaciones especialmente en la relación con la
autoridad.
Pero se respeta a la
persona no tanto como tal, sino por la posición que tiene en la sociedad
y por su autoridad dentro de la misma.
5.- Sentido de
modestia y de humildad:
El pueblo chino, en
general, aprecia las actitudes humildes. El que alardea y ostenta de forma
pública pierde por sí mismo la faz. ¿Es por esto que los
chinos prefieren el jade a los diamantes? Puede parecer una pregunta
estúpida pero, aparte de connotaciones históricas e incluso de
carácter religioso, el jade (la nefrita), una piedra preciosa que no deslumbra
por sus colores llamativos, sino porque simboliza la humildad, es muy apreciada
por los chinos.
La actitud de
modestia y humildad también está reflejada en la pintura china,
donde normalmente no hay colores muy llamativos y el lugar que ocupan los
humanos queda reducido a pequeñas siluetas perdidas en la inmensidad del
cuadro. En un cuadro tradicional chino difícilmente la persona es el
protagonista principal.
Así lo
expresan con el lenguaje. El carácter chino que expresa el rechazo a los
arrogantes, orgullosos y engreídos está expresado por el signo
“Ch’ou”, que significa apestar, mal olor, peste. Consta de
tres partes: de “Tzu”, personal, individual, la persona;
“Ta”, que significa grande; y un puntillo insignificante entre el
“Tzu” y el “Ta”. Con ello significa que cuando uno se
halaga a sí mismo y se cree grande e importante, aunque sólo sea
como la mota insignificante trazado en el signo, esa persona huele y apesta, y
la gente se aleja de él.
6.- En el campo religioso podemos afirmar que el culto
a los antepasados es el
quicio en torno a cual giran la mayoría de las expresiones religiosas
del chino, tanto dentro del hogar como a nivel del clan.
7.- El sentido de
reciprocidad en las
relaciones inter-personales. Un favor siempre será recordado por el
chino y hará lo que pueda por devolverlo de muy distintas maneras.
8.- Un marcado sentido y capacidad de observación.